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martes, 29 de octubre de 2013

EL DIA DESPUES DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS

Esto es lo que escribí hoy en el diario The Buenos Aires 

He aquí la versión en castellano:

Análisis y perspectivas después de votar

Como cuando los niños no quieren aprender, gran parte de la clase política argentina –y sus mayores: el aparato político-periodístico que los orienta– se ha acostumbrado a ver solamente lo que quiere ver aunque no se corresponda con la realidad. Ésa parece ser la conclusión más inmediata y precisa del notable proceso electoral de este domingo que pasó.

Conviene mirar hechos y datos concretos para corroborarlo, justo cuando se cumplen, pasado mañana jueves, 30 años de la histórica elección que consagró presidente a Raúl Alfonsín y marcó el regreso de la democracia en este país. Ahora el 76 % de los 30 millones de argentinos/as habilitados votó en libertad y con notable entusiasmo, o sea 6% más ciudadanos que en las PASO de agosto pasado.

Se eligieron 127 diputados nacionales y 24 senadores ídem y los comicios fueron excepcionalmente limpios, veloces e incuestionables. Según el ministro Florencio Randazzo, "los más organizados de los últimos treinta años".

La voluntad popular se expresó, más allá de gustos o preferencias, con una claridad y contundencia muchísimo mayores que las interesadas y en muchos casos retorcidas interpretaciones de dirigentes, encuestadores y columnistas. El simple repaso de los resultados transparenta las cosas. A saber:

1– El partido de gobierno (Frente para la Victoria y aliados) se consolidó como fuerza mayoritaria con presencia en todo el territorio nacional. Ganó en 12 provincias, o sea la mitad del país: Chaco, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, La Rioja, Misiones, Río Negro, Salta, San Juan, Santiago del Estero, Tucumán, Tierra del Fuego.

Con el 33.27 % de los votos para diputados logró 47 bancas y aumentó su representación parlamentaria (tendrá cinco diputados más que el viernes anterior a la elección, con lo que alcanza 130 en total). Para senadores obtuvo el 39.37 % de los votos totalizando 40 bancas, con lo que tendrá quorum propio en ambas cámaras del Congreso.

2– La Unión Cívica Radical con sus aliados se consolidó como la segunda fuerza política nacional con presencia en todos los distritos y el 24.68% de los votos de todo el país.
La UCR ganó en 4 provincias: Catamarca, Corrientes, Mendoza y Santa Cruz. Y con el 23,28% de los votos a diputados logró 36 bancas (tendrá 61 en total) y tres bancas senatoriales con el 22.70% de los votos para senadores (tendrá 19 en total).

3– El Frente Renovador recibió el 12,24 % de los votos, aunque concentrados en un único distrito: la Provincia de Buenos Aires, en la cual venció por una importante diferencia y con el 43.92% de los votos bonaerenses para diputados. Obtuvo con aliados del peronismo no kirchnerista 26 bancas, para un bloque que totalizará 37.

4– Partidos provinciales de origen peronista triunfaron en Neuquén, Chubut, Jujuy, San Luis y Córdoba. Representan un total de 24.75% del electorado nacional.

5– El PRO, que va a tener senadores por primera vez, tiende a ser un partido nacional y no sólo municipal. Con el 39.27% obtuvo dos senadores en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que gobierna desde 2007. Y con 34.45% obtuvo 12 diputados nacionales. Con el 8.04 % de los votos totales del país y presencia en una decena de distritos, es ahora la cuarta fuerza política nacional.

6– Se consolida la izquierda en varios distritos y obtiene 3 diputados nacionales en una notable elección. En las provincias de Buenos Aires, Salta y Mendoza, y ahora también en Chaco, Formosa y Jujuy se convierte en refugio de disconformes. Lo que no significa necesariamente un ascenso del trotskismo alineado en el Partido Obrero (PO).

Hasta aquí los datos, que en una elección son los que hablan. Lo demás son interpretaciones. Los recuerdos del ascenso de Francisco de Narváez en 2009, las polarizaciones ideológicas y las supuestas "palizas" al gobierno son, finalmente, nada más que deseos no probados. De hecho muchos de los votos por derecha muestran aparentes equivalencias entre el Pro y el FR con vistas a 2015, pero esa también es una igualdad discutible y no del todo segura.

De hecho Mauricio Macri se despegó velozmente de toda posible alianza con Sergio Massa. Dijo: "En 2015 en las listas del PRO no va a haber ningún ex integrante de un Gabinete nacional". Replicó Massa al día siguiente: “Pensar en 2015 es una falta de respeto”. Y es que son dos gallos en oferta para una misma dama, la República. Claro que sus seguidores ya empezaron los pases: tres diputados electos el domingo por el FR se pasaron, en menos de 24 horas, al PRO: Soledad Martínez, Gladys González y Christian Gribaudo. Una película que recién empieza.

No obstante todo ello, y el carnaval de radio y televisión que cuando se lee esta nota lleva ya tres días, habría que reconocer que el gran triunfador de las elecciones, como de la política argentina de este tiempo, es el periodismo ideológico-económico. Construyeron ahora a Massa, como antes a Macri, a Julio Cobos y a varios más, y no se visualiza manera alguna de contenerlos cuando van por más –ellos sí­– aparentemente decididos a doblegar incluso a la Corte Suprema de Justicia.

El periodista televisivo hoy emblemático de estas intenciones sugirió varias veces, la noche del domingo, que la Presidenta podría no terminar su mandato y deslizó que quizás su enfermedad fue una tramoya. Al día siguiente, el lunes, la renovada diputada Elisa Carrió se lanzó en el mismo sentido y estilo: "Hoy la Presidenta no está y no sabemos si vuelve".

El domingo quien hacía zapping encontraba en cada canal una fiesta, pero las celebraciones no eran por lo mismo. A treinta años de democracia y ante una fiesta popular como fue esta elección, la felicidad de cada quien obedeció a sus intereses, no al bien común.

Es inevitable pensar que ahí, quizás, anide el huevo de la serpiente. •


domingo, 27 de octubre de 2013

ALGUNAS REFLEXIONES A LA HORA DE VOTAR


Versión en Castellano:

En la misma semana en que el país va a votar, y al final de una campaña caliente como pocas, se produce el tercer gran accidente ferroviario en un año y medio. Es raro.

Las pericias de los dos siniestros anteriores determinaron la responsabilidad de los motorman, y todo indica que en este caso también. Al menos el maquinista Julio Benítez ya declaró ante el juez que "el tren funcionaba bien" y que "no recuerda" más, aunque el disco duro de las cámaras del tren estaba en su mochila y resultó destruído. Muy raro.

Lo evidente es que fueron "fallas humanas" las que produjeron los tres siniestros, que tienen varios otros puntos en común: los tres fueron más o menos a la misma hora pico matutina; los dirigentes ferroviarios rechazaron toda responsabilidad; los grandes diarios y algunos columnistas se apresuraron a condenas fáciles e hicieron un festival opositor de cada accidente, aunque luego no se rectificaron.

Como sea, el abogado patrocinante de la mayoría de las víctimas –Gregorio Dalbón– está pidiendo que se investigue a sindicalistas y reclama entrecruzamiento de llamadas en la búsqueda de posibles amenazas a los maquinistas. Y sigue siendo un enigma el caso del motorman Leonardo Andrada, que fue quien entregó la formación a su colega Marcos Córdoba al amanecer del primer siniestro en Once, que causó más de 50 muertes. La declaración testimonial de Andrada dicen que fue decisiva, pero también mortal: lo asesinaron de seis balazos dizque para robarle un celular. Rarísimo.

En este contexto presuntamente mafioso –no tanto como los crímenes del narcotráfico en Rosario y en Córdoba, sólo que estos todavía son contenidos periodísticamente porque allí no hay administraciones kirchneristas– el país todo, presionado y confundido como pocas veces antes, está votando al mismo tiempo que los lectores leen esta nota.

No es difícil describir –recordar– cómo se llegó hasta aquí. Decir que la campaña fue sucia es un modo de resumirlo. Más certero es declarar que también fue una campaña mentirosa, dicho sea en el sentido de que hubo más chicanas que propuestas, y que las seudopropuestas en realidad fueron consignas en muchos casos vacías de contenido y significado.

Primero fue el caso de Juan Cabandié, a quien se diría que le tendieron una trampa sobre la que él mismo se hizo. Porque cualquiera puede cometer errores, pero no es lo mismo cuando los comete un candidato a diputado nacional oficialista en una campaña caliente. Sus errores necesariamente se verán magnificados, y la malignidad en la política es conocida, está estudiada y no debería sorprender a nadie, aunque es un hecho que siempre sorprende. Y no sólo en la Argentina: las campañas electorales en todo el mundo suelen ser sucias casi por definición.

Como sea, Cabandié no tuvo en cuenta que con las nuevas tecnologías y los celulares que cualquiera tiene, todo puede ser registrado por cámaras indiscretas y con las peores intenciones. También pudo ser cuestionable su argumentación de ser hijo de desaparecidos, y el haber pedido un "correctivo" para la agente que lo interpelaba. Pero sobre todo su yerro fue ir a la televisión a "defenderse" cuando debió cortar el asunto de raíz antes de que alcanzara ribetes de escándalo. Alguien debió aconsejarle lo único y mejor que en un caso así debe hacer una persona honorable y con proyección política: escribir y hacer pública una brevísima carta asumiendo el error, pedir una disculpa a la interesada y llamarse a silencio. El caso no hubiera durado dos días.

En cambio, el episodio significó un triunfo de campaña de la oposición, una vez más apoyada en implacables odios mediáticos interesados sobre todo en condenar la política de Derechos Humanos del gobierno, y a organismos y representantes. Y también afectó a quien aparece como el candidato más intachable que tiene el kirchnerismo: el senador Daniel Filmus.

Pero más allá de este caso puntual, la ciudadanía se topó con candidatos y partidos que no explicitaron sus verdaderas intenciones. En algunos casos las ocultaron, las disimularon o –como en los '90– se dejaron llevar por el perverso apotegma menemista: "Si digo lo que verdaderamente pienso hacer, no me vota nadie".

Ése fue el caso de casi toda la oposición, que atacó al gobierno con más consignas que ideas. Repitieron las mismas acusaciones de los últimos meses, pero sin decir qué y cómo harán respecto de ítems específicos como el rol del Estado, la industrialización, el empleo, los impuestos, la educación, la salud y el rol de los bancos, por citar algunos ejemplos. Asuntos todos en los que el kirchnerismo tiene libretos muy afinados, guste o no y se les crea o no.

Con bastante pobreza conceptual, confusos por insinceros, y con más enojos que proposiciones, muchos candidatos opositores demostraron que ni siquiera sabían bien de qué estaban hablando cuando se dedicaron a repetir viejas recetas noventistas de ajustes, devaluación, endeudamiento y liberalizaciones.

Curiosamente, fueron muchos empresarios los que reconocieron, en un importante coloquio el fin de semana pasado, que enfriar la economía, abrir la importación y terminar con los controles va en contra de las políticas que garantizan desarrollo.

Y es que más allá de lo que digan los diarios y la tele, a muchas empresas no les va tan mal. Y no sólo eso: a muchas les va muy bien. Es el mismo país en el que las clases media y alta se quejan furiosamente por lo que llaman cepo cambiario, pero viajan por el mundo cada vez más. Habría que recordarles que hace algunos años había colas en consulados y aeropuertos para huir del país, no para hacer turismo. Recordarles cuando se devaluaba la moneda de un día para el otro y sólo los amigos del poder de turno estaban enterados; cuando se cerraban fábricas y aumentaba el desempleo; cuando no había paritarias y se recortaban los salarios, o cuando la inflación –aquélla sí, galopante– se comía los ingresos de los que todavía tenían ingresos.

Aquel país y aquellas políticas deberían ser mejor recordadas. Pero ya se sabe que esto es la Argentina. Un lugar en el mundo en el que cualquier cosa puede suceder.

En este contexto, sólo los diarios de mañana dirán qué quiere "el soberano", o sea el pueblo que cada tanto se expresa en las urnas. Como corresponde a una democracia. •


lunes, 7 de octubre de 2013

LOS LINKS DE ESTE BLOG

Recomiendo ver los links de este blog, que se encuentran navegando hacia la derecha y hacia abajo de estas palabras.
Ahora sumé el de la Casa del Lector, de Madrid, que dirige Kepa Osoro Iturbe. Se llama Lectura Bibliotecas LIJ, y puede ser muy interesante y útil. 
También siguen disponibles los blogs de Fajardo, Rudman, la Comisión de la Memoria y, en fin, los de la Fundación y sus respectivas páginas oficiales. 
Sugiero que los visiten.

domingo, 6 de octubre de 2013

EN CAMINO DE SER NUEVAMENTE UNA NACION DE LECTORES

Mi artículo de hoy en el The Buenos Aires Herald:

http://buenosairesherald.com/article/142255/on-the-way-to-becoming-a-nation-of-readers

He aquí la versión en castellano:


En medio de las novedades de la semana, dominadas por el nuevo conflicto con Uruguay derivado del inesperado permiso del Presidente José Mujica a la pastera UPM (ex Botnia) para que aumente su producción, esta columna prefiere no referirse a un asunto tan antipático que vuelve a enfrentar a dos naciones hermanas. Sobre todo ante el lamentable entusiasmo que produce en algunos medios y dirigentes opositores argentinos, que con tal de cuestionar al gobierno son capaces de sumarse a cualquier causa. Por lo tanto, en este artículo no se hablará este domingo de esas miserias, sino de uno de los aspectos más positivos de la democracia argentina de estos años.

Y no hay tema más poderoso, en este sentido, que el necesario elogio de la recuperación del pueblo argentino como sociedad lectora. Y es que después de haber sido la Argentina, por décadas, el país más adelantado de la lengua castellana en materia cultural, el desmoronamiento fue impactante. El autoritarismo que imperó entre 1966 y 1983 dejó secuelas, algunas sutiles e imperceptibles, y entre ellas la fractura de aquella Argentina lectora y culta que alguna vez fuimos, reconvertida penosamente en una nación de no lectores.

En 1983 nadie sabía cuánto ni cómo había sido afectada la lectura en esta nación. Porque la Argentina había sido el país más lector de América Latina e incluso de toda la lengua castellana: principal productor de libros del continente y primer exportador de libros y revistas a toda América y a España, incluso casi todo el conocimiento universal —en la literatura, la filosofía, la ciencia y la tecnología— se traducía primero en la Argentina y desde aquí se irradiaba a América y España en nuestra lengua. Millones de ejemplares de libros y revistas salían de las imprentas de este país, que era, sin dudas, una nación de lectores.

Aquello fue posible porque el imaginario social, desde fines del Siglo 19, estuvo vinculado a la lectura. Los inmigrantes y los criollos estaban convencidos de que el ascenso social de sus hijos y nietos no era sólo una ecuación económica, sino que dependía de la lectura como camino hacia el saber y el conocimiento. Por eso los sindicatos, los primeros partidos políticos, las sociedades de fomento, los clubes de barrio y las cooperativas de todo el país se organizaban en bibliotecas amigas y rápidamente creaban las propias. El ascenso social –era el convencimiento general– sólo iba a cumplirse por medio de la lectura, que fue protagonista poderosa de la construcción de aquella Argentina sin analfabetos y cuyo consumo de libros y revistas era altísimo y constante.

Todo eso se perdió, después, cuando la lectura y el libro fueron demonizados. Cuando la censura, el miedo y el discurso autoritario y perverso de que el libro era subversivo prendió en casi todos los sectores sociales. Parece mentira pero hasta hace apenas treinta años en este país el libro era subversivo porque el saber lo era. El conocimiento, el pensamiento creativo, la libre expresión de las ideas, todo era considerado peligroso. Grandes casas editoriales, y bibliotecas enteras, fueron arrasadas, millones de libros quemados y decenas de periodistas, escritores y poetas asesinados.

Así, en el imaginario colectivo, la lectura y el libro que habían sido fundantes de la aspiración de ascenso social, terminaron siendo un desaparecido más. Y puesto que desapareció incluso de la escuela argentina, y se convirtió en un problema educativo grave, pronto el resultado saltó a la vista.

Puede decirse que entre 1984 y 2000 el esfuerzo por re-prestigiar a la lectura fue más bien silencioso, marginal. Si bien las ferias de libros en todo el país, siguiendo el ejemplo de la porteña, mostraron una paulatina recuperación, y más allá de la importante y creciente producción intelectual, el problema de la poca lectura persistió.

Fue apenas a finales del siglo, exactamente en 1999, cuando se reinició una política que después derivó en lo que es hoy el Plan Nacional de Lectura, que depende del Ministerio de Educación de la Nación. El cual, por lo menos desde la gestión de Andrés Delich durante el gobierno de la Alianza, y luego con las de Daniel Filmus, Juan Carlos Tedesco y Alberto Sileoni se ha venido afianzando año a año, y ministro a ministro, con una consistencia digna de reconocimiento.

Gracias a renovados programas de fomento de la lectura en todos los niveles, y con la firme participación de organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil, en la última década nuestro país se está recuperando como sociedad lectora.

Y a esto lo sabemos no por mera intuición, sino porque lo medimos. La Fundación que este columnista preside en el Chaco tiene un Observatorio de Lectura que se puede consultar en Internet y para el cual la semana pasada la reconocida empresa Ibarómetro realizó una encuesta nacional que arrojó algunos datos por primera vez entusiasmantes. Por ejemplo:

            * El 38,9 % de más de mil encuestados en todo el país reconoce leer menos que antes, pero el 29,3 % dice leer más que antes y el 25,6 % igual que antes.
            * El 45,8 % de los lectores recuerda haber sido estimulado a leer cuando era niño/a.
            * El 68,2 % de los argentinos lee entre uno y cinco libros cada seis meses. Y más de un cuarto de la población encuestada (el 26,6 %) lee cinco libros o más cada seis meses.
            * El 26,9 % de los encuestados siente a la lectura como una práctica obligatoria, pero el 46,1 % la considera formativa, educativa y cultural. Y solamente el 17,9 % la considera recreativa.
            * Respecto de la influencia de Internet, la encuesta de Ibarómetro confirma expectativas y comprobaciones: descontados los argentinos que no usan internet (el 35,8% de la población), más de la mitad del 64,2 % restante que sí navega declara que Internet los ha estimulado a leer. Y más de la mitad de ellos son menores de 30 años.

Por supuesto que aún queda mucho camino por recorrer. Pero en el buen camino estamos.