http://buenosairesherald.com/article/142255/on-the-way-to-becoming-a-nation-of-readers
He aquí la versión en castellano:
En
medio de las novedades de la semana, dominadas por el nuevo conflicto con
Uruguay derivado del inesperado permiso del Presidente José Mujica a la pastera
UPM (ex Botnia) para que aumente su producción, esta columna prefiere no
referirse a un asunto tan antipático que vuelve a enfrentar a dos naciones
hermanas. Sobre todo ante el lamentable entusiasmo que produce en algunos
medios y dirigentes opositores argentinos, que con tal de cuestionar al
gobierno son capaces de sumarse a cualquier causa. Por lo tanto, en este
artículo no se hablará este domingo de esas miserias, sino de uno de los
aspectos más positivos de la democracia argentina de estos años.
Y no
hay tema más poderoso, en este sentido, que el necesario elogio de la
recuperación del pueblo argentino como sociedad lectora. Y es que después de
haber sido la Argentina, por décadas, el país más adelantado de la lengua
castellana en materia cultural, el desmoronamiento fue impactante. El autoritarismo que imperó entre 1966 y
1983 dejó secuelas, algunas sutiles e imperceptibles, y entre ellas la fractura
de aquella Argentina lectora y culta que alguna vez fuimos, reconvertida
penosamente en una nación de no lectores.
En 1983 nadie
sabía cuánto ni cómo había sido afectada la lectura en esta nación. Porque la Argentina había sido el país más lector de América
Latina e incluso de toda la lengua castellana: principal productor de libros
del continente y primer exportador de libros y revistas a toda América y a
España, incluso casi todo el conocimiento universal —en la literatura, la
filosofía, la ciencia y la tecnología— se traducía primero en la Argentina y
desde aquí se irradiaba a América y España en nuestra lengua. Millones de
ejemplares de libros y revistas salían de las imprentas de este país, que era,
sin dudas, una nación de lectores.
Aquello fue posible porque el imaginario social,
desde fines del Siglo 19, estuvo vinculado a la lectura. Los inmigrantes y los
criollos estaban convencidos de que el ascenso social de sus hijos y nietos no
era sólo una ecuación económica, sino que dependía de la lectura como camino
hacia el saber y el conocimiento. Por eso los sindicatos, los primeros partidos
políticos, las sociedades de fomento, los clubes de barrio y las cooperativas de
todo el país se organizaban en bibliotecas amigas y rápidamente creaban las
propias. El ascenso social –era el convencimiento general– sólo iba a cumplirse
por medio de la lectura, que fue protagonista poderosa de la construcción de
aquella Argentina sin analfabetos y cuyo consumo de libros y revistas era
altísimo y constante.
Todo eso se perdió, después, cuando la lectura y
el libro fueron demonizados.
Cuando la censura, el miedo y el discurso autoritario y perverso de que el
libro era subversivo prendió en casi todos los sectores sociales. Parece
mentira pero hasta hace apenas treinta años en este país el libro era
subversivo porque el saber lo era. El conocimiento, el pensamiento creativo, la
libre expresión de las ideas, todo era considerado peligroso. Grandes casas
editoriales, y bibliotecas enteras, fueron arrasadas, millones de libros
quemados y decenas de periodistas, escritores y poetas asesinados.
Así, en el imaginario colectivo, la lectura y el libro que habían sido
fundantes de la aspiración de ascenso social, terminaron siendo un desaparecido
más. Y puesto que desapareció incluso de la escuela argentina, y se convirtió
en un problema educativo grave, pronto el resultado saltó a la vista.
Puede decirse que entre 1984 y 2000 el esfuerzo
por re-prestigiar a la lectura fue más bien silencioso, marginal. Si bien las
ferias de libros en todo el país, siguiendo el ejemplo de la porteña, mostraron
una paulatina recuperación, y más allá de la importante y creciente producción
intelectual, el problema de la poca lectura persistió.
Fue apenas a finales del siglo, exactamente en
1999, cuando se reinició una política que después derivó en lo que es hoy el
Plan Nacional de Lectura, que depende del Ministerio de Educación de la Nación.
El cual, por lo menos desde la gestión de Andrés Delich durante el gobierno de
la Alianza, y luego con las de Daniel Filmus, Juan Carlos Tedesco y Alberto
Sileoni se ha venido afianzando año a año, y ministro a ministro, con una
consistencia digna de reconocimiento.
Gracias
a renovados programas de fomento de la lectura en todos los niveles, y con la
firme participación de organizaciones no gubernamentales y de la sociedad
civil, en la última década nuestro país se está recuperando como sociedad
lectora.
Y a
esto lo sabemos no por mera intuición, sino porque lo medimos. La Fundación que
este columnista preside en el Chaco tiene un Observatorio de Lectura que se
puede consultar en Internet y para el cual la semana pasada la reconocida
empresa Ibarómetro realizó una encuesta nacional que arrojó algunos datos por
primera vez entusiasmantes. Por ejemplo:
* El 38,9 % de más de mil
encuestados en todo el país reconoce leer menos que antes, pero el 29,3 % dice
leer más que antes y el 25,6 % igual que antes.
* El 45,8 % de los lectores recuerda
haber sido estimulado a leer cuando era niño/a.
* El 68,2 % de los argentinos lee
entre uno y cinco libros cada seis meses. Y más de un cuarto de la población
encuestada (el 26,6 %) lee cinco libros o más cada seis meses.
* El 26,9 % de los encuestados siente
a la lectura como una práctica obligatoria, pero el 46,1 % la considera
formativa, educativa y cultural. Y solamente el 17,9 % la considera recreativa.
* Respecto de la influencia de
Internet, la encuesta de Ibarómetro confirma expectativas y comprobaciones:
descontados los argentinos que no usan internet (el 35,8% de la población), más
de la mitad del 64,2 % restante que sí navega declara que Internet los ha
estimulado a leer. Y más de la mitad de ellos son menores de 30 años.
Por
supuesto que aún queda mucho camino por recorrer. Pero en el buen camino
estamos.•
Bienvenidas sean estas cifras, Mempo. En la calle todos los días me encuentro con muchos lectores. Los que dicen que la gente ya no lee, es porque ellos mismos no leen.
ResponderEliminarSaludos!