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domingo, 17 de noviembre de 2013

Destituyentes y narcos, a la orden

Mi nota de hoy domingo en el diario The Buenos Aires Herald:


Y aquí la versión en Castellano:

Destituyentes y narcos, a la orden

Como en los juegos de niños –nuevamente hay que decirlo– ciertas conductas argentinas son entre risibles y trágicas.

No sólo empiezan las peleas de todos contra todos, como las que ya se ven entre dirigentes macristas, radicales y massistas que ayer nomás festejaban triunfos electorales en éste o aquél distrito, sino que también hay pronunciamientos insólitos como el de Luis Barrionuevo presagiando la renuncia de la Presidenta, materia en la que cada tanto incursionan la diputada Elisa Carrió, el conductor televisivo Jorge Lanata y casi todo el elenco estable del así llamado "periodismo político". Nada nuevo bajo el sol.

Pero lo que sí es nuevo, al menos como asunto de consideración pública, es la irrupción del Poder Narco como interlocutor principal de la vida cotidiana y el discurso político argentino. Y además de novedoso, digno de espanto.

El asunto llega a los titulares de todo el país luego del pronunciamiento de la Conferencia Episcopal, esta semana. Y como hecho político que es, acusa al gobierno por haber dejado pasar tiempo y oportunidades para enfrentar este gravísimo problema social. Parece cierto, nomás, que el kirchnerismo no se preparó para la lucha, porque, digan lo que digan, entre sus funcionarios hubo ignorancias, distracciones o desidias (dicho sea para no mencionar posibles conductas peores) y por lo menos habría que admitir que hasta ahora nunca reconocieron la verdadera dimensión del tremendo enemigo que está ya a nuestras puertas.

Claro que no toda la responsabilidad le cabe a este gobierno, sino más bien al sistema político argentino todo. Y desde los albores mismos de la democracia.

Porque el problema narco ha sido hasta ahora negado y por eso pésimamente atendido por todas las dirigencias argentinas. Ninguna puede acusar a otra sin asumir su propia negligencia. Así lo explicó este jueves por Radio del Plata uno de los mayores expertos en seguridad democrática de este país, Marcelo Saín, quien fue el creador de la Policía de Seguridad Aeroportuaria hace unos años y es diputado bonaerense por el Partido Nuevo Encuentro: "El problema narco fue tapado durante estos treinta años de democracia en base a acuerdos entre la política y las policías, por un lado, y entre las policías y los narcos, por el otro". Así, lo que se vino conteniendo, como siempre pasa, de pronto empezó a emerger.

Lo que está claro es que el narcopoder es hoy un problema de la democracia. Al que solamente la democracia podrá resolver, y eso mediante acciones responsables y sistemáticas que se llaman políticas de Estado. Todo lo demás será, por desdicha, pura retórica y apenas más de lo mismo que han pasado ya muchas sociedades a las que la Argentina no querrá parecerse.

Y es que aun considerando que en los últimos años el desarrollo de políticas sociales permitieron contener y repararon en muchos aspectos el desastre que nos dejó la crisis de 2001 y 2002, la verdad es que la marginación social y la indigencia nunca fueron eliminadas y es allí donde anida el eterno huevo de la serpiente.

Hay que recordar que en 2002 a nivel nacional la pobreza alcanzó al 57,5 % de la población, la indigencia al 27,5 % y la desocupación al 21,5 %, que eran todos niveles récord para el país. En contraste, y según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) en 2011 la pobreza era sólo del 5,7 % y la indigencia del 1,9 %. Esos índices bajaron incluso al 5,4 % y al 1,5 % en 2012. Pero, como diría Galileo Galilei, eppur si muove: este país sigue teniendo como mínimo tres millones de seres humanos en situación de pobreza e indigencia gravísimas, lo que configura un paisaje vergonzoso que basta tener ojos y vivir en las afueras de cualquier ciudad para comprobarlo.

Como en la remanida cuestión del vaso medio lleno o medio vacío, se puede pensar que es fantástico todo lo que se mejoró, como también se puede pensar que todo es un desastre y no hay remedio. Ése es, de hecho, el juego necio que parecen practicar algunos funcionarios y militantes K que piensan que todo está bien y entonces "van por más", mientras del otro lado políticos y periodistas se dedican a lanzar fuegos artificiales pretendiendo que el incendio será irrefrenable.

Ahora mismo, y puestos ridículamente a opinar sobre lo que no saben, parecen decididos a que la sociedad se distraiga con un debate absurdo: el increíble objetivo de sancionar una ley de derribo de aviones como parte de la lucha contra el narcotráfico. Esa propuesta, impulsada por el variopinto peronismo opositor, es un exacto ejemplo de lo que esta nota propone. Es risible si se recuerda que en la Argentina no existe pena de muerte y no hay a la vista reforma constitucional alguna como para siquiera discutirlo. Y es trágico porque encierra la impotencia de muchos dirigentes frente al drama que se avecina: el narcotráfico como nuevo rostro espantoso de este país que pareciera que no sabe darse tregua a sí mismo.

En el contexto de mezquindad en que se desarrolla la política en este país, con una oposición semivacía y a la que sólo le llenan la cabeza algunos pocos grandes medios y la telebasura odiadora serial, no es muy grande la esperanza de la ciudadanía. Y así el Poder Narco es el único, gran beneficiado.

Las dos policías de los dos estados más importantes después de Buenos Aires están manchadas hasta los calzoncillos, y es obvio que ya no cuentan con funcionarios limpios y capaces de limpieza. Por eso frente a un ataque a balazos a la casa del gobernador de una de las tres provincias más importantes, en la que está la ciudad más violenta y con mayor número de narcovíctimas del país, sólo se vio una conferencia de prensa en la que el partido del baleado acabó quejándose del gobierno nacional. Mientras tanto la narco-corrupción policial evidenciada en Córdoba, también con muertos y prácticamente toda la oficialidad coludida, el gobernador De la Sota hizo silencio durante más de un mes para luego decir, como dijo esta semana, que estamos frente a "un problema nacional".

Éste es el país en que estamos. Uno en el que el miércoles pasado La Nación titula que el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) dice que "Argentina es el país con más robos en América Latina", a la vez que "Tiempo Argentino" titula que el PNUD dice que "Argentina es uno de los países con menor tasa de homicidios de la región". Así es como se forma en estas tierras la dizque "opinión pública".

Que se disculpe a los pesimistas, pero así la pregunta es sólo una: ¿quién y cómo va a parar a los narcos? •



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