http://buenosairesherald.com/article/193180/an-outlook--full-of-doubts
Y la versión en castellano, aunque esta vez no se publicó en Página/12:
Esta columna se escribe
durante un fin de semana que es comicial en varios puntos del país, y también
en Grecia, donde el pueblo heleno define su destino sometido a una feroz,
inmoral presión económica.
Y se leerá, claro, resuelto el
choque futbolero de la selección nacional del otro lado de la cordillera, donde
las barras bravas chilenas escupen absurdos odios a todo lo argentino.
Escritura y lectura estarán
signadas, como sea, por un panorama político local que necesariamente se completa
con otros hechos notables: por un lado el desesperado intento de la arcaica
"Familia Judicial" —corporación que sigue ciega después del papelón
Nisman— por reponer al Sr. Luis Cabral en un tribunal donde hace años lo
pusieron a dedo y ahora lo sacaron ley en mano.
Y por otro la insólita, reprochable
propuesta de la Unión Industrial Argentina en la OIT, en Ginebra, de impulsar un
dizque "acuerdo social" cuyo objetivo evidente es bajar salarios y
cancelar paritarias por los próximos dos años, y detrás del cual parecen estar
economistas vinculados a todos los candidatos presidenciales.
Lo cierto es que la cuestión
que impera en estos días en las mesas donde se habla de política —es decir,
casi todas las mesas de casi todos los comederos de este país tan apasionado
como apasionante— es el proceso electoral que vive la Argentina. Y en especial,
más allá de escarceos locales y sinuosidades provincianas, las PASO nacionales de
Agosto próximo, en las que se decidirá quiénes contra quiénes competirán para
gobernar el próximo cuatrienio.
Ésa es la cuestión central y
excluyente, y lo es, quizás, porque la totalidad del electorado (largos 30 millones
de hombres y mujeres) conoce desde hace meses los nombres que se barajan y que
cada encuesta destaca a presunta conveniencia de quien la paga, pero no sabe
cuáles son los verdaderos planes de gobierno de esos candidatos.
Eso es consecuencia de la
carnavalización de la política argentina, devenida frívola competencia
televisiva y de spots, músicas estridentes, globos, colores y sonrisas muchas
veces forzadas, y en la que el careteo, la mentira y el ocultamiento impuestos
por el poder mediático hacen que gran parte de la ciudadanía ignore casi por
completo qué es lo que verdaderamente le esperará después de los comicios de
Octubre.
Es patético, y altamente
peligroso para la democracia, pero pareciera que hoy nadie —o si quieren, casi
nadie— sabe cuál será la conducta verdadera de los candidatos en caso de llegar
a la Casa Rosada.
Una confusión, se diría, que
más allá de inducida o producto nomás del deterioro ideológico contemporáneo,
puede llevar a sorpresas que el pueblo argentino no querría ni imaginar.
En la oposición esto es más
que evidente: cualquier persona informada y atenta a los datos de la realidad y
de la historia, sabe que los señores Macri, Massa, Sanz y De la Sota, por lo
menos, no son sinceros cuando son elusivos respecto de asuntos fundamentales
cuyos títulos son: ajuste, fondos buitres, endeudamiento externo, privilegios
sostenidos, riqueza de ricos y pobreza de pobres, impuestos y reforma política,
educación y leyes sociales, y corrupción en las altas esferas del mundo empresarial,
banquero, sindical, judicial, policial y cuantimás.
Así, no es exagerado temer
que la AUH, Aerolíneas, YPF, los ferrocarriles y las diversas políticas de
estímulo al consumo popular puedan ser nuevamente demolidos. No lo dicen, y lo
negarán hasta el último día previo al comicio, pero es lo que muy probablemente
hará la mayoría de los hoy candidatos: destruir todo lo bueno conseguido con el
cambio de rumbo de los últimos doce años. Para eso están alistándose los diversos
batallones de economistas, abogados, periodistas y operadores al servicio de
las causas más retrógradas que llevaron a la Argentina de hace 40, 20 y 15
años, como ahora a Grecia, al desastre.
Es curioso, en tal contexto,
que tanta ciudadanía coincida en esa frase harto repetida —"los argentinos
no tienen memoria"—, que es la misma que repiten de sí todos los pueblos
del mundo y que se escucha hasta el hartazgo en España y Rusia, en Chile e
Italia, en Portugal, Grecia y los Estados Unidos y seguramente en China, India
y dondequiera.
A eso se suman otras dudas
generalizadas en infinitas mesas de discusión política: ¿Era indispensable, o
inevitable, resignar posiciones? ¿Era ineludible que después de conquistas y
avances ahora todo "lo que importa es ganar "? ¿Para avanzar hay que
retroceder? ¿Otra vez retrocesos dizque estratégicos?
Amigos respetables opinan
que es mejor no hacerse ni estas ni otras preguntas. Otros aconsejan votos de
confianza, llenos de renovada fe. Pero la fe no gana elecciones. Ni ganarlas garantiza
resultados políticos posteriores. Ahi está, sin ir muy lejos, el caso del esta
semana homenajeado Carlos Menem, continuador y profundizador del espanto que
nos dejó la Dictadura, hijo putativo de Bernardo Neustadt y padrino del Sr.
Domingo Cavallo.
Las dudas no definen nada,
está claro. Pero tampoco hay que enfadarse ante ellas. Sobre todo cuando son
hijas de la memoria. •