Y aquí la versión en Castellano:
La campaña electoral para las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y
Obligatorias) acabó esta semana sin cierres partidarios, por el duelo nacional
decretado tras la tragedia de Rosario. El proceso llegó a su término en
condiciones tirantes, además, un poco porque la Argentina es hoy un país con
bastante gente irritada (que no es lo mismo que un país irritado) y porque el
derrumbe del edificio rosarino volvió a poner sobre el tapete los típicos
descontroles municipales argentinos.
Las tensiones, más allá del flaco intento cacerolero de un sector de la
clase media porteña el jueves por la noche, no dejaron de ser las normales y
puede decirse que, una vez más, en este país la democracia volvió a demostrar
ser mejor que muchos de sus actores.
Hubo diversos participantes y gestos en la semana preelectoral. Uno: el
periodista Víctor Hugo Morales recibió un notable respaldo popular en su visita
a Tribunales acusado por el magnate periodístico Héctor Magnetto. Dos: el entertainer
Jorge Lanata protagonizó un penoso show de intención política durante la
entrega de los Martín Fierro (especie de Oscar Award de estas pampas) y fue
criticado por muchas personalidades, entre ellas la veterana diva Mirtha
Legrand. Y tres: el affaire del ultrapromocionado intendente de la
localidad de Tigre y ex jefe de gabinete kirchnerista, Sergio Massa, quien no denunció
un robo en su casa y luego, al aclararlo, acabó oscureciendo más. El escándalo
ganó los titulares más importantes de la semana cuando su propia esposa –la
también candidata a diputada bonaerense Malena Galmarini– insultó enfurecida al
gobernador Daniel Scioli.
Quizás nunca se sepa si lo de Massa fue metida de pata, avivada política
o desdichada argucia publicitaria de su equipo, puesto que el ladrón sería un
militar conocido de la casa, miembro del partido del candidato y pareja de su empleada
doméstica. Tampoco se sabrá cuánto influyó el episodio en la cantidad de votos
que hoy en la noche reciba Massa, pero de lo que no quedarán dudas es de que el
supuesto robo fue un disparate.
La extraordinaria propaganda
mediática que apoyó su candidatura permitió, eso sí, conocer el pensamiento de
Massa. Ahora se podrá discutir si es muy ancho o muy angosto, pero quedó claro
en el exclusivo almuerzo del martes en
el Hotel Alvear con 200 líderes empresarios. Allí el candidato más joven y
supuestamente más moderno repitió conceptos e ideas que tuvieron vigencia y
cuestionamientos en décadas pasadas y hasta 2003: “Necesitamos un nuevo marco
jurídico para que se respeten las reglas”; “No hay que regular todo";
"Hay que generar confianza para atraer inversiones”; "Hay que tomar préstamos
en el exterior"; "Volver a las AFJP como régimen complementario”.
Se conocieron también sus
economistas de cabecera: Miguel Peirano (ex ministro de Economía), Martín
Redrado (ex presidente del Banco Central) y como gurú máximo Roberto Lavagna, quien
presentó en sociedad a su hijo Marco. También debutaron como massistas públicos
los señores José de Mendiguren (ex UIA), el diputado y ex gobernador bonaerense
Felipe Solá y el otro ex jefe de gabinete kirchnerista, Alberto Fernández.
Pero millones de otros argentinos
también existen, y seguramente llegan a las PASO con otro ánimo. Los campesinos
que aún quedan en Formosa, Chaco, Corrientes o Santiago del Estero, por caso, así
como los obreros de miles de pequeñas y grandes fábricas y otros
establecimientos que hay en todo el país; y los docentes, los empleados, los
jubilados y las nuevas clases medias que pueblan hoy muchos centros urbanos, es
posible que vean las cosas diferentes de como se ven en Buenos Aires. Donde
hubo debates
en la tele pero de pobreza franciscana, dicho así no porque esté de moda
invocar al Papa sino por la austeridad de ideas que mostraron los convocados a
programas llenos de previsibilidad y lugares comunes. Si el gran debate fue el
que protagonizaron en TN la señora Carrió con los señores Gil Lavedra, Loustau
e Illia, está todo dicho.
Quedó claro que la atención periodística y de parte de la población
capitalina se centra sólo y como siempre en lo que sucede a la sombra del
Obelisco, y acaso en el conurbano, donde el Frente para la Victoria, o
kirchnerismo liso y llano, es visto como el monstruo a vencer. Es en la capital de esta república donde tantos
ciudadanos/as se mantienen convencidamente ciegos y sordos –aunque no mudos– y
sobre todo de espaldas a un país que creció en una década mucho más que en las cuatro
anteriores. Crecimiento cuestionable en muchos aspectos, desde ya, y que ha
descuidado reglas éticas y se basa todavía en un estilo que disgusta a tanta
gente como a otra fascina. Pero crecimiento inocultable que a la hora de la
hora, o sea en las elecciones generales del próximo Octubre, puede ser
determinante. Porque será en Octubre cuando los porotos, como se dice en el
truco, realmente cuenten.
Habrá que esperar, entonces, a
que hablen los resultados nacionales. Y mientras tanto, por qué no, meditar
calmadamente acerca de una grata paradoja argentina: una sociedad que protesta
y ejercita ese derecho diariamente, es también una sociedad que va madurando y
aprendiendo de sus propios errores y necedades. Y aunque tantas veces desdeñe o
rabie contra la política, no le da la espalda a la política sino todo lo
contrario. Y esto habla de una sociedad que aprendió de sí misma y ya no quiere
gobernantes autoimpuestos, por muy brillantes que sean sus uniformes de gala.
Por eso hubo, hay, y seguramente habrá manifestaciones de todo tipo y
para todos los gustos: la Sociedad Rural en pleno aplaudiendo las alarmistas
acusaciones del señor Etchebehere a la par de las puebladas contra las mineras
contaminantes en Catamarca y La Rioja; las ruidosas exageraciones de las
izquierdas piqueteras a la par de los disminuidos cacerolazos (como el del 8A)
convocados desde usinas de internet por partidos y agrupaciones de derecha. El
conjunto habla de una sociedad extensa y compleja en la que abundan fuegos
artificiales en la política cotidiana, pero el país no se sale de cauce y la
vida nacional sigue andando.
Las PASO en el resto del país, hay que decirlo, mostraron menos
alharacas, aunque también hubo encuestas para todos los gustos y los resultados
parecen previsibles en muchas ciudades y provincias. Mientras en la siempre
encantadora Buenos Aires el macrismo parece seguir siendo sólida primera
minoría, eso no se repite en el interior del país, donde casi todos los
gobernadores llevan las de ganar (con la salvedad, acaso, de Corrientes, donde el
kirchnerista Camau Espínola podría dar una sorpresa). Y es que en el llamado
"interior" hubo más bien apatía o normalidad. Ni siquiera grandes
actos proselitistas, ni mucho dinero invertido en campañas como fue evidente en
Santa Fe, Córdoba, La Pampa, Chaco, Río Negro y otras provincias donde los
resultados o "están cantados" o no auguran grandes sorpresas.
Se verá esta noche. •
Buenos días señor Mempo.
ResponderEliminarMi nombre es Gabriel y actualmente leí su obre "Luna Caliente" y me pareció una de las mejor obras que he leído de novela oscura.
Cuento con un blogg de igual manera pero obviamente solo soy un aficionado en el ámbito de la escritura.
Gracias por su tiempo de leer este comentario.