Me
llegan dos cartas de lectores.
Hola Mempo. Lo descubrí hurgando en los estantes de la biblioteca
de mi pueblo, es algo modesta, pero siempre voy en busca de algún libro que me
reconforte el alma. En esa incesante búsqueda me topé con “Imposibe
equilibrio”, un libro que me llegó al corazón, como ninguno lo había hecho
hasta ahora. Debe ser la combinación de ese humor espléndido, de esos
personajes que se presentan al lector y se alojan en su memoria para no irse
más, porque yo no me olvido de Rafa, con sus principios de fierro, sus
convicciones, su honor y ese tipo de conducta intachable; ni me olvido de Marin
y sus comentarios tan graciosos, como tampoco de los fachos “hombres de
derecho”, y ni que hablar de Frank (con su “Biutiful bichitos”). Todavía me
siento ante la mesa del bar “La estrella” escuchando las largas conversaciones
entre sus ocupantes, sus largas peroratas acerca de los hipopótamos.
Este libro me llegó al
corazón porque hay allí ingredientes que alimentan un mensaje muy esperanzador.
El humor y “el maravillante desequilibrio” al que se refiere Rafa, el que nos
lleva a aferrarnos a ciertos valores que todavía le dan sentido a la vida, como
el amor, la amistad (Rafa y Cardozo nunca le soltaron la mano a sus amigos,
mientras que los demás que decían serlo, en la primera de cambio los dejaron
solos), y la ¡Literatura!, sobre todo la literatura. A pesar de que el mundo
sea decadente, que hay estafadores, gente que pierde la dignidad por unos
minutos en televisión, que los medios construyan circos patéticos en
donde el mundo parece ser un caos permanente y la visión apocalíptica de la
gente aumente cada vez que enciende ese aparato estupidizador; a pesar de todo
esto hay una contracara, un asidero. Y en mi vida ese asidero lo constituye
sobre todo la literatura, en eso estoy absolutamente de acuerdo con usted. No
creo ser un lector experimentado, para nada, eso está muy lejos de mi, pero
siempre que cae en mis manos un libro que me revuelve los sentimientos, que me
conmueve profundamente, que me golpea en lo hondo y me hace reflexionar,
siempre que sucede eso se abre un nuevo camino para el crecimiento
personal.
Por eso le escribo
estas palabras, Mempo. Gracias. Nicolás B. (de un pueblo del interior bonaerense)
Estimado:
Soy un ávido lector, viajero y ya retirado de toda actividad (tengo 68 años y ya no trabajo por diferentes razones). He leído muchas cosas de usted, sus artículos en diferentes diarios y algunas novelas (…) La razón de este mail es solo expresarle el placer que he sentido al leer su última novela, “Imposible equilibrio”. Es uno de los libros mas hermosos que he leído en los últimos tiempos. Soy un amante de los clásicos y rara vez leo novelas de actualidad. Este año, por ejemplo, lo he dedicado a releer casi toda la obra de Gide y de Boris Vian, algo de Anatole France, la novela de Littell, tan promocionada como interesante, y algunas otras cosas. Sin embargo ninguno de esos libros me ha deparado el enorme placer que sentí al leer su novela.
Hacía mucho que no me ocurría desear que el libro no terminara para seguir disfrutándolo y, al mismo tiempo, la curiosidad que me despertaba el argumento me impelía a continuar leyéndolo donde estuviera. No podía dejarlo.
La razón de este mensaje es solo felicitarlo por ese Chaco que me ayudó a descubrir y agradecerle todas las sensaciones que su lectura me regaló. No espero una respuesta, pero sí desearía que se enterara que tiene un admirado lector en esta Argentina que compartimos con esa mezcla de dolor y alegría que su novela refleja.
No suelo escribir a escritores que admiro, solo dos veces sentí esa necesidad. Hace unos años escribí a Tahar Ben Jelloun y ahora a usted.
Es posible que no tenga tiempo de leer éstas líneas. No importa, allí quedarán hasta que llegue el momento, mientras tanto me queda la satisfacción de haber cumplido con la necesidad que tuve de hacerlo. Un escritor escribe para que lo lean, yo escribo esto con la esperanza de que usted lo lea pero más buscando una manera de expresar mis sensaciones, casi conversando conmigo.
Lo saluda afectuosamente. Carlos A.F. (no dice de dónde es)
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