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sábado, 27 de febrero de 2016

Lecturario # 47 - SOBRE DERECHOS DE AUTOR, Burnett, Cueto.

A propósito de los Derechos de Autor

Últimamente observo, con moderada preocupación, que en Internet y en general en las comunicaciones virtuales y en las redes sociales prácticamente no se reconocen los derechos de autor.
            Se reproducen obras sin autorización y en la abrumadora mayoría de los casos no se piden permisos ni se reconocen derechos posteriormente. Esto causa un indeterminado perjuicio a miles de autores/as de todo el mundo y todas las lenguas.
            Claro que también es verdad que mediante internet se universalizan y hasta pueden popularizarse obras que nadie hubiese conocido en los formatos tradicionales. En algunos casos, incluso, eso puede generar masivas aceptaciones e incluso, indirectamente, brindar enormes beneficios económicos.
            Con defensores y detractores, es un hecho incontestable que esto está sucediendo y que ha venido a cambiar reglas de juego tradicionales.
            Y además es evidente que internet ha traído al mundo del conocimiento y del arte, y en particular a la expresión escrita, una doble característica de consecuencias polares: por un lado democratiza; por otro pervierte la propiedad intelectual. Lo primero sin dudas positivo y fantástico; lo segundo peligroso porque deviene sistema abusivo de la creatividad y el talento de muchas personas.
            Una buena respuesta es la que mi amigo y maestro, el extraordinario dramaturgo Tito Cossa, impulsó hace unos años cuando fue presidente de Argentores: si en Internet no todo es gratuito y hay quienes ganan dinero publicando nuestras obras, entonces los autores debemos cobrar derechos.
            En mi caso, al igual que cualquier otro autor/ora, siempre aspiré y aspiro a ser leído. Claro que consciente siempre de que así como halaga la circulación de los textos que hemos escrito, también fastidia ver que los cuentos y novelas que escribimos, libros enteros, están en la web y cualquiera puede bajarlos en pdf sin que los autores nos enteremos ni recibamos regalías.
            El asunto es muy complejo, porque a la vez yo pienso que quien baja mi texto es porque lo quiere leer y quizás no puede comprarlo, porque no lo encuentra en librerías o porque no tiene dinero. Y a mí lo que verdaderamente me importa es que esa persona quiere leer lo que yo he escrito. Entonces, ¿voy a impedir que lo haga, voy a reprocharlo? He ahí el conflicto, que es en cierto modo moral.
            Y además el formato e-book, que hace unos años parecía ser una vía adecuada de solución al asunto, al menos en mi caso y el de algunos colegas que conozco viene dando pobrísimos resultados.
            Quizás por todo esto, hasta ahora, privilegio el hecho de ser leído por sobre la defensa de mis derechos autorales. Pero no sé si no estoy equivocado.
            Por eso este posteo: porque me interesa conocer la opinión de los amigos/as que siguen esta página, si quieren expresarlas con gentil brevedad.

* Y ahora vuelvo a la tradicional forma de este Lecturario y declaro mi absoluto placer por un descubrimiento que me fue dado en una librería de viejo porteña. Reencontré una novelaza de William Riley Burnett: "Alta Sierra", publicada en 1946 por una desaparecida editorial y en traducción de Octavio Mas Samper.
            Esta novela significó un momento cumbre para el género negro, y fue llevada al cine en Hollywood con guión de Burnett y John Huston, dirección de Raoul Walsh y con Humphrey Bogart e Ida Lupino en los papeles estelares. Aparecida originalmente en 1940, fue un extraordinario suceso igual que otras dos novelas que hicieron célebre a Burnett y se convirtieron en clásicos del género: "Pequeño César" y "La jungla de cemento", ambas también llevadas al cine en esa década.
            Disfruté esta novela como la primera vez, hace un montón de años. Roy Earle es un personaje impactante, un hombre con peculiares códigos morales y una frialdad de ártico, que estuvo en prisión varios años y cuando sale es contratado para un robo sencillo y fácil, que le reportará miles de dólares. La acción, en la California en los años 30, es a la vez una pintura de época y un estudio sobre el carácter de un ladrón que es capaz de matar pero no se considera un criminal. Novela sin altibajos, hipocresías ni guiños, es dura por donde se la lea y leerla te deja, seguro, con la boca seca.

* Leo tambièn con placer, como todo lo suyo, a mi amigo y colega peruano Alonso Cueto, cuya obra es nutrida y multipremiada y ahora vi con alegría que también estimadísima en su país. De él ya comenté en otro Lecturario (el Nº 34) sus novelas "Cuerpos secretos" y "El susurro de la ballena".
            Ahora le tocó a "La pasajera", una historia yo diría típica de las que viene trabajando Cueto: la guerra entre el ejército peruano y la guerrilla autollamada Sendero Luminoso. En realidad una tragedia civil que enlutó a miles de familias peruanas y desencadenó la bestialidad y el horror tanto en supuestos libertarios de izquierda como en unas fuerzas armadas autodegradadas.
            Ésta es la historia de Delia, una joven provinciana que fue serialmente violada por oficiales y soldados, y de Arturo, el oscuro militar que con grado de capitán diriigió aquel horror de su soldadesca y años después se autocondena por la culpa que siente. Y en medio de ellos alguna buena gente limeña, solidaria y comprensiva, que años despuès ayuda a Delia a sobrevivir junto a su pequeña hija (nacida de aquellas violaciones feroces), mientras del otro lado el frío coronel que ordenó el horror durante aquella "guerra" ahora sufre el mal de Alzhaimer y es visitado por Arturo, su otrora ex subordinado que ahora lo odia visceralmente. Con cercanías a lo que suele considerarse culebrón, incluso por cierto final esperanzador cuando Delia decide huir de Lima y retornar a su pueblo en las montañas, en realidad se trata de una novela ejemplarmente latinoamericana de lo que algunos críticos todavía llaman el post-boom. (Seix Barral). *

jueves, 18 de febrero de 2016

SANTO OFICIO DE LA MEMORIA, en Italia

Muy feliz recibo la noticia: desde esta semana está en librerías de toda Italia mi novela SANTO OFICIO DE LA MEMORIA, en exquisita traducciòn de Pierpaolo Marchetti (quien ya tradujo varios de mis otros libros). Hay quienes piensan que es mi novela emblemática de la inmigración italiana a América, y aunque sólo fuera por eso ésta edición es para mí especialmente celebratoria.