México: el bolero de la tragedia
No tiene sentido hablar, en una breve nota de opinión como
ésta, de lo que ya se sabe: en los comicios del domingo pasado, México eligió
como nuevo presidente a un hombre joven y guapo (Enrique Peña Nieto) con más
pinta de actor que de político y evidente dependencia de, por lo menos, los
medios dominantes y el mundo de la farándula.
Para un país de más de cien millones de habitantes, el más
populoso de habla castellana en el mundo, y con una historia —y un presente—
violentos hasta el hartazgo, este futuro presidente al que llaman "el Luis
Miguel de la política" no parece asegurar una perspectiva de mejoramientos
sociales como los que son urgentes en esta nación. Con todavía un 30 % de su
población analfabeta, con enormes bolsones de pobreza en choque abierto con las
más grandes fortunas de Latinoamérica, y la amenaza de un incontenible
Narcopoder, México hace un siglo que es un polvorín. Quién lo hará estallar ahora
no se sabe. Pero que no lo apaciguará este joven de apariencia frívola e
ignorancia probada es casi seguro.
Producto de un partido arcaico que durante 70 años en el
poder traicionó sistemáticamente las esperanzas de la Revolución Mexicana
(1910-1920), Peña Nieto tiene ante sí un camino espinoso, ineludibles retos y
un futuro incierto. En primer lugar y desde ahora mismo, al cierre de esta nota,
confirmar su triunfo, puesto en duda por el candidato al que venció, el duro y
empecinado centro-izquierdista Andrés Manuel López Obrador.
AMLO, como se le conoce, es el ex jefe de gobierno de la
capital mexicana, una megalópolis de 24 millones de habitantes a la que
práctica y verdaderamente le cambió la cara y la modernizó al punto que se
granjeó un fuerte favor popular. Lleva varias elecciones triunfando holgadamente
en el Distrito Federal, y esas son sus razones de peso para reclamar el
recuento de votos, como ya lo hizo en 2006 ante el actual presidente Fernando
Calderón (quien lo superó por sólo el 0.5% de los sufragios). Ahora AMLO ha
logrado que el tribunal electoral ordene revisar casi el 60% de las urnas, lo
que podría dar vuelta el resultado. Algo que yo no descartaría.
El clima de sostenida violencia, la inseguridad pavorosa, la
corrupción que cala desde hace años todos los estamentos del sistema
político-económico-social, son síntomas abrumadores de peligro. En comparación,
la publicitada inseguridad local y la media docena de casos más sonados de
corrupción argentina, son algo así como un juego de niños. E incluso la
corporación mediática azteca, maestra interpares, deja chiquitos a grupos como
los de nuestras pampas.
En ese contexto, México asistirá todavía y en los próximos meses, a un zarandeo que, en mi opinión, impide que Peña Nieto pueda bailar todavía la danza de la victoria, a menos que sepa renguear muy bien y se sostenga tambaleante en el bastón mediático.
En ese contexto, México asistirá todavía y en los próximos meses, a un zarandeo que, en mi opinión, impide que Peña Nieto pueda bailar todavía la danza de la victoria, a menos que sepa renguear muy bien y se sostenga tambaleante en el bastón mediático.
Por eso para la mayoría de los observadores no cooptados por
los sistemas de medios dominantes, Peña Nieto no deja de parecer un monigote
bonito manejado desde la más grande corporación televisiva privada de habla
castellana. Y frente a él AMLO es, aunque se confirme su derrota, lo que ya se
sabe desde que en 2006 se plantó al no reconocer al presidente Calderón: un
hueso durísimo de roer.
Para quienes, como este cronista, amamos México desde que
cobijó a decenas de miles de argentinos y latinoamericanos en tiempos de
dictaduras, la tragedia azteza parece no tener fin. Y una vez más el bolero, ritmo
emblemático como el tango para nosotros, en este caso puede estar todavía
prenunciando más tragedia, antes que flamante felicidad. •
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