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sábado, 25 de mayo de 2013

Mi visión de la década kirchnerista

Un artículo que me pidieron para el diario Tiempo Argentino, y que se publicó hoy sábado 25:

http://www.infonews.com/2013/05/25/politica-77758-sin-dudas-una-decada-diferente-10-anos-de-kirchnerismo.php

Y otro, más extenso, que se publicó en The Buenos Aires Herald:

http://buenosairesherald.com/article/131896/a-decade-of-change

Y aquí abajo, la versión en castellano de esta última:


10 años de kirchnerismo en el gobierno: Borrador de balance para una década de cambios


10 años de kirchnerismo en el gobierno: Borrador de balance para una década de cambios

Este 25 de Mayo el gobierno va a festejar no sólo una sensible y siempre emotiva fecha patria, sino también su llegada al poder, ese mismo día de 2003.
            El festejo será porque primero Néstor Kirchner y luego su esposa, Cristina, durante dos períodos constitucionales y medio le cambiaron la cara a este país.
            Sin dudas, la Argentina no es hoy la misma que en 2003 y para las mayorías que los votaron, en general el cambio fue positivo. Y no sólo eso: es un país bastante mejor, sobre todo en los indicadores de la inclusión social. Los datos de reducción de la pobreza, el ascenso social de millones de compatriotas, la recuperación de soberanía en las decisiones económicas, los cambios copernicanos en las políticas de Derechos Humanos, y algunas medidas extraordinarias cuya sola enunciación excedería este espacio, testimonian esa mejoría.
            Y sin embargo, si bien es verdad que fue exitosa la salida de la brutal crisis que padecimos al inicio de este siglo, y hoy puede conmemorarse un cambio superador en la piel y en el alma de este país, eso no significa triunfo alguno. Y es por eso que no estoy seguro de que sea atinado celebrar ahora lo que se ha dado en llamar una "década ganada".
            Es la utilización de un verbo de connotación triunfalista lo que no me convence. En primer lugar porque los medios y empresas que conducen a la oposición política han logrado, sistemáticamente, instalar un clima social que no parece el mejor para cantar victorias. Y en segundo lugar porque en muchas áreas de la gestión gubernamental hay todavía inacciones, errores y deudas importantes. Las cuales, en mi opinión, desautorizan una celebración que, aun con logros visibles en muchos aspectos, está todavía llena de pendientes.
            Al menos a mí, en tanto acompañante crítico de este gobierno, me parece forzoso subrayar algunos aspectos "no positivos" en items esenciales. Por ejemplo, los todavía altos niveles de pobreza e indigencia que resultan a estas alturas intolerables, y cuyo ápice es el maltrato histórico a los pueblos originarios. Y pienso también en el pésimo estado del sistema de transporte en todo el país, que es un extraordinario obstáculo para nuestro desarrollo, y sobre todo lo padecemos los que vivimos en el interior.
            Cabe citar asimismo la irritante permisividad hacia las transnacionales mineras que devastan hoy nuestro territorio, y que de hecho y en general son parte de la muy desafortunada política ambiental oficial. Y por supuesto tengo en mente y en primera línea la carencia de políticas anticorrupción serias, profundas y consistentes, que dicho sea de paso serían la mejor respuesta al terrorismo periodístico que infecta la televisión prácticamente todas las noches.
            Hace poco más de un año y medio, en mi libro "Cartas a Cristina" (Edhasa, 2011) subrayé estos aspectos —y otros más, referidos a la salud, la educación y la equidad fiscal— y sostuve que si había un asunto que podía explotarle en las manos al gobierno era, precisamente, el de la falta de transparencia en algunas áreas. Y no porque en el kirchnerismo haya más o menos corruptos que en los anteriores gobiernos (que es una comparación posible, pero estéril) ni porque sus antagonistas de hoy también pueden tener cuentas dudosas (nadie habla del crecimiento patrimonial de los señores Mauricio Macri, Hugo Moyano, Francisco de Narváez, o el inexplicable "dirigente sindical" señor Venegas), sino justamente porque son gobierno.
            El problema que muchos ciudadanos enfrentamos en estos días es el siguiente: es muy difícil, y hasta chocante, apoyar determinadas medidas de este gobierno. Pero si para algunos de nosotros es arduo apoyar todo lo que hace este gobierno, no tengo la menor duda de que es absolutamente imposible apoyar ninguna de las opciones que se ofrecen en el arco político argentino. Y subrayo ninguna porque cada día es más evidente que la verdadera oposición política en este país la encabeza un grupo empresarial que tiene atemorizado a todo el espectro.
            El kirchnerismo se ganó ese resentimiento fenomenal desde el conflicto de 2008, cuando la famosa Resolución 125 estableció aquellas retenciones móviles a la exportación de soja y girasol, y afectó como nunca antes a los poderes económicos.
            Súmensele las denuncias por la cuestionada propiedad de Papel Prensa, el brillo argumental pero con estilo soberbio de la Presidenta, más el incomodante accionar de funcionarios como el Sr. Guillermo Moreno, y se entenderá la durísima batalla política que se libra desde entonces y que condujo a la actual polarización. Que se profundizó, además, con otras medidas de gobierno que muchos argentinos apoyamos, como la nacionalización de las AFJP (cuyo resultado hoy se ve socialmente extraordinario), la para mí irreprochable Ley de Medios y la recuperación de YPF.
            En comparación con las últimas cuatro décadas, por lo menos, esta última muestra una formidable superación en todos los aspectos. Mérito de la democracia, en primer lugar, y de los muchos aciertos que muchos hemos aplaudido en estos años. Como el matrimonio igualitario, el aborto no punible y la Ley de Trata, y el hecho monumental de que si entre 1983 y 2003 se habían construído en la Argentina menos de 100 escuelas, de 2003 hasta hoy se construyeron más de 1.200. O la fenomenal inclusión social que significa la Asignación Universal por Hijo, que no solamente beneficia a casi cuatro millones de personas que estaban marginadas. También terminó con el caciquismo de los viejos punteros (puesto que se recibe personalmente mediante tarjetas en cajeros bancarios), y obliga a la documentación de los niños, su escolarización regularizada y su control sanitario.
            En cambio, los poderes corporativos que siempre dominaron este país ahora se manejan con slogans, denuncias periodísticas que se desmienten al día siguiente y con eufemismos: al control de cambios lo llaman "cepo" (palabra de horrible reminiscencia de la dictadura) mientras al dólar ilegal lo llaman románticamente "blue".
            La situación, obviamente, es muy compleja. Y me atrevo a decir que lo es sobre todo para quienes apoyamos en los trazos gruesos a este gobierno, pero no somos incondicionales del kirchnerismo.
            Por todo esto yo hubiese preferido un festejo más sobrio, menos autoafirmativo, y que en todo caso convocara a la tarea monumental que aún falta. Y que es de esperar que el gobierno de CFK lleve adelante. Para que entonces sí se pueda hablar de un tiempo ganado. •

1 comentario:

  1. Básicamente estoy de acuerdo contigo amigo, es muy pronto para celebrar. Pero si en México hubiéramos logrado la mitad de los avances que llevan en Argentina nos sentiríamos eufóricos. México lleva 30 años echando para atrás.

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