A propósito de los Derechos de Autor
Últimamente
observo, con moderada preocupación, que en Internet y en general en las
comunicaciones virtuales y en las redes sociales prácticamente no se reconocen
los derechos de autor.
Se reproducen obras sin autorización
y en la abrumadora mayoría de los casos no se piden permisos ni se reconocen
derechos posteriormente. Esto causa un indeterminado perjuicio a miles de
autores/as de todo el mundo y todas las lenguas.
Claro que también es verdad que mediante
internet se universalizan y hasta pueden popularizarse obras que nadie hubiese
conocido en los formatos tradicionales. En algunos casos, incluso, eso puede generar
masivas aceptaciones e incluso, indirectamente, brindar enormes beneficios
económicos.
Con defensores y detractores, es un
hecho incontestable que esto está sucediendo y que ha venido a cambiar reglas
de juego tradicionales.
Y además es evidente que internet ha
traído al mundo del conocimiento y del arte, y en particular a la expresión
escrita, una doble característica de consecuencias polares: por un lado
democratiza; por otro pervierte la propiedad intelectual. Lo primero sin dudas
positivo y fantástico; lo segundo peligroso porque deviene sistema abusivo de
la creatividad y el talento de muchas personas.
Una buena respuesta es la que mi amigo
y maestro, el extraordinario dramaturgo Tito Cossa, impulsó hace unos años
cuando fue presidente de Argentores: si en Internet no todo es gratuito y hay
quienes ganan dinero publicando nuestras obras, entonces los autores debemos
cobrar derechos.
En mi caso, al igual que cualquier otro
autor/ora, siempre aspiré y aspiro a ser leído. Claro que consciente siempre de
que así como halaga la circulación de los textos que hemos escrito, también
fastidia ver que los cuentos y novelas que escribimos, libros enteros, están en
la web y cualquiera puede bajarlos en pdf sin que los autores nos enteremos ni
recibamos regalías.
El asunto es muy complejo, porque a
la vez yo pienso que quien baja mi texto es porque lo quiere leer y quizás no
puede comprarlo, porque no lo encuentra en librerías o porque no tiene dinero. Y
a mí lo que verdaderamente me importa es que esa persona quiere leer lo que
yo he escrito. Entonces, ¿voy a impedir que lo haga, voy a reprocharlo? He
ahí el conflicto, que es en cierto modo moral.
Y además el formato e-book, que hace unos años parecía ser
una vía adecuada de solución al asunto, al menos en mi caso y el de algunos
colegas que conozco viene dando pobrísimos resultados.
Quizás por todo esto, hasta ahora,
privilegio el hecho de ser leído por sobre la defensa de mis derechos
autorales. Pero no sé si no estoy equivocado.
Por eso este posteo: porque me
interesa conocer la opinión de los amigos/as que siguen esta página, si quieren
expresarlas con gentil brevedad.
* Y ahora
vuelvo a la tradicional forma de este Lecturario y declaro mi absoluto placer
por un descubrimiento que me fue dado en una librería de viejo porteña. Reencontré
una novelaza de William Riley Burnett: "Alta Sierra", publicada en 1946
por una desaparecida editorial y en traducción de Octavio Mas Samper.
Esta novela significó un momento
cumbre para el género negro, y fue llevada al cine en Hollywood con guión de
Burnett y John Huston, dirección de Raoul Walsh y con Humphrey Bogart e Ida
Lupino en los papeles estelares. Aparecida originalmente en 1940, fue un extraordinario
suceso igual que otras dos novelas que hicieron célebre a Burnett y se
convirtieron en clásicos del género: "Pequeño César" y "La
jungla de cemento", ambas también llevadas al cine en esa década.
Disfruté esta novela como la primera
vez, hace un montón de años. Roy Earle es un personaje impactante, un hombre con
peculiares códigos morales y una frialdad de ártico, que estuvo en prisión
varios años y cuando sale es contratado para un robo sencillo y fácil, que le
reportará miles de dólares. La acción, en la California en los años 30, es a la
vez una pintura de época y un estudio sobre el carácter de un ladrón que es
capaz de matar pero no se considera un criminal. Novela sin altibajos, hipocresías
ni guiños, es dura por donde se la lea y leerla te deja, seguro, con la boca
seca.
* Leo tambièn con
placer, como todo lo suyo, a mi amigo y colega peruano Alonso Cueto, cuya obra
es nutrida y multipremiada y ahora vi con alegría que también estimadísima en
su país. De él ya comenté en otro Lecturario (el Nº 34) sus novelas
"Cuerpos secretos" y "El susurro de la ballena".
Ahora le tocó a "La
pasajera", una historia yo diría típica de las que viene trabajando Cueto:
la guerra entre el ejército peruano y la guerrilla autollamada Sendero
Luminoso. En realidad una tragedia civil que enlutó a miles de familias peruanas
y desencadenó la bestialidad y el horror tanto en supuestos libertarios de
izquierda como en unas fuerzas armadas autodegradadas.
Ésta es la historia de Delia, una
joven provinciana que fue serialmente violada por oficiales y soldados, y de Arturo,
el oscuro militar que con grado de capitán diriigió aquel horror de su
soldadesca y años después se autocondena por la culpa que siente. Y en medio de
ellos alguna buena gente limeña, solidaria y comprensiva, que años despuès ayuda
a Delia a sobrevivir junto a su pequeña hija (nacida de aquellas violaciones
feroces), mientras del otro lado el frío coronel que ordenó el horror durante
aquella "guerra" ahora sufre el mal de Alzhaimer y es visitado por
Arturo, su otrora ex subordinado que ahora lo odia visceralmente. Con cercanías
a lo que suele considerarse culebrón, incluso por cierto final esperanzador cuando
Delia decide huir de Lima y retornar a su pueblo en las montañas, en realidad
se trata de una novela ejemplarmente latinoamericana de lo que algunos críticos
todavía llaman el post-boom. (Seix Barral). *
Qué dilema para ustedes los escritores. Efectivamente muy complejo el tema. Las copias de libros o cuentos en .pdf que he visto circular en la web son para descargar gratis. Por lo general son malas copias y es incómodo leerlas así que pensaría que quien las descarga lo hace porque no puede comprar el libro y realmente desea o necesita leerlo.
ResponderEliminarRecomiendo breve crónica en Revista Anfibia sobre la piratería de películas en Perú: http://www.revistaanfibia.com/cronica/la-fama-arruino-al-pirata/
"Para un país con una de las conexiones a Internet más lentas del mundo y casi huérfano de filmotecas, lo que trae consigo la piratería no se condena, se elogia. Un gran número de directores peruanos van por sí mismos a entregar su película a los piratas, porque la mayoría de ellos le adeudan al Pasaje 18 su educación audiovisual. El documentalista Javier Corcuera lo explica mejor que nadie en la dedicatoria de su cinta La espalda del mundo. Esta dice: “A Polvos Azules, por democratizar la cultura”.
Es un tema! Yo soy asidua lectora de textos en Internet, en general leo mucho y no compro libros. Los bajo de sitios que los ofrecen gratis y se pueden bajar de forma legal. Evidentemente no son libros muy actuales, sino clásicos de la literatura y de dominio publico que te permite una lectura casi ilimitada de excelentes libros. El costo de los libros impresos y la facilidad de obtenerlos de la web gratis hace que muchos lectores optemos por esta modalidad. Entiendo tu punto de vista, lógicamente.
ResponderEliminarCreo que lo más importante es llegar a los lectores y lo injusto sería que alguien lucre sin pagar derechos. Si se ofrecen los libros gratuitamente la literatura cumpliría su función más profunda y además un plus de justicia social: los que no tienen dinero para comprar los libros de este modo podrían leerlos.
ResponderEliminarTambién podríamos ampliar la discusión a la supuesta legalidad de grandes Editoriales que en muchos casos no declaran la tirada completa o la cantidad real de ejemplares de una reedición o a si es justo que el autor cobre solo el 10% del precio de venta en concepto de derechos. Mi opinión personal es que no es justo, menos aún en los textos de ficción de grandes autores donde la intervención de la editorial es mínima.
Dos casos interesantes para conocer y pensar son los de Hernán Casciari con la revista “Orsai” y Adrián Paenza con su libro “Matemática ¿estás ahí?”. Ambos utilizaron la estrategia de ofrecer también gratis su producción en internet y eso no perjudicó la venta de la revista y el libro impresos. Quizás, en algunos casos, la decisión de comprar hoy un libro, un disco, etc., es más una toma de posición y un acompañamiento amoroso y consciente a los artistas que admiramos y valoramos; eso quizás tenga más valor que comprarlos porque no queda otra opción.