Y vaya casualidad, si es que la casualidad existe: en los
últimos meses los he leído como me gusta leerlos: de a sorbitos, saboreando sus
poéticas, reencontrándome con sus universos imaginarios y sensibles.
Angélica es mi hermana desde que hace algunos años nos
declaramos esta fraternidad y decidimos sostenerla y cuidarla. Lo que implica
además, pero sólo además, leernos. Porque el amor fraternal excede nuestras
creaciones literarias, incluyéndolas.
De ella he leído muchas de sus obras en originales, y así luego, cuando se publican, las releo sintiendo una especie de regodeo infantil, privadísimo, como de quien confirma que la obra era buena nomás. En los últimos años, "Tirabuzón", "Las señoras de la calle Brener" y ahora "Palito de naranjo", una novela que todavía parece que me tiembla en las manos. Una joya narrativa de escritura impecable, preciosa y no sólo por la tensión del relato, sino por la sabiduría que destila cada página.
De ella he leído muchas de sus obras en originales, y así luego, cuando se publican, las releo sintiendo una especie de regodeo infantil, privadísimo, como de quien confirma que la obra era buena nomás. En los últimos años, "Tirabuzón", "Las señoras de la calle Brener" y ahora "Palito de naranjo", una novela que todavía parece que me tiembla en las manos. Una joya narrativa de escritura impecable, preciosa y no sólo por la tensión del relato, sino por la sabiduría que destila cada página.
Es la historia de una mujer fascinante, que ha pasado por
todo lo malo de la vida, su vida, y ya de grande la cuenta a una escritora que
la graba en sesiones continuadas. Fermina es una chica de origen muy humilde,
de padres desconocidos, que vivió en una villa miseria y después pasó por todo:
la calle sin techo, la cárcel, el convento religioso, la prostitución, un
cafisho que la enamora, la brutalidad de la vida y el desamor, todo eso que,
sin embargo, parece incapaz de destruirla.
Yo la leí despacito, a lo largo de varios días, con la
creciente admiración que me producen las grandes obras literarias. Ésta es una
de ellas. No se la pierdan, vayan y léanla. (Emecé).
• Durante una reciente
visita a Charlottesville, la incomparable ciudad norteamericana en la que está
la Universidad de VIrginia, en la que enseñé durante años, me recibió el mismo,
delicado Otoño que en cada Octubre se deshoja en amarillos, verdes, rojos y
ocres intensos y únicos. Allí vive mi otro hermano, el poeta y catedrático
Fernando Operé. Madrileño de origen y valenciano de corazón, es también un
orgulloso ciudadano estadounidense y un poeta que en mi tierra diríamos
"de la Gran Siete", y cuyas últimas obras parecían estar esperándome,
impresas y estupendas.
Conozco toda la poesía de Fernando, que es nutrida y nutricia,
y se puede consultar en su estupenda página web: www.fernandoopere.com.
Ahora me encontré con sus tres últimos libros, que
también conocía desde que eran originales. Uno es "La vuelta al mundo en
80 poemas", una preciosa edición bilingüe de poemas inspirados durante un
viaje del poeta, en barco y por los cinco continentes, realizado en 2010 y cuyo
tono elegiaco vibra en versos de rendida, incontenida pasión:
Llorar porque no hay razón para reir
ni laurel en la ventana.
La sed regresa cuando se avienta
la esperanza.
El mar es hoy un llanto consagrado.
La estupenda traducción al Inglés se debe a la hoy
consagrada actriz neoyorquina Mercedes Herrero. (Colección Biblioteca Nueva, Siglo
XXI Ediciones, Madrid, España).
Otro de los libros de Operé es "Ciudades de
tiza", una especie de cántico ceremonial a muchas de las ciudades del
mundo que el poeta ha visitado. Son abordajes que fluctúan entre la fascinación
y el desencanto, la geografía y las experiencias vividas, todo visto desde los
instantes de reflexión y serenidad que ofrecen los viajes. (Gerión de Poesía,
Bilbao, España)
Y el tercero de los libros, y acaso el más original, es
un viejo texto de Operé, ahora revisitado y enriquecido por él mismo. Se titula
"Refranero de dudas" y es, yo diría, un intenso y personalísimo
tratado de paremiología, en el que el poeta discurre con gracia y sabiduría partiendo
de dichos populares y apotegmas, lugares comunes y refranes de la lengua
castellana. (Renacimiento).
* Finalmente, no me resisto
a comentar un clásico siempre recomendable, que me tocó releer casi a la par de
mi hija adolescente. Me refiero nada menos que a "El extraño caso del Dr.
Jekyll y Mr. Hide", del genial y siempre delicioso Robert Louis Stevenson
(1850-1894), un tipo que me hubiese encantado conocer y que bien mereció
llamarse "Tusitala" como lo rebautizaron los habitantes originarios
de Samoa, adonde este extraordinario narrador se fue a vivir sus últimos años,
y que significa "el que cuenta historias".
La trajinada y muchas veces no bien comprendida alegoría
moral stevensoniana, esta vez, volvió a sorprenderme. Todo el bien y todo el
mal caben en un mismo ser, nos dice Stevenson, y en eso pueden caber su
maravilla y su desdicha. (Servilibro).
Descubro,
además, que es una gozada exquisita darme cuenta de que no sólo soy lector sino
también relector. Enhorabuena. *
Gracias, querido Mempo, por este hermoso blog y el comentario de tus lecturas que son siempre nuestra guía. "La isla del tesoro" de Stevenson fue el primer libro que me deslumbró en la infancia,
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