Exactamente 20 años después de la primera edición, ya está en todas las librerías del país "Así se escribe un cuento", publicada ahora por Capital Intelectual. Incluye las 20 entrevistas que les hice a Adolfo Bioy Casares, Juan Filloy, María Elena Walsh, Edmundo Valadés, Silvina Ocampo, Osvaldo Soriano, Carlos Fuentes, José Donoso, Isidoro Blastein, Elsa Bornemann, Marco Denevi, Antonio Skármeta, Enrique Anderson Imbert, Angélica Gorodischer, Daniel Moyano, René Avilés Fabila, Juan José Saer, Pedro Orgambide, Bernardo Kordon y Juan José Manauta, y que fueron publicadas en la revista Puro Cuento entre 1986 y 1992.
Como anticipo, aquí comparto el prólogo a esta nueva
edición:
Prólogo a esta edición, veinte años
después
Durante veinte años me
pregunté por qué este libro, que había tenido tan buena recepción cuando se
publicó por primera vez, no se reeditaba en la Argentina. Nunca encontré la
respuesta, si bien recibí muchísimas consultas relacionadas con el contenido de
estas páginas y con la suerte —es un decir— de la revista Puro Cuento, que yo había decidido discontinuar poco después a la
publicación de este libro.
Es que desde 1990 las
primeras medidas económicas neoliberales implementadas por el gobierno de
entonces habían esmerilado nuestra posibilidad de supervivencia, con la primera
confiscación bancaria compulsiva que la sociedad argentina luego bautizó como
"corralito". De modo que en el aciago 1992 ya estábamos, como miles de otras pequeñas empresas, al
borde del abismo. De ahí que el cierre de la revista coincidiera con la primera
edición de este libro.
De todos modos la paradoja
de que éste, siendo uno de mis libros más leídos, no encontrara editor argentino
interesado en reeditarlo me resultó, por años, más molesta que curiosa, sobre
todo porque en otras latitudes sí había interés. En México se publicó en 1995 y
se agotó velozmente; en España se mantuvo disponible en la colección de libros
de bolsillo Punto de Lectura mientras duró el convenio entre las editoriales
Alfaguara y Ediciones B. Y en Brasil, traducido por el escritor riograndense
Charles Kiefer, llegó a ser un libro casi de culto.
Pero en la Argentina pareció
ser un texto inexplicablemente maldito, porque desde la primera y única edición
de Ediciones Beas, en 1992, nunca más se publicó.
Por eso agradezco la cálida
recepción que deparó a esta obra Jorge Sigal, editor jefe de Capital
Intelectual, cuando le propuse reeditar este libro que reúne algunos textos
sobre historia y preceptiva cuentística y exhaustivas entrevistas a una
veintena de grandes escritores que hice para Puro Cuento mientras la revista existió.
Enseguida supe que recuperar
un libro como éste después de veinte años me imponía una de dos decisiones: o
dejarlo como estaba en homenaje a no sé qué indefinible fidelidad; o revisarlo
completamente. Opté por lo segundo, pero sólo para los textos teóricos, que
constituyen la primera parte del libro y que en aquellos años escribí intentando
delinear una preceptiva hasta allí inexistente. Yo pensaba entonces que un
aspirante a cuentista —como parecía ser el público mayoritario de la revista—
debía tener una mínima formación inicial antes de lanzarse a redactar sus
relatos.
Por eso decidí también
conservar la organización original de este libro, que se abre con una breve
historia de este género literario, seguida de una historia del cuento en la
Argentina. Después viene un texto sobre la (in) definición del género, otro con
recomendaciones y sugerencias sobre estructura y morfología cuentística, y dos
más acerca de tópicos literarios latinoamericanos que todo novel cuentista
debería, por lo menos, reconocer.
Claro está que dos décadas de múltiples lecturas, nuevas tecnologías y el surgimiento de nuevas ideas, me forzaron a hacer cambios en esos textos. Lo que no me resultó una tarea incómoda a partir de que me di cuenta de que no tengo por qué ser fiel a lo que ya no pienso. Y debí reconocer, además, que la experiencia y el dolor de haber cerrado PC después de la primera edición de este libro hicieron que nunca más releyera estas páginas, que durante años fueron para mí como las páginas de un libro muerto. Como muerto estuvo para mí todo lo que se relacionaba con PC, una experiencia que debo admitir que no ha dejado de dolerme. Y no tanto porque fue una derrota económica y cultural producto de una época nefasta de la Argentina, sino específicamente por el desprecio que la literatura argentina, fuera ella lo que fuese, reservó para mi revista.
Y no, no exagero y quiero
dejarlo dicho porque en estos veinte años he visto todo tipo de homenajes,
evocaciones retrospectivas y juicios históricos hipergenerosos hacia revistas
que no duraron ni media docena de ejemplares ni dejaron las huellas que sus
apólogos, cual buenos amigos, exageraron. Y he visto incluso ensalzar
tendenciosos intentos editoriales que hoy algunos canonizadores pretenden
considerar fundantes.
Y sin embargo a Puro Cuento, que fue la revista literaria más abierta,
democrática, nacional y generosa —y no dudo en subrayar esos cuatro
adjetivos— el canon argentino sólo le ha dedicado silencio y olvido.
Algunas personas me reprocharán que a esto lo deje escrito, y puede que tengan razón. Pero el ninguneo sufrido en estos 25 años al respecto me obliga, por lo menos, a que no sea yo el que silencie ahora este pequeño reclamo, fundado no en resentimiento alguno sino en el simple y elemental deseo de decir las cosas como son.
Algunas personas me reprocharán que a esto lo deje escrito, y puede que tengan razón. Pero el ninguneo sufrido en estos 25 años al respecto me obliga, por lo menos, a que no sea yo el que silencie ahora este pequeño reclamo, fundado no en resentimiento alguno sino en el simple y elemental deseo de decir las cosas como son.
Para esta edición revisé
minuciosamente el texto, hice algunas actualizaciones necesarias y reorganicé
la secuencia de los entrevistados. Sin embargo, al releer las entrevistas
decidí mantenerlas tal como se publicaron originalmente, por respeto a los
entrevistados pero también porque fue gozoso para mí comprobar que están vivas,
vigentes, como si esas conversaciones se hubieran verificado en estos días. Eso
me maravilla, de manera que las dejé tal como se publicaron en Puro Cuento, y solamente agregué ahora
la preciosa charla que sostuve con Isidoro Blaisten y que en la última edición
española habían quitado, inconsultamente y quién sabe con qué absurdo criterio.
Ahora esa entrevista recuperada cierra este libro.
Por cierto, la tarea me
llevó a recordar que varias de esas conversaciones me resultaron muy difíciles,
dados la personalidad y/o el estilo de algunos de los entrevistados. Ahora,
durante la revisión, celebré haber hecho entonces los adecuados silencios, que
es todo el secreto de un buen reportaje. Ya lo establece el mayor libro de
relatos de la historia: "El primer paso hacia la sabiduría es el silencio,
y el segundo es escuchar" (Proverbios 1:5).
Una
de las decisiones importantes fue quitar de esta edición el capítulo titulado
"El cuento en la Argentina de los 80", que publicamos en Puro Cuento número 8. Se trataba de una
ponencia que leí en un simposio internacional sobre literatura argentina, en la
Universidad Católica de Eichstätt (entonces Alemania Federal) en octubre de
1987, bajo el título “Literatura Argentina Hoy: De la Dictadura a la
Democracia” y en el que durante seis jornadas una docena de escritores
argentinos discutimos con académicos, investigadores y críticos llegados de
casi toda Europa y los Estados Unidos. Ahora, al revisarla, advertí que esa
ponencia había envejecido irremediablemente.
En
cambio, me ratifiqué en la inclusión de "Posmodernidad y Posboom en la
Literatura Latinoamericana", texto que leí en Bogotá en mayo de 1990 y que
he retocado apenas, y mantengo en este libro, porque tiene que ver con el
contexto epocal en que me formé, fundé Puro
Cuento y realicé cada entrevista.
La revisión íntegra de este libro me permitió ratificar algunas ideas, pero también me llevó a cambiar algunos criterios. Hoy creo que estos textos están mejor pensados y mejor escritos. Y creo, en fin, que este es un libro nuevo, porque redondea mi visión actual de la literatura y el cuento en particular a la vez que conserva y respeta lo dicho por esa veintena de grandes escritores/as cuyas opiniones y consejos son el verdadero lujo de estas páginas. Pienso que será útil para los nuevos lectores, acaso futuros escribidores. Ésa fue siempre la inquietud maciza y vehemente a todo lo largo de la existencia de la revista: queríamos hacer docencia. No sólo recuperar el cuento como el género argentino más popular, sino enseñar, señalar caminos, y para eso no había más que reconocer y leer a los precursores, los maestros, los que habían dejado esas huellas profundas que en literatura y en arte llamamos infuencias.
Yo sé ahora lo que
no sé si sabía hace un cuarto de siglo. Hoy sé, con Harold Bloom, que ningún
gran escritor puede "comenzar de la nada, sin pasado a sus espaldas (...)
Cuando alguien te influye, te está enseñando, y un escritor joven lee en busca
de enseñanza, que es como Milton lee a Shakespeare, Crane a Whitman o Merril a
Yeats". Por eso esta revisión. y por eso este libro que con los años no sólo no envejeció sino que ha
mejorado mucho, seguramente porque la sapiencia de aquellos maestros —la
mayoría de los cuales falleció entre 1986 y 2011— se puede apreciar mejor con
la perspectiva que da un cuarto de siglo.
Esa
era la idea que tenía ya entonces mi recordado amigo, maestro y jefe de
redacción Ignacio Xurxo (1930-2010). Su erudición y magisterio cuentísticos
fueron fundamentales para el joven escritor y periodista que yo era, quizás
porque ambos compartíamos con fervor la misma idea que Bloom describe con brillantez
en su tratado sobre las influencias literarias: "Cualquier distinción
entre vida y literatura es engañosa. Para mí la literatura no es sólo la mejor
parte de la vida; es en sí misma la forma de la vida, y esta no tiene ninguna
otra forma".
Resistencia,
Chaco, Febrero de 2012.
excelente, oscar tenes idea cuando llega a buenos aires
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