• En el reciente viaje a
Chile terminé de leer "El mendigo", de Naguib Mahfuz (1911-2006). Era
una deuda que tenía conmigo, porque desde niño me sentí atraído por la
literatura árabe, que en Resistencia frecuentaban mi hermana y algunos vecinos
de origen sirio-libanés. Y si bien cuando el egipcio Mahfuz ganó el Premio
Nóbel en 1988 me propuse entrarle a su obra, postergué inexplicablemente esa
tarea. De manera que ahora empecé por esta novela de su madurez narrativa (es de
1965, y la edición castellana de Plaza & Janés, del 83) y la verdad es que
sentí una fuerte lejanía con el texto, que incluso me parece que no ha de ser
representativo del Egipto actual. Y es claro que ninguna literatura está
obligada a ser "representativa" de las sociedades en las que se
produce, pero yo esperaba otra cosa, algo más audaz que la historia de un
abogado burgués que no sabe qué hacer con su vida. Muy y bien dialogada y con
pincelazos atractivos, sin embargo no alcanzó a deleitarme. Así que mi deuda
sigue en pie.
• Y finalmente leí "El
amigo de Baudelaire" y 'El farmer', de Andrés Rivera (Alfaguara). Desde
hace varios años las tenía pendientes, porque mi relación personal con este
autor estuvo signada por un duro enfrentamiento que tuvimos dos décadas atrás.
Yo lo admiraba mucho hasta que dejé de leerlo. Fui quien propuso que se le
diera el Premio Nacional de Literatura por su extraordinaria novela "La
revolución es un sueño eterno" e integré el jurado que se lo otorgó en los
años 90. Y mucho antes le había publicado un par de cuentos en mi revista
"Puro Cuento" y tenía de él y su obra el más alto concepto. No importa
evocar ahora el por qué de aquel distanciamiento; sólo digo que dejé de leerlo
hasta que ahora un amigo, cuya opinión respeto muchísimo, me dijo que debía
leerlo a despecho de la cuestión personal. Me di cuenta de que mi amigo tenía
razón, pero sobre todo constaté una vez más que a esta altura de mi vida soy
incapaz de leer nada con prejuicios.
Me lancé, entonces, a ambas lecturas y la primera, "El
amigo de Baudelaire", no me convenció. La encontré entre superficial y
pretenciosa, un tanto forzada. Pero "El Farmer" me encantó; mucho más
sólida como novela breve, es un texto lúcido, original y brillante por
momentos, que recupera el espíritu y la voz de un Juan Manuel de Rosas
formidable. Se trata de una novela histórica interesantísima, tanto por la
recreación del personaje, devenido literatura, como por la libertad creativa y
sobre todo por el fraseo del texto, que es un verdadero hallazgo.
De todos modos, sigo pensando que el mejor texto de
Rivera es "La revolución es un sueño eterno", donde hay un Castelli
único, memorable, tan real como literario.
Como sea, y aunque este autor no me interesa como
persona, ahora estoy en paz con su literatura: la de un gran escritor argentino
de este tiempo.
• Estuve leyendo también la
última edición de la revista Casa, que edita en La Habana la ya legendaria Casa
de las Américas. Este número (el 269, de octubre-diciembre de 2012) está
dedicado al gran artista plástico cubano Mariano Rodríguez (1912-1990), quien
presidía esa institución cuando fui por primera vez a La Habana en 1985, y
quien ejerció una notable influencia en muchos jóvenes artistas caribeños. De
formación surrealista y fuertemente picassiano, en este número se le rinde
homenaje con textos de Mario Benedetti, la crítica mexicana Raquel Tibol y el
eterno poeta cubano que es Roberto Fernández Retamar.
Esta edición de Casa ofrece también buenos textos de
Tununa Mercado, poemas de Jorge Boccanera y una interesantísima entrevista a
Ticio Escobar, antropólogo paraguayo que fuera ministro de Fernando Lugo y en
la que se explaya con autoridad y agudeza acerca de la lengua y la cultura
guaraní.
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