http://buenosairesherald.com/article/139157/with-all-eyes-on-october
Y aquí la versión en Castellano:
Con los ojos en Octubre
Hay semanas, en la vida de las naciones normales, en las que sólo suceden algunas pocas cosas rutinarias. Semejantes regularidades no significan más que eso, y en esos casos, cuando no pasa nada espectacular, simplemente no hay en ello nada asombroso ni llamativo pues sólo sucede lo que sucede y el mundo sigue andando.
Así debió ser esta semana que pasó: no fue extraordinaria, no sucedió nada excepcional capaz de irritar la piel de la realidad, al menos en materia política, económica o social, que es como decir la lisa y llana cotidianidad de este país siempre capaz de sarpullidos, fiebres y sorpresas.
Pero esto es la Argentina y acá ese tipo de normalidades, cuando se producen, resultan tan extravagantes que pareciera que de inmediato hay que salir a buscar explicaciones conspirativas. Hay como una compulsión a ello, y eso fue lo que sucedió esta semana, decantadas ya las suspicacias que siguieron a las PASO.
De hecho todo empezó con los renovados brulotes dominicales del señor Jorge Lanata, cuya febril imaginación lo llevó a invenciones superlativas respecto de las Islas Seychelles, paraíso fiscal al que –acusó él– la Presidenta habría llevado millones de dólares supuestamente mal habidos. La especie no duró más que unas cuantas horas y todo fue inmediata y fuertemente desmentido, como casi todo lo que "denuncia" el animador estrella del Canal 13.
Después, y casi día por día, hubo otros intentos periodísticos de esmerilar aún más al ya debilitado (dada su exigua cosecha de votos) kirchnerismo. Y así, puesto que como es sabido el periodismo tiene que vivir y por eso mismo suele magnificar lo que no es magnífico, esta semana lo que más hubo fueron opiniones y no hechos, repetición de lugares comunes hasta el hartazgo, enumeraciones infinitas de adjetivos y, como quiere e impone la costumbre clasemediera argentina, las predicciones más apocalípticas. Todo eso que en esta columna hemos llamado, más de una vez, fuegos artificiales.
Después, y casi día por día, hubo otros intentos periodísticos de esmerilar aún más al ya debilitado (dada su exigua cosecha de votos) kirchnerismo. Y así, puesto que como es sabido el periodismo tiene que vivir y por eso mismo suele magnificar lo que no es magnífico, esta semana lo que más hubo fueron opiniones y no hechos, repetición de lugares comunes hasta el hartazgo, enumeraciones infinitas de adjetivos y, como quiere e impone la costumbre clasemediera argentina, las predicciones más apocalípticas. Todo eso que en esta columna hemos llamado, más de una vez, fuegos artificiales.
Lejos de toda seriedad, esas alharacas despreciaron y taparon informaciones que hubiesen merecido análisis sobrios y esclarecedores. Por caso, el encuentro de la Presidenta con empresarios, banqueros y sindicalistas en Santa Cruz, que no mereció los comentarios que se hubiesen esperado de analistas rigurosos. Pero en cambio se dio mucho aire y luz a la reunión del llamado Consejo de las Américas, en el que se anunció con bombos y platillos el fin del kirchnerismo.
Por cierto, es llamativa la coincidencia generalizada acerca del final del ciclo K, como es bien sonoro el acuñado concepto de "poskirchnerismo". Pero eso no significa que el postulado sea necesariamente cierto. O por lo menos convendría recordar que el actual es un gobierno de fuerte cuño peronista, que, guste o no, sigue siendo primera minoría en todo el territorio nacional.
El viejo proverbio que dice que "los muertos que vos matáis, gozan de buena salud" podría recobrar vigencia en cualquier momento, porque está probado que el kirchnerismo demostró en una década una plasticidad única, como ninguno de los partidos, dirigentes e ideologías adversarias, y cada vez que se vio en riesgo supo acomodarse a las circunstancias y salir avante, y no siempre por mérito propio sino más bien por defecto ajeno. Y es que del otro lado suelen proliferar clichés antes que certezas. Por caso, las acusaciones al gobierno de ser confrontativo suelen provenir de los sectores que más lo hostigan y acosan. De hecho los señores Macri, Massa y De Narváez han hecho sus carreras confrontando todo el tiempo.
Ellos coinciden, además, en otros reproches: "No hay que mirar al pasado", dicen, aunque no explican qué significa eso. ¿Olvidar el genocidio que sufrió este país? ¿Cancelar los juicios que descongeló el kirchnerismo? ¿Liberar a los militares que están presos y condenados en juicios en los que tuvieron todas las garantías que ellos negaron a sus víctimas?
Y hay más: "No podemos seguir aislados del mundo", dicen, pero no dicen de qué mundo hablan. ¿Acaso el de los préstamos y el endeudamiento que siempre benefician a negociadores y economistas del establisment, pero nunca al país?
Hubo otros asuntos que dibujaron el panorama amplio de esta semana y que alcanzaron entidad diversa. La disputa de la aerolínea LAN por un hangar en Aeroparque fue resuelta con una infaltable cautelar, mientras se ignoraba el regreso forzado del fugitivo juez mendocino Otilio Romano, extraditado desde Chile. Y empezaron a ser visibles los renovados, arduos (des)equilibrios que la Corte Suprema de Justicia empezó a practicar, como el fallo que dejó firme esa otra cautelar que impide que el Estado recupere el predio de la Sociedad Rural en Palermo, cedido hace veinte años a precio vil. O como ese otro fallo que vetó varios artículos del paquete de leyes de reforma judicial. Todo lo cual, en el gobierno, seguramente hace temer que la Corte se alinee por completo con Clarín y en contra de la Ley de Medios.
Las especulaciones estuvieron, como se ve, a la orden de la semana. Incluso hubo quienes se ilusionaron con que una victoria de la oposición en Octubre los autorice al copamiento de la presidencia de las cámaras legislativas. Claro que alguna sensatez se mantuvo, una vez más, y rápidamente se colocaron las cosas en su lugar. El líder y candidato socialista Hermes Binner, por un lado, y por el otro los radicales Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín, tomaron rápida distancia de esas intenciones del peronismo disidente y del macrismo, que con aliados radicales como el senador Ernesto Sanz suelen practicar por derecha, y con tal de debilitar al gobierno, viejas estrategias de la peor izquierda que se resumen en la arcaica teoría de que "cuanto peor, mejor". Que es un poco lo mismo que piensan –es un decir– los medios y dirigentes que el viernes festejaron el rechazo de la propuesta de pago argentina en los tribunales neoyorquinos.
Y es que la cuestión no es solamente contar votos y luego contar bancas. La cuestión más seria es que detrás de esas propuestas maximalistas se esconden anhelos de desestabilización que el kirchnerismo puntual y velozmente ha denunciado, y no sin razones. Porque una cosa es oponerse y otra disolver a cualquier precio a quien gobierna. Que es lo que parece buscar cierta enfebrecida pretensión de que la administración kirchnerista no termine su mandato en 2015 sino antes.
Por eso se habló esta semana, también y nuevamente, de "golpe institucional". Con esa grave expresión el Gobierno salió a enfrentarlos. Y con los ojos puestos en Octubre. •