En este mismo momento, hoy 31 de Mayo, las grúas comienzan el desguace de la estatua de Cristóbal Colón, dizque para llevarla a Mar del Plata.
Ya he escrito sobre el asunto dos artículos en Página/12, pero no puedo dejar de expresar una vez más mi desacuerdo. Y no sólo porque es una ofensa gratuita al almirante genovés que bien o mal, confundido o no, en 1492 dio inicio a la América que hoy somos e inauguró nuestra historia moderna y nos trajo la lengua que hablamos, además de múltiples horrores y atropellos, desde ya, que la Historia viene juzgando.
También desapruebo el atropello cultural que es mover una obra de arte excepcional, de 623 toneladas de bloques de mármol de Carrara sobre un hermoso emplazamiento de más de 20 metros, y en el que está desde hace un siglo.
El magnífico
monumento está donde está por donación de la colectividad italiana, la que más
inmigrantes aportó a nuestra ciudadanía, y de la cual desciende la mayoría de
los argentinos de origen europeo.
Fue esa colectividad la que encargó la realización al extraordinario escultor Arnaldo Zocchi (1862-1940) y no por cualquier motivo, sino en ocasión de
la conmemoración del Centenario de la Revolución de Mayo. Y por cierto, el espacio
verde que lo rodea a espaldas de la Casa Rosada fue proyectado y construido como
parte del Paseo de Julio por otro célebre artista, el arquitecto y paisajista francés Carlos
Thays (1849-1934). Con el nombre de Plaza Colón, fue inaugurada en 1904, en
1911 se construyeron las terrazas y escalinatas que derivaban hacia el río, y en
1921 se terminó el arreglo de jardinería, justo para la apertura al público.
Bueno, todo esto se destruye ahora en nombre no se sabe bien qué. Porque si justicia histórica o revisionismo es que allí se coloque un monumento a Juana Azurduy, como se dice, estamos ante otro disparate. La primera generala del Ejército Argentino sin ninguna duda merece un homenaje. Pero el monumento a esta mujer excepcional del Siglo XIX que ha sido donado por la hermana República de Bolivia, no merece enturbiarse sacando un monumento para poner otro. Muchísimo mejor, y de irreprochable justicia histórica, hubiese sido instalar el monumento a Azurduy en el campo de polo de Palermo, que es un terreno público y además manejado desde hace años por el Ejército...
Y además, y finalmente, quiero decir que todo esto representa un enorme gasto inútil.
No sé si la decisión fue de la Presidenta, como insidiosamente machaca el diario La Nación. Pero sea decisión del gobierno nacional o del gobierno de la ciudad, sostengo que es una soberana estupidez, y que en todo caso a ambos gobiernos les cabe responsabilidad por lo que se hizo o se dejó hacer. Por ello, todo sea dicho, es de absoluta hipocresía la aparente oposición de funcionarios y legisladores macristas que leo que en estas horas se declaran sorprendidos. Oportunismo y desvergüenza puros.
A estas horas todo indica que el desatino es irreversible, y a mí como argentino y latinoamericano, y descendiente de italianos, me duele profundamente. No se juega así con la Historia, la cultura de un pueblo, la estética de la ciudad capital de la República y los fondos públicos.
Gracias, Mempo Giardinelli, por decir lo que cualquier persona sensata y que quiera su patrimonio diria, en su caso sin poder ser acusado de ser videlista al servicio de Clarin por criticar.
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