Mi artículo de hoy domingo, en el The Buenos Aires Herald:
http://buenosairesherald.com/article/134285/days-of-gloom-and-hope-for-justice
http://buenosairesherald.com/article/134285/days-of-gloom-and-hope-for-justice
Y aquí la versión en castellano:
Días de sombras y esperanzas para la Justicia
El protagonismo de la
Justicia en la Argentina de estos días es, por lo menos, preocupante. Aunque
también esperanzador, ya que donde hay crisis hay, necesariamente, esperanza.
La decisión de la Corte Suprema de no aceptar que los
miembros del Consejo de la Magistratura sean elegidos por voto popular, como
dispuso la Ley votada recientemente por el Congreso Nacional, molestó muchísimo
al gobierno y fue celebradísima por el sistema mediático-partidario de
oposición.
Pero el fallo del máximo tribunal aparece montado sobre por
lo menos dos paradojas: por un lado se refiere a un instituto jurídico (el
Consejo) que desde su creación por la reforma constitucional de 1994 ha
demostrado una casi absoluta inutilidad.
Por el otro implica que una ley votada por el Poder Legislativo
resulta vetada –de hecho– por el Poder Judicial. Lo que es un absurdo
constitucional porque a ningún poder le corresponde vetar las decisiones de los
otros poderes (la Corte puede dictaminar la constitucionalidad de las leyes en
su aplicación, pero no detener previamente su vigencia) y porque de este modo se
erige en una especie de órgano supralegal.
Claro que esto ya parece corriente desde hace algunos
años. Es común en la Argentina actual ver que algunos jueces y algunas cámaras se
autoatribuyen la misión de co-gobernar. Y así algunas sentencias, antes que
decisiones tribunalicias, más parecen verdaderas medidas de gobierno.
Y es verdad que muchas personas, medios y partidos
justifican esto con el argumento de que ésa es la supuestamente única manera de
frenar los supuestos abusos del gobierno. Pero no parecen reparar en que, aun
si así fuese, estarían avalando que se combatan abusos con abusos.
Las normas de la Constitución Nacional son inmutables y
las formas tradicionales de separación de los poderes que impone, también. Y en
ningún artículo la Constitución dice que esa separación significa superioridad
aristocrática de ningún poder sobre los otros. Sin embargo en la Argentina es
un hecho que el Poder Judicial se organizó y se sostuvo como una especie de
aristocracia judicial, y así ha sido por 160 años. Pero esa antigüedad no la
legitima. Al contrario, hoy es la materia central del arduo debate que la
cuestiona. Y no sólo porque en los últimos dos o tres años pasó a asumir
posiciones netamente políticas de confrontación con los otros poderes del
Estado, sino porque además siempre fue más funcional a los intereses de los
ricos que a los de los sectores populares.
Eso, precisamente, es lo que dice querer cambiar el
kirchnerismo. Del que se podrán discutir sus intenciones, su transparencia, su
odioso estilo comunicacional y sus torpezas, ciertamente, pero no su agudo
sentido de oportunidad y su orientación directa en favor de la inclusión social
y de algunas desmonopolizaciones necesarias. Y tampoco que a todos sus cambios
los legitima mediante leyes votadas por el Congreso, que es la representación
popular por excelencia. Y no importa acá cuestionar a muchos de los sin dudas
cuestionables legisladores, sino recordar que sólo pueden y deben ser cambiados
mediante el voto popular.
Lo cierto es que si el lector simplemente sobrevolara los
titulares de los diarios porteños de esta semana que pasó, se encontraría a
vuelo de pájaro con el siguiente, insólito panorama de noticias:
• Un fallo en favor de la Sociedad Rural, que en los 90
recibió un préstamo bancario de 106 millones de dólares del Banco Provincia que
luego no fue pagado ni devuelto. La
Presidenta tuitea: "Hay una Cámara Federal en lo Clarín y lo Rural" y
el diario La Nación pone en tapa digital: "Cristina está en contra de la
Justicia".
• El asesinato de Ángela Rawson se ha judicializado y
surgen dudas sobre la causa, y si bien se elogia a la fiscal Asaro se busca,
como si importara, establecer si es K o no es K.
• Un juzgado federal en la Patagonia otorga amparo a un
hombre que necesitaba cambiar 125 mil dólares para comprar una propiedad.
• El fiscal de la causa por el choque de trenes del
Ferrocarril Sarmiento dice que la responsabilidad humana es la hipótesis más
firme.
• La Asociación Justicia Legítima apoya la
democratización emprendida por el gobierno nacional y dice que "esto no va
a parar".
• La diputada Elisa Carrió denuncia penalmente a la
Inspección General de Justicia, mientras su colega Patricia Bullrich suma
denuncias contra un hipotético "cepo informativo".
• Después de tres meses de parálisis se reúne el Consejo
de la Magistratura y entre sus primeras citaciones figuran tres jueces de
causas de alto contenido político.
• Una nueva sentencia a
María Julia Alsogaray, ahora a cuatro años de prisión por peculado y
defraudación.
• La Justicia chilena,
según los diarios argentinos, aceptará extraditar al ex juez Otilio Romano,
fugado de Mendoza por delitos de lesa humanidad.
• El traslado del
monumento a Cristóbal Colón a Mar del Plata está demorado por un amparo judicial
que suspende por ahora las obras.
• Principal título del
diario Tiempo Argentino: "La reforma judicial suma apoyos antes del fallo
de la corte". Idem de La Nación: "Presiones del gobierno para que la
Corte falle a su favor". En Página/12 se destaca a la Procuradora General
de la Nación, Alejandra Gils Carbó: "La fuente de autoridad reside siempre
en el pueblo". Y en Clarín: "Avance contra la Justicia. Ante el inminente fallo de la Corte, el oficialismo prepara su estrategia".
Algo está mal cuando
titulares así describen, o pretenden hacerlo, el estado de un país.
En definitiva, la Corte
hizo básicamente dos cosas: los consejeros jueces, abogados y académicos
seguirán siendo elegidos por sus pares, no por el voto popular; y tampoco se
modifica el sistema de mayorías de dos tercios que la reforma preveía para el
Consejo. Y lo hizo a su modo sobrio y como ajeno, si bien la sonrisa del
Presidente Dr. Lorenzetti resultó ambigua.
Del otro lado, lo que
el gobierno pretende es acabar con el sistema semifeudal de prácticas arcaicas,
estilos virreinales y formalismos absurdos que distorsionan la impartición de
una justicia igualitaria y equitativa.
Y falta todavía la gran
cuestión, que ni el kirchnerismo ni la oposición se atreven a tocar: el juicio
por jurados, que aunque está dispuesto desde la Constitución de 1853, duerme un
sueño que ningún gobierno, jamás, fue capaz de implementar.
No son todos grandes
pasos, y algunos serán cuestionados, pero indican que se camina. También en la
hasta ahora intocable Justicia. Y ésa es la esperanza. •
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