Mi papá decía que las personas decentes no tienen necesidad de demostrar que lo son, porque se supone que sus vidas son transparentes.
En la polucionada vida política argentina de estos tiempos aquella enseñanza de mi viejo, que cumplí a rajacincha toda mi vida, parece cuestionada ahora por mi labor periodística. Las acusaciones insostenibles que recibo en diversas cloacas mediáticas, junto con groserías y vulgaridades, me obligan entonces a declarar taxativamente, para quienes sé que me quieren y valoran y respetan, que: a) jamás en mi vida recibí ni un centavo que no me correspondiese por mi trabajo; b) que no estuve jamás ni estoy ahora al servicio de poder alguno, ni político ni económico; c) que mis ideas podrán estar equivocadas, pero son mías y solamente responden a mi pensamiento. Yo digo y escribo lo que pienso, y vivo como pienso.
Por eso la única vergüenza que siento, y mi padre reprocharía, es por tener que escribir públicamente esto. •
Estimado Mempo: Lo único que se me ocurre decir es que a quienes realmente hemos leido tus contribuciones periodísticas (además de tus obras literarias), especialmente las más recientes, no nos agrega nada tu declaración de tres puntos. Pero entendemos que la hagas, como también entendemos la vergüenza o el pudor que te enseñó tu viejo. La honestidad intelectual tiene su costo en ámbitos en donde escasea, porque priman los sumisos de todo pelaje... sin pudor.
ResponderEliminarAbrazo y no aflojes.
Sergio Sánchez