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domingo, 8 de septiembre de 2013

Lecturario # 16



• Finalmente, y lentamente, terminé de leer el fascinante libro de Leonardo Padura. Tal como adelanté hace dos Lecturarios (el # 14) "El hombre que amaba a los perros" (Tusquets) es una novela excepcional por muy diversas razones. Por su diáfana y rampante escritura en primer lugar, porque el texto cautiva y sobrecoge al lector de un modo que yo hacía mucho tiempo no sentía. Me trajo a la memoria a clásicos como Melville, Conan Doyle, Conrad o Chandler. Pero además lo que impacta en este libro es el trabajo de investigación histórica, realizado con obsesión de hormiga para luego traducirlo, digamos, a una historia que es varias historias a la vez: la de León Trotsky, de por sí trágica; la del ascenso y caída del imperio soviético, que es decir una versión de todo el Siglo XX; la de la Guerra Civil Española y la de Ramón Mercader, el comunista catalán que asesinó a Trotsky en 1940. Y también, enhebrando cada historia y conformado la trama sutil pero definitiva de la novela, el relato del narrador, un cubano desencantado del idealismo revolucionario y de la fría y cínica burocracia comunista mientras descubre y describe la historia de Trotsky, Stalin, Mercader y los mundos que cada uno y todos ellos protagonizaron: Rusia, Alemania, Turquía, Noruega, España, México y, en este país, sus años 30 y 40 y sus protagonistas pintados sin idealismo, Diego Rivera y Frida Kahlo entre ellos. Y todo, y todos, en una narración descarnada y precisa, con frialdad de investigador, con vuelos de poeta, con firmeza de novelista.
            Un libro enorme éste de Leonardo Padura, en todos los sentidos.

• Sigo leyendo la colección de Anagrama-Página/12. Ahora volví a Amélie Nothomb, narradora francesa de la generación dizque joven. Nacida en 1967 en Japón, vivió en un montón de países y es traductora y –hoy– la más renombrada escritora de Francia. Muy bien todo eso, impresionante. Pero para mi gusto una narradora más bien aburrida. Que me disculpen los editores, pero esa prosa un tanto engolada en tramas evidentemente forzadas resultan demasiado para mí. Ya conocía a esta autora por otra novela breve (“Cosmética del enemigo”) que en su momento también fue presentada como el non plus ultra de la literatura contemporánea. Y no. Para mí, al menos, no. Aquél era un cuento largo con dos tipos que se encuentran en un aeropuerto cuando uno de ellos pierde una conexión. El otro es un inquisidor atrevido, y así transcurren las páginas, con un tono de absurdos y sobrentendidos. Un plomazo.
Bueno, y ahora esta segunda novela, “Diario de golondrina”, recorre también terrenos del absurdo, de la perplejidad de los personajes (y de quien lee) en torno a un sicario francés que mata por encargo y reflexiona acerca de su oficio. Otra vez, en este caso, los excesos de los editores prometen la gran obra del siglo, pero después te dan a leer lo que en el mejor de los casos es una novela más o menos interesante. Y ésta lo es: una novelita entretenida, menor en muchos sentidos de la palabra, pero que al menos se lee velozmente. Y no deja de resultar gracioso que este killer francés por momentos medita y piensa como un egresado de Filosofía de La Sorbona.
Llevaderas, sin duda, las novelas de Nothomb tienen por lo menos el mérito de la brevedad. Lo que no sé es si leeré una tercera novela de esta autora.

• Releí “El reino de este mundo”, de Alejo Carpentier (1904-1980), y eso sí que fue una revancha. Una obra magistral, casi perfecta, que releo por lo menos cada década y como para recordarme a mí mismo de qué hablamos cuando hablamos de la gran literatura latinoamericana. Si no la leyeron todavía, corran a buscarla: es una novela breve, ejemplar en su humanismo militante y en su música interna. Un perfecto y delicado monumento del barroco latinoamericano alrededor de la Independencia de Haití y la luminosidad del idioma, que Carpentier dominó como pocos. Un clásico universal de nuestra lengua. Todo eso. (Alianza Editorial).

• Las novelas de poetas, y si además se escriben con vocación críptica, son para mí acobardantes, tremendos desafíos. Es lo que pienso mientras leo, “Chacana”, novela de la poeta Ana Guillot. Saga familiar que homenajea de hecho al Cusco, la ciudad mítica peruana, en ese ambiente maravilloso hay una historia de amor, y hay la presencia decisiva de la autora en páginas que se leen como se lee un poema arduo y complejo, una construcción experimental que demanda atención y espíritu de riesgos. Demanda también tiempo, y una curiosidad y paciencia casi orientales. (Editorial San Marcos, Perú).

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