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viernes, 25 de diciembre de 2020

Apuntes de la errancia / 35 (Leído en El Destape Radio, viernes 25/12/2020)

Elogio del Villancico
Por Mempo Giardinelli

No sé si se cantaron anoche, si muchos o pocos, ni qué vigencia tienen todavía. Pero el villancico, aunque muchos/as no lo crean, sigue vivo en Nuestra América.
Cierto que en estos tiempos de baja religiosidad es presumible que esté en retirada como forma popular urbana. Me refiero, aclaro, a las religiones históricamente mayoritarias, como el catolicismo, el judaísmo, el islamismo y el cristianismo y protestantismo europeo clásicos. Y obviamente no incluyo a las dizque religiones norteamericanas que han sido y son, cada vez más, caballos de Troya para penetración ideológica antes que religiosa. Como sea, el villancico es una forma musical y poética clásica de la lengua castellana, todavía vigente.
Entre los siglos 15 y 18 los villancicos llegaron a ser popularísimas canciones para varias voces, con estribillos ingeniosos y de rimas sencillas, que empezaron a cantarse en las iglesias y se vincularon rápidamente a las celebraciones navideñas. Juan del Encina, nacido hacia 1460, fue el poeta, músico y autor teatral más popular del renacimiento español y es considerado uno de los padres de estas formas sonoras casi siempre con letras alusivas a la Navidad y que se cantaban casi solamente en esas fechas.
Incluso un poco antes, en los siglos 12 y 13, ya se cantaban canciones navideñas celebratorias del nacimiento del Niño Jesús, pero la popularidad y universalización se dio más bien entre los siglos 15 y 20, en forma lírica tradicional de dos o tres o más versos de 6 a 8 sílabas.
El término villancico definía las cancioncillas, cantigas o canciones, y las primeras formas aparecen ya en cancioncillas de origen mozárabe del siglo XI, como el zéjel, que alternaba el canto de un solista con estribillos cantados a coro. Y que fueron parte de la lírica popular de la península ibérica durante los ocho siglos de ocupación musulmana, entre los años 711 y 1492.
Se trataba de composiciones populares, cantadas por campesinos y habitantes de caseríos o villas rurales en las fiestas populares, no necesariamente religiosas, y sus temas se vinculaban a la vida de pueblos y regiones. El villancico de tema religioso se reservó siempre a la celebración de las fiestas navideñas. De ahí que aún hoy se denomina villancicos a los cantos de Navidad, cualquiera sea su métrica y rima, y tanto en español como en inglés, francés, italiano o alemán.
El villancico siempre combinó estribillo y coplas, por ejemplo como se canta en Cuba: Angelito mío llévame a Belén / donde está la virgen y el niño también.
Fue a mediados del siglo XVI cuando las autoridades eclesiásticas empezaron a descubrir la poderosa función evangelizadora de la música cantada en lenguas populares durante los oficios. Tanto en Navidad como en otras celebraciones, las iglesias tenían sus propios músicos, y los villancicos se generalizaron y algunos en formas musicales y literarias más complejas en coplas y estribillos. Ya para el Siglo 17 el villancico era un género muy popular en la música española, e infaltable en todas las festividades religiosas, como la Asunción o las de cada santo, y obviamente la Navidad. El villancico empezó así a admitir la polifonía, los coros y el acompañamiento de instrumentos musicales además del infaltable órgano.
Desde luego, llegó a Nuestra América traído por los innumerables funcionarios eclesiásticos que venían con los conquistadores. En todas las colonias se popularizaron también como medios de evangelización. Y como era lógico, el villancico clásico español adoptó rápidamente características locales. De México a Chile, del Caribe a la Argentina, y también en Brasil traído por la conquista portuguesa, fue adquiriendo y adaptando motivos de las culturas indígenas. Y así los villancicos se escribían y cantaban en lenguas como el náhuatl en México o el quechua en Perú.
Los villancicos americanos se popularizaron extraordinariamente y, además, por influjo de las músicas folklóricas regionales, adaptaron formas notables en el cancionero infantil y las danzas criollas o indígenas, cuya diversidad y popularidad tomó variadísimas formas: villancicos, romances, cantos de pascuas, alabanzas, décimas, aguinaldos y otras formas populares. Y cabe recordar aquí que el vocablo aguinaldo significa regalo o gratificación que se da por Navidad, generalmente a quienes prestan servicios, originalmente los carteros y los recogedores de basuras. Por eso el villancico, o aguinaldo, se canta por Navidad y con donativos.
En Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, el villancico folklórico fue promovido por los misioneros, que adaptaban melodías autóctonas con letras religiosas españolas, a fin de expandir el cristianismo. Por eso el villancico aún hoy tiene vigencia en muchas regiones: en Chuquisaca y Tarija todavía los villancicos acompañan las danzas religiosas; en las islas del Caribe, como en la República Dominicana, los villancicos son músicas y letras exclusivas para niños; y en Brasil se popularizaron los villancicos de Juan IV, a quien llamaban el Rey Músico, cantando y bailando delante del pesebre, si bien es cierto que algunas alabanzas al Niño Jesús derivaron a representaciones profanas y divertimentos nada religiosos.
En la Argentina, algunos villancicos se cantas todavía en el Norte, el andino y el del llano, donde son populares los arrullos, alabanzas, tonadas, canciones y danzas infantiles. Y en las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán se conserva la costumbre de acompañar pesebres navideños, pero la verdad es que la hoy lamentablemente atenuada música folklórica argentina los tiene un tanto olvidados. Como cosas raras. Y quizás por eso, de puro nostalgioso y sentimental, hoy yo he querido compartir estos apuntes. @

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