El laberinto y el hilo
Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)
Por cierto, como si la mención de mis hijas las hubiera convocado, acabo de encontrar una fotografía en blanco y negro en la que ambas me rodean, la noche de la ceremonia de recepción del Premio Nacional de Novela, en Querétaro. Me enternece ver esas dos niñas transparentes junto a ese barbudo de traje y lleno de asombro y temores que fui veintitantos años atrás.
Este modo del azar, que juega con los recuerdos y hace que una cosa convoque a otra, en imprevisible ilación, me fascina desde siempre. Borges fue, se sabe, un maestro en la materia: buena parte de su literatura se nutrió de lo inesperado, o al menos él así solía declararlo además de que nos dejó sus habituales, brillantes, enigmáticos y/o certeros comentarios sobre los mandatos y los modos del azar.
Con mucho menor talento, sabiduría y rigor, lo que a mí me sucede es que sencillamente me dejo llevar y así surge la escritura que estimo mejor. La mía, estoy diciendo. Que me parece más poderosa cuando es fruto de lo imprevisto y nace determinada por el mero fluir. Pensabas y escribías una cosa, y el puro gesto escritural incendia todo lo anterior y genera nuevos rumbos. Algo así. Y es grandioso cuando esto sucede, porque no sucede —claro que no— todos los días.
Ése fue el modo, ahora lo advierto, que prefiguró mi trabajo por años. Sobre todo desde finales del 83 e inicios del 84, yo ya me sentía prácticamente enfermo de literatura. Desde abril del 82 venía escribiendo, sin saberlo y sin planes, lo que después sería mi novela SANTO OFICIO DE LA MEMORIA. De esto hablaré más adelante, seguro, pero ahora me doy cuenta de que el fascinante azar jugó un fabuloso papel en esa tarea. Yo diría incluso que gracias al azar escribí esa novela con ninguna premeditación y toda alevosía. Ya volveré sobre esto. Porque ahora quiero ocuparme del Premio Nóbel que hace muy poquito le fue otorgado al maestro Mario Vargas Llosa.
Don Mario, el Nóbel y los merecimientos
Y es que una amiga y lectora me ha preguntado qué opino del Premio Nóbel de este año. Parece sugerir que, con mi supuesto silencio, no me jugué con una opinión pública. Pero eso no es verdad. Sí di a conocer mi opinión, en varios programas de radio y en este mismo blog en mi crónica de la Feria de Frankfurt, y la cual se reprodujo en diversos medios de Latinoamérica y Europa. Me pareció un Nóbel bien otorgado y lo celebré con estas palabras: "Vargas Llosa merece sin dudas este galardón, por su obra excepcional. Sus posiciones políticas, por erradas que nos parezcan, no invalidan la grandeza de por lo menos media docena de novelas que son y seguirán siendo fundamentales para la literatura latinoamericana”.
Ya hace mucho que pienso esto de Don Mario. De hecho, creo que su presencia en la Real Academia de la Lengua ha sido un factor de fortalecimiento del castellano americano, últimamente mejor reconocido por esa institución hasta hace pocos años tan conservadora. Claro que no comparto ni me gustan en general las opiniones políticas que de él se conocen cada tanto, y me choca completamente que sea accionista o copropietario (si lo es realmente, como escuché en España) de un diario tan mentiroso (al menos respecto de la Argentina) como "El País". Pero me encanta que él esté en la RAE, donde lo imagino aflojando las mordazas de la policía de la lengua que supo ser su Diccionario. Y me complace que haya ganado él el Nóbel, más allá de lo feo que resulta el verbo "ganar" para un reconocimiento literario.
También es cierto que hubiera sido igualmente merecido que en este 2010 que termina mañana el Nóbel se lo hubiesen otorgado a Carlos Fuentes, o a nuestro Juan Gelman. Pero así está bien. Don Mario es un estupendo y merecido Nóbel literario.
Por cierto, esto último quizás habilite una reflexión sobre los supuestos merecimientos. Porque, claro, cuán subjetivo es todo esto, ¿verdad?
Tengo a la mano un apunte de mediados de los 90 (me es difícil precisar la fecha) que no me resisto a reproducir porque viene a cuento, aunque se refiere a otro gran escritor:
"He pensado que últimamente Bioy Casares me cae gordo, pero me doy cuenta de que no se trata de Bioy mismo, sino, una vez más, de sus apologistas. Como los que envanecieron a Borges, a Saer, a Piglia y acaso lo harán en adelante con Aira. Bioy es una magnífica persona, un narrador notable y además un argentino exquisito, como les gusta pensarse a los de su clase y condición intelectual. Pero no es un escritor tan grande como se pretende. No está para el Nóbel y tampoco sé si realmente mereció el Cervantes. Sí ha escrito un par de libros que serán clásicos (pienso en "La invención de Morel" y en "Diario de la guerra del cerdo"; y un poco menos en "El sueño de los héroes") y como cuentista tiene relatos muy valiosos. Pero me resulta inevitable sentir que como cuentista es menor frente a Silvina Ocampo y a Borges, y ni se diga Cortázar. Y además sus otras novelas son muy desparejas, y algunas más bien pobretonas, especialmente "La aventura de un fotógrafo en La Plata", que desde el título mismo es francamente mala). Desde que murió Borges, que fue su gran amigo, hay escritores y periodistas que pareciera que se preparan para ser sus viudas literarias. Y ni se diga del siempre oportunista diario Clarín. Me pudren esas actitudes. Como fuere, lo mejor de Bioy ha ido apareciendo últimamente, en sus "Memorias" (un librito sabroso, lleno de encanto, sabiduría y sentido común, y digo "librito" porque me decepciona que en tan breve síntesis esté toda la evocación de un hombre que protagonizó el siglo XX literario argentino); y también en algunas declaraciones públicas como la que hizo para la revista Viva, en diálogo con María Elena Walsh: “Pienso que una fuerte vida intelectual es mala para la literatura. La literatura se hace en la casa, cada uno por su lado, y no charlando en cafés o luciéndose oratoriamente”. Para mí ése es el mejor Bioy ".
Lecturas:
Ya que de grandes escritores hablamos, comparto esta lectura maravillosa: cuentos y relatos breves, inéditos, de Franz Kafka, traducidos por el joven germanista colombiano Selnich Vivas Hurtado, quien tuvo la enorme gentileza de obsequiarme un ejemplar de su libro hace tres meses, cuando nos encontramos en un vuelo de Bogotá a Ezeiza.
Él se acercó a mí, dijo ser mi lector y me obsequió su libro, que es una verdadera joya, lamentablemente muy difícil de conseguir.
Este hombre, Selnich, joven y talentoso, además poeta y de los buenos, es un germanista que logró su Doctorado en 2008 en la Universidad de Freiburg, Alemania. Allí, según me contó, tuvo ocasión de hurgar en archivos desconocidos de Franz Kafka, entre los que encontró textos nunca traducidos al castellano, y encima textos llenos de humor inteligente, con apuntes de lecturas de sus autores predilectos y sobre todo con dibujos excepcionalmente interesantes. Yo no sabía que Kafka había sido un eximio dibujante, y en este libro titulado precisamente "Microcuentos y dibujos" (Biblioteca Clásica para Jóvenes Lectores, Editorial de la Universidad de Antioquia, Medellín, 2010) podemos descubrir al genio checo en versión inesperada, ni sórdido ni sombrío como se lo ha considerado siempre. Una joya de libro, que redescubre y sobre todo resignifica al autor de "La metamorfosis". El cual, viene al caso recordarlo, Borges consideraba que era el peor relato de Kafka, según recuerda Bioy precisamente en "Memorias" (Ed. Tusquets, 1994).