En particular en este viaje hubo uno que me entregó mi
infatigable amiga Pía Barros y que se titula "¡Basta!" y es una
colección de textos de mujeres chilenas (al menos son chilenas la mayoría de
las antologadas) acerca de la hoy llamada violencia de género, que en mi barrio
se sigue llamando maltrato a las mujeres por parte de esoshijosdesuputamadre, y
que es un libro necesario y contundente. Y además es bilingüe, gracias a la
estupenda labor de la gran traductora californiana Martha J. Manier. (Asterión).
También leí en viaje, de Alejandra Costamagna,
"Cruce de peatones", que se presenta como un libro de crónicas,
entrevistas y perfiles, un trabajo más bien periodístico y con algunos
hallazgos entre sus recuerdos de infancia y una interesante entrevista con
Roberto Bolaño. (Universidad Diego Portales, de Santiago).
Otro libro que me llama la atención es "Tatanene
cimarrón", de la narradora cubana Teresa Cárdenas Angulo. Es la sencilla
historia de una muchachita que evoca a su abuelo y a través de él sus orígenes
africanos. No hay allí una escritura extraordinaria, pero resulta interesante
como punto de vista no habitual. (Casa Editora Abril, de La Habana).
Y por si fueran pocas lecturas femeninas, al regresar y
en la Feria del Libro de Buenos Aires me encontré con mi poeta española
favorita, de la que ya he comentado libros en este Lecturario: Mariángeles
Pérez López, catedrática salmantina, poeta excepcional y amiga entrañable.
Durante un agradable almuerzo en el Museo Sarmiento, me regala una reciente antología
de su obra, titulada "Segunda mudanza" y prologada por otro amigo común,
el poeta mexicano Marco Antonio Campos. Una completa gozada, para mí. Y valga
esta mención para seguir recomendando que no se pierdan a Mariángeles. (Molinos
de viento).
• Pero así como a veces
siento que el azar me "empapela" en forma de libros que no pido ni
espero, y que me lleva a leer textos que no planeaba leer, también he aquí que
eso mismo funciona muchas veces como estímulo para entrarle con más ganas a lo
que realmente tengo ganas, dicho sea con tolerada redundancia. En esos casos,
siento una especie de compulsión a leer los libros que se me antojan, los que
por cualquier razón escojo libremente o tenía demorados. Y suelen ser, claro,
los que más disfruto.
Esta vez le tocó a "Otra vuelta de tuerca", la
célebre novela de Henry James, que yo leí hace más de treinta años y de la cual
tenía un vago recuerdo y de pronto dudé si estaría aún en mi biblioteca. Lo que
me encantó es que encontré esta edición por sólo 25 pesos en la Feria del Libro,
en una mesa de saldos, y lo compré como quien compra un caramelo.
Me senté a leerlo en un café y en el acto me di cuenta de
que he llegado a la edad de las relecturas, y enhorabuena porque me permite y
garantiza lujos literarios. Como este libro impresionante que si por mí fuera
ya andarían leyendo todos los jóvenes de este mundo. Y digo más: ¿cómo es que
en los talleres literarios de este planeta no es lectura obligatoria?
Mira vos, en un taller literario que hice por alla por los 90, del que huí espantada por las implicancias de conexiones que muchas de sus participantes tenían con la milicada y cía. del golpe del 76,y donde se me ocurrió escribir un texto sobre "los pañuelos blancos" que fue el denotante para que me anoticiara del asunto, esa novela de Henry James era un texto obligatorio de lectura.
ResponderEliminarUn abrazo
Silvia