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viernes, 24 de agosto de 2012

Discurso de recepción del Premio IBBY Asahi 2012


Por el Programa de Abuelas Cuentacuentos de la Fundación. 
Londres, 23 de Agosto de 2012.

Ante todo, quiero agradecer a IBBY (International Board on Books for Young People) y al Jurado por este reconocimiento. Y también a ALIJA (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina) por haber propuesto para este premio a la Fundación que presido en el Chaco.
            El slogan de este Congreso es: "Cruzando fronteras: migraciones y traducciones" y a mí me trae fuertes recuerdos personales. En 1976 debí marchar al exilio por nueve años, y en México aprendí todo sobre fronteras y migraciones.
            Años después, cuando los argentinos recuperamos la Democracia, me encontré con un país diferente, en el que había muchas nuevas fronteras que cruzar. Después de muchos años de dictadura y autoritarismo, mucha gente en mi país, posiblemente la mayoría de la población, había abandonado el trabajo y el placer de leer.
            Este fue el origen de nuestra Fundación: la promoción de la lectura, con los ojos puestos en la literatura.
            En 1998, durante una gira por Alemania para presentar un nuevo libro, acompañé a una amiga de Mainz, cerca de Frankfurt, a visitar a su mamá, gravemente enferma en un hospital. Allí, mientras esperaba a mi amiga, vi que junto a cada cama una persona leía para cada paciente. Cuando salimos pregunté si se trataba de lecturas religiosas, y mi amiga dijo no, son voluntarias que leen novelas, cuentos y poemas para ayudar a bien morir a los enfermos.
            En el viaje de regreso pensé que, dados los serios problemas de mi región, el Chaco, en el Nordeste de Argentina, por entonces la de mayor desigualdad social, nosotros podíamos y debíamos organizar un voluntariado similar, pero para ayudar a nuestros niños a bien vivir.
            En 1999 empezamos el Programa de Abuelas Cuentacuentos. Sabíamos que en nuestra ciudad, Resistencia, en el corazón del Chaco sudamericano, la gran mayoría de los niños no había tenido oportunidad de compartir experiencias de lectura basadas en el afecto y la belleza conceptual y estética.
            Hoy tenemos más de 3.000 abuelas lectoras en 60 ciudades de la Argentina, y en siete países hermanos de Sudamérica. En Medellín, Colombia, las abuelas leen en la red de bibliotecas de la ciudad a los niños desplazados por la violencia. En Valdivia, Chile, nuestro Programa fue adaptado para acompañar a las víctimas del último terremoto. Y en Monterrey, México, más de cien voluntarios leen en medio de la narco-violencia.
            Hoy podemos decir, en 2012, que las abuelas de la Fundación están llevando lecturas a unos 100.000 chicos cada semana.
            Pero lo mejor es que, de hecho, ellas son Abuelas Lectoras. No son solamente narradoras, ni llevan entretenimientos ni convierten su actividad en espectáculo. No. Son lectoras de libros, que leen en voz alta para los más variados auditorios de niños y niñas. Su actividad gira en torno del objeto libro y de lo que contiene un libro. Ellas son lectoras calificadas que van un día a la semana, como mínimo, a escuelas, hospitales, comedores infantiles y orfanatos. Tratan de enseñar valores de la manera más amorosa y generosa. Ellas eligen los textos que van a leer, clásicos y contemporáneos, y acompañan el desarrollo intelectual de los mismos grupos de chicos, en muchos casos durante años. Hoy tenemos adolescentes que son lectores competentes porque nuestras abuelas les leyeron desde que eran chiquitos.
            El Programa es participativo e integrador, y no incluye solamente a personas jubiladas, sino que moviliza energías y genera actividades para personas que han sido expulsadas del "mercado laboral" pero tienen intactas sus capacidades. Así el Programa crea, de manera gradual pero consistente, oportunidades para personas que parecían condenadas al aislamiento y la inacción. De este modo se produce un importante impacto en la autoestima de las Abuelas, que son voluntarias en su mayoría de entre 50 y 70 años con altos niveles de instrucción. Estas mujeres —y algunos hombres— expresan su gratitud por haber encontrado en el Programa una nueva y productiva manera de utilizar su tiempo y sus capacidades en el rol de Cuentacuentos que leen.
            Las voluntarias establecen extraordinarias conexiones entre ellas, a despecho de sus diferentes orígenes sociales. Es asombroso ver cómo interactúan sin prejuicios abuelas de clase media o alta con chicos de sectores marginados. La nutritiva combinación de "afecto + calidad literaria" promueve la integración social y cultural. Los cuentos transferidos de una generación a otra siempre fortalecen la identidad de una comunidad y la memoria colectiva. Por eso en cada lugar que visitan las Abuelas, se incrementa la demanda de lectura. Por eso estamos convencidos de que contribuimos a construir una ciudadanía con una fuerte cultura lectora y mucho más y mejor integrada de cara al futuro.
            Aunque no es misión específica de la Fundación, muchos de los textos que las Abuelas leen a los niños incluyen mensajes que promueven un trato amistoso y consciente con la naturaleza, así como la seguridad sanitaria y las responsabilidades cívicas, sin descuidar la calidad estética.
            La misión de nuestra Fundación es la promoción de la lectura, porque sabemos desde siempre que la lectura es un alimento necesario. Por eso damos de comer y damos también de leer.
            Para ello creamos un sistema de gestión que garantiza la sustentabilidad y el registro de las acciones de todas y cada una de las abuelas, lo que permite acompañarlas sin estar nosotros presentes, de manera que ejerzan su voluntariado en la intimidad del aula o del espacio de lectura donde ellas elijan encontrarse con sus auditorios.
            Por cierto, no hay lugar donde no quepa la lectura. Ellas también asisten a cárceles, donde leen a madres procesadas o condenadas, y a los hijos que algunas crían en sus celdas. Otras van a hospitales y leen en las nursery a las nuevas mamás, y sobre todo a las niñas que son madres prematuras. Y leen también a niños enfermos, accidentados o quemados. Desde hace muchos años leen en hogares de niños discapacitados, en comedores comunitarios y en colonias de verano.
            La eficacia del Programa depende de tres factores fundamentales: primero, la calidad de las lecturas, o sea, la mejor literatura para niños y jóvenes, clásica y contemporánea, bien ilustrada, la mejor.
            Otro factor es la libertad. La libertad de expresión, porque cada Abuela Cuentacuentos necesita para su tarea lectora un ambiente de paz y libertad.
            Y a propósito, y por las mismas razones, en tanto escritor y periodista quiero enviar desde esta tribuna y este acto mi solidaridad y mi afecto al Sr. Julián Assange, quien está refugiado en la Embajada de la República del Ecuador, en esta misma ciudad.
            La tercera, y acaso la más importante, es el amor, una palabra que no siempre se usa en la educación y que en la literatura suele asociarse a la cursilería.
            Bueno, en esta materia el amor es el centro, el motor y la garantía de continuidad. Amor al prójimo y amor a la gran literatura universal, y por supuesto esa manera especial del amor que son capaces de brindar las abuelas de todo el mundo.
            Me gusta pensar que este Programa se basa en la misma, romántica idea de cualquier historia de amor, incluída la nuestra, la de cada uno de nosotros, y que en este caso terminaría como en los cuentos de hadas: "y tuvieron muchas, muchas abuelitas".
            Muchísimas gracias.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Encuestas en el Observatorio

Recomiendo especialmente, y sobre todo a los chaqueños, la Encuesta sobre Lectura, Libros y Bibliotecas que hicimos con Ibarómetro y que estamos publicando en el Observatorio de Lectura de la Fundación:
http://fmg-observatorio-nacional-lectura.blogspot.com.ar/

domingo, 19 de agosto de 2012

A puro Foro


Bueno, terminó el 17º Foro, como verán en diversos blogs y páginas, y en el FB. Ha sido una maravilla y me siento extenuado pero al mismo tiempo feliz. Todos los Foros, cada Agosto, sucede igual, pero éste tuvo algo de especial. Quizás por la presencia de Eduardo Galeano, que aunque anda delicado de salud alborotó a la concurrencia, y el viernes ofreció una lectura para 2.000 personas que fue impresionante.
            Como lo es el cariño de la gente del Chaco, y el de cientos de personas que vinieron de la Patagonia y de Mendoza, de Salta y el Paraguay, de Misiones y Córdoba, de Entre Ríos y Formosa y Santiago del Estero y Tucumán y Corrientes y de Buenos Aires, provincia y capital.
            Y como también fue impresionante la presencia generosa de tantos colegas, llenos de talento y buena onda, dando vueltas por el enorme Domo colmado de gente, visión que a mí me resulta todavía conmovedora.
            Ayer sábado Eduardo no se sentía del todo bien y prefirió un almuerzo íntimo, en casa y fuera de programa, mientras se descongestionaba el Domo y decenas de colaboradores ponían las cosas en su lugar y limpiaban todo, después de cuatro días de fiesta de la lectura y la literatura. Una delicia todo, créanme, que se debe fundamentalmente a la polenta de Natalia y su eficaz equipo: Adela, Blanca, Lucía, Maia, Marta, Silvana, Perla, Gladys, Bichi, Mirian y todas las chicas y chicos, decenas de voluntarios que hicieron posible este Foro.
            De las mesas de debate nos quedan también recuerdos imborrables. Ponencias agudas, inteligentes, bien fundadas, ingeniosas, brillantes. En particular las dos de Hernán Casciari, el de Orsai, que, provocador y original, cautivó al auditorio. Pero también todos los demás, los que estuvieron en cada mesa, en cada taller, en cada escuela de la ciudad, caray, a mí se me eriza la piel cuando recuerdo que todo esto nació hace ya muchos años, cuando la Argentina profunda, la popular, la no urbana ni intelectualizada, no sabía darse cuenta de lo que la LECTURA y la LITERATURA podían significar para su destino. Quizás suene yo solemne, y me disculparán ustedes, pero hoy, después de estos días en que se acercaron a abrazarme tandos maestros y estudiantes del Impenetrable, del Chaco santiagueño, del interior de Corrientes, de Formosa y de tantos otros verdaderos bordes de la república, siento que si algo bueno he hecho en mi vida es esto. Qué duda cabe.
            Lo cierto es que anoche, del cansancio y de tanta emoción contenida, no podía dormirme. Y entonces en un momento me fui a la galería que da a mi jardín. Ya no llovía pero tampoco salía la luna, y en lo sombrío de la noche, chaqueñamente incapaz de ser del todo fría, me dejé ir con un par de lagrimones. Disculpen si no sé no ser cursi, pero si Resistencia parece otra ciudad cuando se llena de Foro, pensé, capaz que yo también estaba siendo otro, lleno de cariño, agradecimiento y compromiso. ¡Salute y buen domingo!

Y para quienes deseen ver la lista de asistentes de lujo que tuvimos, visiten el blog de la Fundación:
Y/o el del nuevo Observatorio de Lectura que inauguramos: http://fmg-observatorio-nacional-lectura.blogspot.com.ar/

lunes, 13 de agosto de 2012

miércoles, 1 de agosto de 2012

Hoy en la contratapa del diario Página/12, algo para celebrar!



Aledo cumple cien años

Nació el primero de agosto de 1912 en Estación María Lucila, un pequeño caserío de la pampa bonaerense, apeadero del Ferrocarril Midland en 1908, transferido al Belgrano en 1948 y clausurado en 1977 por los militares.
            Aledo Luis Meloni —de él se trata— llegó al Chaco en 1937, cuando tenía veinticinco años y era un joven maestro de los que enviaba el Consejo de Educación a los territorios nacionales, y se radicó en Campo del Cielo, en el extremo sudoeste de la provincia y casi en el límite con Santiago del Estero.
Pero no lo sedujo la historia del lugar, impactado hace unos 6.000 años por una lluvia de meteoritos que hoy, cada tanto, son noticia, sino el amor de Nidia Gutiérrez, también maestra en esa colonia agrícola que abrían a hacha y palo algunos inmigrantes rusos y alemanes del Volga, y con la que tuvo cuatro hijos y un montón de nietos y bisnietos.
            Allá vivieron y enseñaron durante casi tres décadas, hasta que pasados sus 50 años él decidió dar a conocer los versos que escribía desde los 16. Eran coplas, cuartetas simples, haikus y poemas breves que se fueron esparciendo como semillas por todo el territorio chaqueño. Con descripciones minimalistas, austeras y llenas de encanto, y un fluir pausado y sereno, la poesía de nuestro Aledo —como lo llamamos los chaqueños— devino lectura habitual en todas las escuelas de esta provincia desde hace por lo menos dos generaciones.
            Su primer libro, de 1965, fue "Tierra ceñida a mi costado": una modesta pero digna edición, que desde entonces se reeditó muchísimas veces y hoy es un clásico local. Su obra se amplió después incesantemente, con los años y con otros títulos como "Costumbre de grillo", "La palabra desnuda", "Don de lágrima", "Memoria y olvido", "Leve fulgor" y "La hora del cierre", entre otros. Su obra poética casi completa está reunida en un libro estupendo: "La tentación de la palabra" (2009).
            Este hombre irreprochable vive en Resistencia desde 1956 y aquí se jubiló como maestro en el 63, aunque siguió trabajando en la Biblioteca Popular Herrera y fue corrector de pruebas en el ya desaparecido diario El Territorio, y luego en Norte.
            Respetado y querido con inusual unanimidad, recibió diversos premios por su trayectoria, entre ellos la Orden de Mérito de Italia en 1982 y el Santa Clara de Asís en 1990. Y en 2006 la Universidad Nacional del Nordeste lo distinguió con el doctorado Honoris Causa.
            Para quienes no lo conocen, lean por favor este bello poema, titulado "Distancia", de su primer libro:
En la polvareda verde
del monte, al sol, galopando,
desde mi escuela a tu escuela
hay una legua de canto.
            Si lo sabremos
            Yo y mi caballo…
Y en la polvareda oscura
de la noche, paso a paso,
hay de tu escuela a mi escuela
diez leguas de sobresalto.
            Si lo sabremos
            Yo y mi caballo…

De entre sus cientos de coplas, que muchos chaqueños incorporaron a su lenguaje cotidiano, suelo escoger dos. Una que dice: "Ya no le pido a la vida / cosas de mucho valer; / sólo le pido una nada: / que me devuelva la sed".
            La otra la usé hace treinta años en "Luna Caliente": "El hombre llega al otoño / como a una tierra de nadie: / para morir es muy pronto / y para amar es muy tarde".
            Casi todo el último año, antes de cumplir los cien, sucedió que innumerables escuelas, instituciones y funcionarios del Chaco empezaron a organizarle homenajes, sin cesar, uno tras otro y a cual más imaginativo y rimbombante. Se evidenciaba así el respeto y el afecto que se ganó Aledo, sin dudas, pero a la vez —y como los chicos— desconociendo todos los límites. Entonces Aledo no tuvo más remedio que enviar a un diario local, hace poco más de un mes, una sintética carta de lector, breve pieza magistral de cordura y sentido común:
            "Sr. Director: Permítame una confesión y un ruego. Aunque muy agradecido, estoy saturado de homenajes. Demasiado incienso termina por ahogar. Quiero, necesito andar mi último tramo de vida en silencio, lejos de toda perturbación, por afectuosa que sea. Después de todo, acercarse a los cien años no es ningún mérito. Muchas gracias".
            Ahora en silla de ruedas pero siempre con la cabeza más lúcida del pueblo, Aledo ya no camina las calles de la ciudad como lo hizo durante los últimos treinta años, ni toma su habitual cafecito matutino con los japoneses del Bar Zan-En, frente a la plaza principal. Pero sigue hablando con nosotros, sus amigos, por teléfono, como sigue escribiendo coplas y poemas incesantemente.
            Así recibe, este primero de agosto, el saludo silencioso de un pueblo que lo admira y lo quiere. Y ése sí que es mérito grande. •