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viernes, 3 de abril de 2015

Lecturario # 37. Cortázar, Huidobro, Belgrano Rawson, Duarte, Maggiori


* Me agrada mucho, y recomiendo, releer las que recordamos como grandes obras que incidieron en nuestra formación. Así fue como regresé, en estos últimos meses, y durante el verano, a dos libros que sigo adorando: "Rayuela", de nuestro Julio Cortázar (1914-1984); y "Althazor", el enorme poema del gran poeta chileno Vicente Huidobro (1893-1948).
            Al primero lo tengo asociado a mi juventud, pues me acompañó durante la adolescencia y cuando me tocó hacer el Servicio Militar. Junto con "62, modelo para armar", que siempre me pareció una novela más compleja y por momentos incomprensible, mi deslumbramiento cortazariano fue, desde entonces, para siempre. Y ahora mismo, releyendo capítulos al azar y reencontrándome con La Maga, Talita y otros personajes entrañables en una París deslumbrante como ha de haber sido la que vivió Cortázar, volví a sentir el orgullo de haber sido su compatriota de nación y de idioma, y además contemporáneo. Ahora lo leo en la impecable edición conmemorativa que publicó Alfaguara.
            En cuanto a "Althazor", al releer este extraordinario poema retrocedí a los primeros días del exilio en México. En Julio y Agosto de 1976 Octavio Paz, quien ya entonces era considerado algo así como "el Divino Octavio" de la cultura mexicana, dictó una serie de conferencias magistrales sobre Vicente Huidobro y su obra, en una respetadísima institución de la capital azteca llamada El Colegio de México. A mí me invitó y me llevó allí Edmundo Valadés, que sabiamente me introducía de ese modo en la gran literatura de su país.            
            Estaba ahí lo que se diría "el tout" México, conformando un ambiente que nosotros, argentinos de hoy, llamaríamos "medio careta". Y seguramente lo era, pero a la vez deslumbrados todos por la lectura aguda y totalizadora que hizo Paz de la obra de Huidobro. Yo hasta entonces no lo conocía ni de nombre, y hoy puedo declarar que aquellas jornadas fueron tan constitutivas para mí que me acompañaron cuando escribía "Santo Oficio de la Memoria". "Silencio / La tierra va a dar a luz un árbol" es una letanía del Canto Primero que jamás olvidé. Y esta otra, del Canto Segundo: "Mujer el mundo está alumbrado por tus ojos / Se hace más alto el cielo en tu presencia".
            No sé si alcancé a agradecérselo debidamente a Don Edmundo, y me reprocho si no lo hice. Si pueden, vean la preciosa edición de la chilena editorial Zigzag.

* De casualidad llegó a mis manos "Vamos fusilando mientras llega la orden" un atractivo libro, de feliz título, claro, de ese gran narrador puntano que es Eduardo Belgrano Rawson (San Luis, 1943). Acaso uno de los más celebrados escritores nacionales de los últimos veinte años, todos/as han de recordar libros impactantes como "El náufrago de las estrellas" (1979) y la multipremiada "Fuegia" (1991), dos obras que para mí están entre las fundamentales de la Literatura Argentina del final del Siglo XX.
            Pero ahora lo leí como cuentista, y debo confesar que no siento el impacto de aquellas novelas. Eduardo es, sin dudas, un avezado contador de historias, y le sobran ingenio y humor, pero a mí este libro me dejó un tanto desolado. Quizás porque sé que soy horrible como lector de cuentos, quién sabe. Pero esperaba más, algo así como un mundo original y poderoso, sofisticado incluso. Y sin embargo encontré un libro previsible, algo setentista y en jerga argentina, canchera y guasa como su autor. Claro que en este libro hay algunos cuentos interesantes, como el del boxeador, el de homenaje a Carlos Trillo y las historietas, el del avión que en Malvinas dispara el exocet. Pero no alcanzan para hacer un gran libro. Más bien éste parece un libro de rejunte, como que tenía varios textos y a falta de novela nueva los de Planeta le pidieron algo, y ese algo fue este libro de relatos, cuentos, retazos. Sigo prefiriendo al primer, admirable Belgrano Rawson. (Planeta).

• También leo, en vuelos como me gusta, "La herradura de Freud", cuentos de Luis Duarte, un tesonero trabajador de la palabra que hace un año se me acercó con toda humildad en la Feria del Libro porteña y me obsequió este volumen: una quincena de relatos en tono grueso, entre coloquial y de barrio, que evocan al Negro Fontanarrosa y a Osvaldo Soriano (Ediciones El Mono Armado)

* Leo con curiosidad el poderoso arranque de "Entre hombres", la novela de Germán Maggiori de la que tanto y tan bueno había escuchado y que es recomendada laudatoriamente por Ricardo Piglia: "Esta es la novela que me llevaría a una isla desierta (para no ilusionarme con lo que me espera al volver)".
            Confieso que me pareció un poco mucho, pero Ricardo es una autoridad indiscutida en materia de género negro, de manera que le hinqué el diente y me entregué, impactado, a la historia que prometen los dos primeros, estupendos y durísimos capítulos. Pero a partir de allí el texto se me volvió tan intrincado como difícil de seguir. Y me empezó a chocar el packaging del libro, que releía cada tanto: sobrado de adjetivos en contratapa (esa manía de los editores de estos tiempos, en casi todos los países) calificaba al libro como inolvidable, desbordante, arrollador, "prosa que hipnotiza", "ritmo que no da respiro", "una de las mejores novelas policiales de las últimas décadas" y así siguiendo...

            Una pena, porque la novela es interesante y se lee bien, si uno le tiene paciencia y se deja llevar por la sordidez de esos personajes marginales del arrabal del conubano bonaerense. "Entre hombres" es una historia de bajos fondos, de droga y de corrupción policial y de miserias humanas en andurriales, con traiciones y lealtades cuestionables, un mundo, en fin, moralmente repudiable y que sabemos que está ahí pero no siempre queremos ver. Esta ardua novela lo aborda con eficacia, si bien para mí está un poco sobrecargada de vocablos y lenguaje ordinarios, con personajes y momentos sobreactuados. Los que, a su modo, devienen ejemplares. (Edhasa).

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