Llegué
esta semana a Praga, la bellísima capital en la que nació y vivió Franz Kafka. Estuve
apenas unas horas, reconociéndola nuevamente, y seguí camino a Olomouc, en el
corazón de la antigua Moravia. Olomouc es una deliciosa ciudad de origen medieval, a
unos trescientos kilómetros de Praga, con una gran
universidad pública en la que se organizó lo que llamaron "Primer Coloquio
Internacional de Estudios Latinoamericanos: Literatura y Política, perspectivas
actuales".
Presidido por el reconocido crítico alemán Karl Kohut,
quien pronunció la conferencia inaugural, y al cuidado de Daniel y Marqueta
Nemrava, dos profesores de esta universidad que organizaron todo a la
perfección y nos cuidaron y mimaron en todo momento, fueron tres fantásticos días
de convivio con un puñado de narradores, críticos y académicos de diversas
universidades de este país y de Alemania, Francia y España.
Para mí fue una fantástica ocasión de reencontrarme con
queridos amigos como el gran narrador peruano Alonso Cueto (¡quien además es un
declarado hincha de Vélez y consecuente fan limeño!) y con Horacio Castellanos
Moya, duro novelista salvadoreño residente en los Estados Unidos (los tres, en
la foto). También estuvo Abilio Estévez, escritor y dramaturgo cubano residente
en Barcelona a quien no conocía personalmente. Con ellos y otras personalidades
como el historiador Enrique Florescano y el periodista Gerardo Ochoa Sandy,
ambos de México; más el editor compatriota Christian Kupchik y los académicos
Emil Volek (Universidad de Arizona, USA), José Manuel Camacho Delgado
(Univ. de Sevilla), Anna Houskova (Univ. Carolina de Praga),
Ligia Chiappini Moraes Leite (Univ. de Sao Paulo, Brasil) y Pablo Sánchez
(Univ. de Barcelona), debatimos durante dos días y en media docena de
mesas algunos de los grandes temas de la literatura latinoamericana de los
últimos 30 años. Ante profesores y estudiantes de todo el país, la mesa final
de ayer sábado a la tarde consistió en una entrevista pública que nos hicieron a
los cuatro narradores invitados: Horacio, Alonso, Abilio y yo.
En cuanto a mi conferencia, el viernes, la titulé:
"Violencia, Exilio, Política y Utopía en la literatura latinoamericana
contemporánea". Y aunque aquí y ahora no la reproduciré completa, sí
quiero compartir con ustedes algunos párrafos de mi reflexión:
"Me interesa
puntualizar que los cuatro conceptos del título quizás definen todavía a la
literatura latinoamericana de los Siglos XIX y XX, pero ya no necesariamente a
la del Siglo XXI. Por lo menos, no los cuatro (...) El nuevo milenio se inició
con cambios profundos, todavía no completamente estudiados pero que
probablemente perfilarán una textualidad diferente, que intuyo que ya es
reconocible, y me parece que este coloquio puede ser una buena oportunidad para
repasar conceptos, prejuicios y tradiciones académicas (...) Quisiera revisar, entonces, esos cuatro conceptos
porque se puede decir que los cuatro son
inherentes a nuestra literatura, pero también que forman parte de prejuicios
que nos atribuyen, desde hace 500 años, cierta afinidad con la barbarie. Y esto
me parece un rótulo ya inaceptable. Me opongo a que se siga pensando a
Latinoamérica como 'el territorio de la barbarie', contrapuesta a 'la Europa
civilizada'. Hoy, en mi opinión, eso es un mito y creo que hay que reflexionar
el asunto con los estudiantes, que serán los profesores y académicos de los
años venideros.
"Yo creo que el mundo bipolar de hace cinco siglos y
que se extiende todavía hasta hoy, va dando paso muy lentamente, pero
inexorablemente, a un mundo que antes que esas oposiciones bipolares necesita
reconocer diferencias y matices.
"Desde los primeros relatos de la Conquista, y
pienso en Cristóbal Colón, Ruy Díaz de Guzmán, Ulrico Schmidel y Bernal Díaz del Castillo,
por lo menos, la Violencia se supone que es un modo, un estilo americano y
latinoamericano. Producto de la bestialidad de nuestros pueblos originarios,
supuestamente. Y representado en las figuras caricaturizadas de dictadores
clásicos, mezclados no inocentemente con líderes que según los relatos se
supone que también fueron o son dictadores, y entonces se los mezcla a capricho
y sin matices, llámense Rosas, Porfirio Díaz, Batista, Trujillo, Perón,
Stroessner, Fidel Castro o ahora Hugo Chávez...
"Esto pudo producir relatos exitosos, ciertamente, y
quizás por eso en nuestra América tuvimos que soportar esas visiones más llenas
de prejuicios que de análisis.
"Y sin embargo en paralelo, mientras esa vara nos
aplicaban a nosotros, no había aquí en Europa caricaturas sino más bien mucha
solemnidad para escribir a Hitler, Mussolini o Franco. O a la Sra Thatcher, y
ni se diga a todos, absolutamente todos los muy democráticos presidentes
norteamericanos, cuyas víctimas sólo en el Siglo XX suman varios millones de
personas.
"Me disculparán la franqueza, entonces, pero yo
rechazo ahora la violencia como signo y marca de la literatura latinoamericana.
Y propongo en cambio que, mejor, analicemos la violencia como señal de la
posible bestialidad del ser humano. Pero de todas las culturas y en todas
las literaturas. No sólo en la nuestra (...) Porque hoy el sistema bancario
mundial, por caso, y el Fondo Monetario Internacional, también son violencia en
tanto la generan. Y muchas trasnacionales también se especializan en parir
violencia en los márgenes del mundo dizque "civilizado". Y los
grandes sistemas mediáticos concentrados también proceden con violencia,
fomentando, inventando y/o magnificando microclimas violentos, mediante prácticas
de lo que suelo llamar 'terrorismo informativo'.
"Sin desconocer la violencia de las favelas en
Brasil, el accionar brutal de los narcos en Colombia y sobre todo en el norte
de México, y las muy diversas formas que adquiere la inseguridad urbana en las
grandes ciudades de nuestro continente, me parece que nuestra violencia, la de
Latinoamérica, puede parecer un juego de niños al lado de todo lo que en los
últimos cien años han prohijado Europa y Norteamérica. Sólo que nosotros los
escritores latinoamericanos lo decimos, lo escribimos, con sinceridad y
dolor, porque ése es nuestro modo de exorcizar el horror. Y también como
purificación, quién sabe (...) Propongo tener más cuidado, entonces, con las trilladas
argumentaciones acerca de la supuestamente proverbial violencia latinoamericana
que impera en nuestra narrativa. No la niego, quede claro, pero me permito
recordarles que en democracia América Latina es hoy el continente menos
militarizado y menos violento del Planeta. Y eso no nos parece nada mal... Como
tampoco estaría mal que ustedes, dicho con todo respeto, revisaran y
corrigieran las formas de violencia que los caracterizan tanto o más que a
nosotros..."
Me has convencido de que la dicotomía civilización y barbarie es un mito y creo que siempre lo fue. Creo que tiene importancia y validez en la literatura fundacional como Facundo y en los relatos de la conquista porque enmarca la subjetividad del momento. En cierta forma creo que esa subjetividad, esa manera de verse ante el mundo permanece. Evelyn Galindo
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