Mi nota de hoy domingo en el diario The Buenos Aires Herald:
Y aquí la versión en Castellano:
Destituyentes y narcos, a la orden
Como en los juegos de niños –nuevamente hay que decirlo– ciertas conductas
argentinas son entre risibles y trágicas.
No sólo empiezan las peleas de todos contra todos, como las que ya se ven
entre dirigentes macristas, radicales y massistas que ayer nomás festejaban
triunfos electorales en éste o aquél distrito, sino que también hay
pronunciamientos insólitos como el de Luis Barrionuevo presagiando la renuncia
de la Presidenta, materia en la que cada tanto incursionan la diputada Elisa
Carrió, el conductor televisivo Jorge Lanata y casi todo el elenco estable del
así llamado "periodismo político". Nada nuevo bajo el sol.
Pero lo que sí es nuevo, al menos como asunto de consideración pública, es
la irrupción del Poder Narco como interlocutor principal de la vida cotidiana y
el discurso político argentino. Y además de novedoso, digno de espanto.
El asunto llega a los titulares de todo el país luego del pronunciamiento
de la Conferencia Episcopal, esta semana. Y como hecho político que es, acusa al
gobierno por haber dejado pasar tiempo y oportunidades para enfrentar este
gravísimo problema social. Parece cierto, nomás, que el kirchnerismo no se preparó
para la lucha, porque, digan lo que digan, entre sus funcionarios hubo
ignorancias, distracciones o desidias (dicho sea para no mencionar posibles conductas
peores) y por lo menos habría que admitir que hasta ahora nunca reconocieron la
verdadera dimensión del tremendo enemigo que está ya a nuestras puertas.
Claro que no toda la responsabilidad le cabe a este gobierno, sino más bien
al sistema político argentino todo. Y desde los albores mismos de la
democracia.
Porque el problema narco ha sido hasta ahora negado y por eso pésimamente
atendido por todas las dirigencias argentinas. Ninguna puede acusar a otra sin
asumir su propia negligencia. Así lo explicó este jueves por Radio del Plata uno
de los mayores expertos en seguridad democrática de este país, Marcelo Saín,
quien fue el creador de la Policía de Seguridad Aeroportuaria hace unos años y
es diputado bonaerense por el Partido Nuevo Encuentro: "El problema narco
fue tapado durante estos treinta años de democracia en base a acuerdos entre la
política y las policías, por un lado, y entre las policías y los narcos, por el
otro". Así, lo que se vino conteniendo, como siempre pasa, de pronto
empezó a emerger.
Lo que está claro es que el narcopoder es hoy un problema de la democracia.
Al que solamente la democracia podrá resolver, y eso mediante acciones
responsables y sistemáticas que se llaman políticas de Estado. Todo lo demás
será, por desdicha, pura retórica y apenas más de lo mismo que han pasado ya
muchas sociedades a las que la Argentina no querrá parecerse.
Y es que aun considerando que en los últimos años el desarrollo de
políticas sociales permitieron contener y repararon en muchos aspectos el
desastre que nos dejó la crisis de 2001 y 2002, la verdad es que la marginación
social y la indigencia nunca fueron eliminadas y es allí donde anida el eterno
huevo de la serpiente.
Hay que recordar que en 2002 a nivel nacional la pobreza alcanzó al
57,5 % de la población, la indigencia al 27,5 % y la desocupación al
21,5 %, que eran todos niveles récord para el país. En contraste, y según
la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) en 2011 la
pobreza era sólo del 5,7 % y la indigencia del 1,9 %. Esos índices
bajaron incluso al 5,4 % y al 1,5 % en 2012. Pero, como diría Galileo
Galilei, eppur si muove: este país
sigue teniendo como mínimo tres millones de seres humanos en situación de
pobreza e indigencia gravísimas, lo que configura un paisaje vergonzoso que
basta tener ojos y vivir en las afueras de cualquier ciudad para comprobarlo.
Como en la remanida cuestión del vaso medio lleno o medio vacío, se puede
pensar que es fantástico todo lo que se mejoró, como también se puede pensar
que todo es un desastre y no hay remedio. Ése es, de hecho, el juego necio que parecen
practicar algunos funcionarios y militantes K que piensan que todo está bien y
entonces "van por más", mientras del otro lado políticos y periodistas
se dedican a lanzar fuegos artificiales pretendiendo que el incendio será irrefrenable.
Ahora mismo, y puestos ridículamente a opinar sobre lo que no saben, parecen
decididos a que la sociedad se distraiga con un debate absurdo: el increíble objetivo
de sancionar una ley de derribo de aviones como parte de la lucha contra el narcotráfico.
Esa propuesta, impulsada por el variopinto peronismo opositor, es un exacto
ejemplo de lo que esta nota propone. Es risible si se recuerda que en la
Argentina no existe pena de muerte y no hay a la vista reforma constitucional
alguna como para siquiera discutirlo. Y es trágico porque encierra la
impotencia de muchos dirigentes frente al drama que se avecina: el narcotráfico
como nuevo rostro espantoso de este país que pareciera que no sabe darse tregua
a sí mismo.
En el contexto de mezquindad en que se desarrolla la política en este país,
con una oposición semivacía y a la que sólo le llenan la cabeza algunos pocos
grandes medios y la telebasura odiadora serial, no es muy grande la esperanza de
la ciudadanía. Y así el Poder Narco es el único, gran beneficiado.
Las dos policías de los dos estados más importantes después de Buenos Aires
están manchadas hasta los calzoncillos, y es obvio que ya no cuentan con
funcionarios limpios y capaces de limpieza. Por eso frente a un ataque a
balazos a la casa del gobernador de una de las tres provincias más importantes,
en la que está la ciudad más violenta y con mayor número de narcovíctimas del
país, sólo se vio una conferencia de prensa en la que el partido del baleado
acabó quejándose del gobierno nacional. Mientras tanto la narco-corrupción policial
evidenciada en Córdoba, también con muertos y prácticamente toda la oficialidad
coludida, el gobernador De la Sota hizo silencio durante más de un mes para
luego decir, como dijo esta semana, que estamos frente a "un problema
nacional".
Éste es el país en que estamos. Uno en el que el miércoles pasado La Nación
titula que el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) dice que
"Argentina es el país con más robos en América Latina", a la vez que "Tiempo
Argentino" titula que el PNUD dice que "Argentina es uno de los
países con menor tasa de homicidios de la región". Así es como se forma en
estas tierras la dizque "opinión pública".
Que se disculpe a los pesimistas, pero así la pregunta es sólo una: ¿quién y
cómo va a parar a los narcos? •
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