Apenas hoy, con un mes de
atraso, me entero de que ha muerto un poeta, un narrador excepcional que fue mi
amigo y también era chaqueño. Me dicen que se fue, nomás, Jesús Urzagasti,
chaqueño de Bolivia y autor de libros memorables.
Nacido en 1941 en Campo
Pajoso, pequeña comunidad campesina de Yacuiba, en la provincia del Gran Chaco,
al sur de Bolivia, este descendiente de vascos escribió por lo menos tres
libros notables. Una es "De la ventana al parque", una nouvelle que hace más de veinte años me
atreví a comparar con "Pedro Páramo" en el sentido de novela breve
fundacional. Y los otros son "Los tejedores de la noche" y "Tirinea",
esta última una obra que muchos consideran entre las más importantes de la
literatura boliviana. Esa misma de la que, inexplicablemente, tan poco o nada se
sabe en la Argentina.
Hombre sencillo y
silencioso, su porte menudo y su voz siempre medida disimulaban la grandeza del
talento de Jesús Urzagasti. No recuerdo cómo nos conocimos pero creo que fue en
los tiempos de la revista "Puro Cuento". Después nos vimos algunas
veces y lo invité a uno de los Foros que hacemos en Resistencia, y otra vez le
pedí a Lucho Sepúlveda que lo invitara al Salón del Libro de Gijón. Allá en
Asturias nos reencontramos para caminar malecones, comer mariscos y hablar de
nuestras literaturas, de igual modo que aquí en mi ciudad degustamos chipás y
poesías. A mí me quedó el pendiente de visitarlo en su tierra, y a los dos el
de organizar la gran mesa de la literatura del Chaco con Augusto Roa Bastos y
otros colegas de los cuatro países que tienen Chaco. Lo hablamos alguna vez con
Augusto, y con Rubén Bareiro Saguier, y hoy pienso que nos fascinaba tanto la
idea que por eso mismo jamás la llevamos a cabo.
Ahora me escribe Sulma, su
compañera: "Debo decirte que nuestro querido poeta partió a la tierra sin mal de los
guaraníes: se le rompió el corazón la madrugada del sábado 27 de abril y como
era su deseo llevé sus cenizas hasta Retiro, una comunidad chaqueña a orillas
del río Pilcomayo, a los pies de una isla de árboles jóvenes donde reina el
canto de los pájaros."
Quiero despedirlo esta noche evocando algunos de sus versos:
Iremos a un país de hermosos árboles
cruzaremos su ancho río
y en la isla de arena
estaremos desnudos
mirando los caballos
enloquecidos en el horizonte.
Iremos a un país de hermosos árboles
cruzaremos su ancho río
y en la isla de arena
estaremos desnudos
mirando los caballos
enloquecidos en el horizonte.
Y también estos:
La soledad es eso
un río que no cesa
entre peñascos y tierras labradas
un árbol que sale de una habitación
a buscar el ancho cielo.
La soledad es eso
un río que no cesa
entre peñascos y tierras labradas
un árbol que sale de una habitación
a buscar el ancho cielo.
A mí se me hace que Chucho
ha de haber encontrado ya ese ancho cielo.
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