• Tengo la fortuna de ser
amigo de Tito Cossa, quien me firmó una preciosa dedicatoria en la edición de
"La Nona" que hizo Editorial Corregidor. Un texto ya clásico de la
dramaturgia argentina, que no obstante haberlo visto representado en un par de
oportunidades sigue siendo conmovedor. Ahora prologado con un texto un tanto
críptico de Osvaldo Pelletieri (que para mí debió ir al final, como colofón y
no como prefacio), releer esta obra preciosa, de manos del autor, me parece que
valida el pensar que Cossa sigue siendo uno de los más grandes dramaturgos de
la literatura argentina contemporánea.
No en vano desde que se estrenó en 1977, "La Nona"
sigue tan viva y vigente y sobre todo tan argentina. Allí se refleja todo lo
que por décadas ha caracterizado a los porteños de origen inmigrante, y
particularmente los italianos. Y al decir "todo" digo el repertorio
de inmoralidades que desdichadamente también nos representa: la hipocresía, la
haraganería, la apariencia, la gula, la avivada y el consecuente deslizamiento
hacia todo tipo de disvalores. Una pieza monumental, la del Maestro Cossa, que
incluso como teatro leído funciona a toda potencia. Al menos para mí releer este
drama tan nuestro, con esos personajes emblemáticos y sus diálogos tan escuetos
como picantes, me ha permitido renovar mi admiración inclaudicable hacia este
gran poeta del teatro argentino.
• Sentía gran curiosidad por
leer "La última carta", de Daniel Sorín, debido a la recomendación de
un amigo que es un enorme lector, y además porque toda referencia a ese
personaje de leyenda que fue John WIlliam Cooke siempre me interesa. Sin
embargo, y lo confieso con mucha pena, el libro, como novela, se me deshizo en
las manos. Quizás lo que me pareció un ritmo narrativo lento y algo plañidero, y
la prosa con reminiscencias para mi gusto demasiado borgeanas, conspiraron
contra mi placer. Dudé antes de escribir esto, porque pude hacer silencio y en
esta columna no cabe la mala leche, pero mi amigo estaba tan entusiasmado que,
por qué no, quizás soy yo, nomás, el que no entendió algo. Entonces escribo
esto, confesando mi incomprensión desde la sana honestidad de un lector
sincero. (Edhasa).
• Siguiendo con los libros
de la colección Anagrama-Página/12, que leo entre otros libros y un poco al
azar (hermoso azar, desde luego), en esta ocasión comparto impresiones acerca
de dos libros tan notables como distantes entre sí: "Los tres últimos días
de Fernando Pessoa", poéticos cuentos de Antonio Tacucchi, ese gran
narrador italiano que amó tanto Portugal.
Lisboeta adoptivo, Tabucchi llegó a conocer en
profundidad el temperamento y la literatura portuguesa, y su homenaje al gran
poeta luso es, una vez más, precioso. Particularmente la sección "Los
volátiles del Beato Angélico" me pareció estupenda, además, claro, de los relatos
del 28, 29 y 30 de noviembre de 1935.
El otro libro es "Loco afán", del chileno Pedro
Lemebel. Una colección de artículos que desnudan la hipocresía social (de su
país, pero de validez universal) acerca de lo que él llama "el
loquerío". Los prejuicios y rechazos a las travestis y el universo de la
homosexualidad son denunciados en este libro iracundo y bizarro, lleno de humor
feroz, provocación y, también, un profundo enojo frente a su sociedad. Fue una
lectura algo fatigante, debo confesarlo, como con algún exceso. Pero
interesante y aleccionadora. •
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