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lunes, 17 de junio de 2013

Mi artículo de hoy en el Buenos Aires Herald

http://buenosairesherald.com/article/133702/a-week-is-a-long-time-in-politics


Y aquí la versión en castellano:

Una semana política que pareció un mes

No existe en todo el mundo un registro de intensidad de las semanas que vive una república. Y tampoco existe lo que podría llamarse "semanómetro", instrumento imaginario capaz de medir el pulso de la vida política de una nación de domingo a domingo.

     Pero lo que parece muy claro es que, si tal aparato existiera, los indicadores de la última semana argentina serían sin duda altísimos.
     Por un lado porque se cerraron los plazos de admisión de listas para las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), las que insólitamente provocaron febriles negociaciones e inéditas alianzas de derechas con izquierdas y viceversa, y entre líderes partidarios que hasta ahora la sociedad tenía por adversarios irreconciliables.
     Y también porque se inundó el país de medidas cautelares y fallos judiciales que parecieron calcados de un mismo original, en relación con la nueva ley que convoca a la elección popular de los miembros del estratégico Consejo de la Magistratura. Como ya parece costumbre en la Argentina, se cuentan por decenas los jueces que creen estar co-gobernando y entonces, a la vez que claman por la independencia judicial, se dedican a imponer fallos políticos por encima de leyes votadas por gruesas mayorías en el Congreso.
     Por eso el notable cardúmen de planteos y decisiones judiciales en contra de las propuestas del gobierno superó, se diría que por goleada, a las pocas sentencias (que también las hubo) en favor de elegir por voto popular a los miembros del Consejo que se supone va a designar o destituir en el futuro a los jueces.
     Como sea, nuevamente la llamada "familia judicial" estuvo esta semana en el candelero de la política, y la frutilla del postre fue el fallo redactado por la jueza electoral María Romilda Servini de Cubría, quien decidió declarar que dicha ley es inconstitucional, y lisa y llanamente dejó sin efecto esas elecciones.
     El gobierno respondió pidiendo que por el mecanismo llamado per-saltum la Corte Suprema de Justicia sea la que juzgue el asunto. A lo que la Corte respondió el viernes mismo dando el sí, pero un sí que sólo significa admitir el recurso, sin pronunciarse respecto del fondo de la cuestión.
     Por el otro lado, el imprevisible azar, o lo que Jorge Luis Borges hubiese podido llamar "el misterioso entramado del destino" o algo así, puso en escena por lo menos dos episodios tremendos que también conmovieron a esta nación.
     Uno fue de índole privada pero sacudió a la sociedad toda: el brutal asesinato de Ángeles Rawson, una joven estudiante de 16 años, en Colegiales, un tradicional barrio de clase media porteña. Un crimen inexplicable y repugnante que muchos argentinos temen que, como tantos otros y habida cuenta de la reiterada "eficiencia" de investigadores y fiscales de estas pampas, pueda quedar impune.
     El otro episodio fue de intenso carácter técnológico y sociopolítico: el choque de dos trenes del Ferrocarril Sarmiento en el conurbano bonaerense, a unos 20 kilómetros del Obelisco, la Casa Rosada y el Congreso, colisión que recuerda a la todavía cercana embestida de otro convoy que no pudo frenar en la Estación Once el año pasado, y que produjo más de 50 muertos. Ahora el saldo fue de tres muertos y casi trescientos heridos, algunos graves.
     Todo esto contribuyó, como es costumbre, a la reproducción ad-infinitum de las andanadas de acusaciones al gobierno nacional, algunas de las cuales llegaron a alcanzar un grado de virulencia tal como si la propia Presidenta hubiese salido a matar pasajeros cuchillo en mano.
     Es claro que cada uno de los temas de esta semana, en un país normal, hubiese sido atendido con relativa prudencia, mayor o menor eficacia y marcados esfuerzos por serenar los ánimos. Pero en la Argentina de hoy este tipo de cosas, contrariamente, suelen parecerse más bien a bidones de gasolina echados a las llamas. Al menos cuando son resultado de sainetes costumbristas como los programas de televisión de esta semana en los que los señores Pino Solanas y Pollo Sobrero condenaban la política ferroviaria estatal junto a algunos de los mismos políticos y ex funcionarios que hace 20 años regalaron la red ferroviaria nacional a voraces empresarios que simplemente aprovecharon la ocasión.
     El ministro Florencio Randazzo mostró pruebas de las refacciones a los trenes siniestrados, y dijo que "no se puede resolver en un año lo que no se resolvió en cincuenta". Lo cual es verdad, pero no le quita responsabilidades a un gobierno que durante sus primeros nueve años contempló sin mover un dedo cómo se destruía impunemente la red de ferrocariles que alguna vez fue un ejemplo americano.
     En este contexto, y por si fuera poco, esta misma semana un Tribunal Oral condenó al expresidente Carlos Menem a siete años de prisión por contrabando de armas a Croacia y Ecuador hace 18 años. El fallo, ejemplar, se suma a las ya muchas condenas a genocidas y responsables de crímenes de lesa humanidad. Pero curiosamente no fue celebrado por el gobierno sino por la oposición, y acaso no tanto por el hecho de que un presidente constitucional peronista resulte condenado por primera vez, sino por el aprieto en que este fallo colocó al gobierno nacional. Que también es peronista y, aunque distanciado de Menem desde el origen, suele requerir su voto en el Senado cuando los propios escasean. Y razón, esa misma, por la que acaso el kirchnerismo obstaculice el desafuero del ilustre condenado.
     Ya se verá, porque en definitiva más de uno, de un lado y del otro, podrían acabar viendo en Menem preso, si eso sucediera, acaso el adelanto de una película que no les gustaría protagonizar algún día.
     Como sea, lo más probable es que el asunto dé para largo y que sigan las chicanas entre oposición y gobierno. Ese juego en la cornisa que parece ser, a estas alturas, una marca de fábrica de la política argentina. •

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