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Gracias a la organización de la mudanza de mi biblioteca, encuentro otro
clásico de los tiempos de la revista "Puro Cuento". Se trata de
Auguste Villiers de L'Isle Adam (1838-1899), un escritor francés todo desdichas
y malogros cuya obra teatral nunca me interesó (dicho sea de paso, fue un
enorme fracaso en la Francia de su época) pero cuyos cuentos me resultaron muy
interesantes hace años. Releí ahora algunos de sus "Cuentos crueles"
y ya no me gustaron tanto. Pero recuerdo que llegué a este autor porque era uno
de los favoritos de Ignacio Xurxo, mi mentor y gurú en la revista a comienzos
de los 90. De la relectura rescato ahora uno que siempre me gustó: "La
máquina de gloria", en el que hace geniales críticas de la entonces
llamada "claque", es decir las filas de aplaudidores de los teatros.
Antecedentes directos de las falsas risas televisivas, que al menos hoy se
editan, entonces dependían de sujetos y críticos a veces feroces, a veces
ignorantes, casi siempre las dos cosas. La mirada y la voz literaria de Villiers
está llena de resentimiento, que no vale nada, aunque también, en su caso, se
nota que el hombre tuvo un desdichado talento.
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Finalmente se publicó en Argentina "Mi nombre es Jamaica", la más
reciente novela del narrador español José Manuel Fajardo. Me referí muy a ella
sintéticamente en uno de mis primeros Lecturarios. Dije allí que en esta novela
"la Historia, la locura, la tradición hebrea y la conquista de América
conviven en un relato apasionante que no me explico por qué no ha tenido una
mejor, mayor acogida". Más de un año después, ahora que tengo en mis manos
la edición argentina, celebro esta publicación al alcance del público
argentino.
Novela
premiada en España con el Premio Alberto Benveniste a la mejor obra literaria
sobre cultura judía, tenía que ser aquí, en nuestro país, donde se publicara
esta obra que conmoverá, no lo dudo, a la colectividad judía argentina, hoy tan
zarandeada por pujas internas y sometida a la barbarie política y judicial que
es parte de lo peor que desdichadamente distingue también a esta tierra
nuestra.
Hay,
diría yo, una épica fajardiana que recorre estas páginas, que a su vez recorre
por lo menos dos siglos y la búsqueda de una identidad y de un lugar en el
mundo, esas constantes históricas del pueblo hebreo. También aquí hay una
especie de diáspora o épica personal, la de Tiago, un personaje entrañable que
es un historiador que se vuelve loco en sentido estricto, no figurado, durante
un congreso celebrado en Israel, y quien después de que muere su hijo cree ser
a la vez un judío perseguido y un combatiente contra los conquistadores
españoles llamado, precisamente, Jamaica. En esta novela hay una profunda
indagación psicológica al servicio de la memoria, esa condena necesaria en la
que los argentinos de las últimas generaciones estamos diplomados con honores y
dolores. (Edhasa,
Serie Azul).
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Leo con mucho agrado un libro tan cordobés como fascinante: "Un tal
Bialet", especie de triple biografía novelada cuya autora es Graciela
Bialet. Es fascinante la recuperación del excéntrico y visionario personaje que
se llamó Juan Bialet Massé, condenado injustamente por construir el primer
dique San Roque en 1889. También médico, abogado, político y académico, fue un
tipo obviamente incomprendido en su tiempo. Algunos de sus descendientes, en
1975 y 2013, completan el coro de este libro lleno de sabrosura. (Raíz de dos.
Colección corbobeses por cordobeses).
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"Leer al desaparecido en la literatura argentina para la infancia" es
el título del notable libro de consulta literaria de otro cordobés, Ignacio
Scerbo, joven académico de la Universidad Nacional de Córdoba. Interesantísimo
abordaje que elude la pedagogía y las recetas para adentrarse en la
recuperación del sentido mismo de la literatura para niños, esa escritura –como
ya he escrito– que desafortunadamente es llamada LIJ, como si la Literatura,
ella, pudiese ser infantil o juvenil. Scerbo construye la tesis de su libro a
partir del estudio de ocho novelas que, ya en democracia, basan o incluyen en
sus tramas la figura del desaparecido, y alcanza momentos tan polémicos como
interesantes. (Comunicarte).
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Por cierto, y sea que la casualidad exista o no, leo casi a la par "La
pureza de las palabras", de la escritora alemana Jenny Erpenbeck, una
novela que se propone como "deslumbrante" y como "magistral
ejercicio de estilo" cuando en realidad no es nada de eso. Pero sí aborda
también la cuestión de los desaparecidos y la brutalidad dictatorial en la
Argentina de hace cuatro décadas, desde una óptica inesperada. A partir del
relato de la leyenda de la Difunta Correa, una niña idealiza a su padre, que es
entrenador de torturadores en un país presuntamente sudamericano que, claro
está, se parece en casi todo al nuestro. Quiero creer que fue por su prosa
demorada y excesivamente reflexiva, pero la verdad es que no pude terminar este
libro. (Edhasa, Serie Ocre).
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Leo "El perseguidor de estelas", de mi joven comprovinciano Martín
César Romero Villán, quien parece desdoblarse en un joven que observa a un
viejo que escribe diariamente sus memorias, pensamientos, acaso recuerdos. La
prosa es correcta, pero el ritmo es agobiadoramente cansino. (Editorial
Fundación La Hendija).
Muchas gracias Mempo! Es ciertamente un honor tu comentario acerca de mi libro.
ResponderEliminarAbrazo Grande
Nacho Scerbo