Mi artículo del domingo 22 en The Buenos Aires Herald
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http://buenosairesherald.com/article/148066/december-short-on-power-long-on-ghosts
Un Diciembre con pocas energías y algunos fantasmas
Muchas veces escribir remite, y se parece, al arte de relacionar hechos aparentemente inconexos que, sin embargo, al ser hilvanados muestran su sentido, no siempre inocente. Al menos en política, esto es común.
Véanse los hechos: el primero fue el caos energético en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano. Un tercio del país real, cierto, pero fácil de enojar porque está sobrado de resentimiento y de aspiraciones siempre superiores a sus posibilidades. Cuando a ello se le suma la astucia de los que incentivan el fastidio de las clases medias, el caos parece inminente e ilimitado.
Ahora que ya no está Guillermo Moreno en el rol de malo de la película, y el muchachito del filme es simpático, de buenos modales y muy ejecutivo, la tradición argentina de diciembres violentos estuvo (¿acaso está todavía?) a un paso de repetirse.
Los profetas y mercaderes del caos saben moverse. Es sencillo para ellos utilizar a seres marginales carentes de todo y violentados por la vida miserable que llevan. Son sólo el 7% de la población, dirán algunos. Pero son casi tres millones de argentinos que no tienen nada que perder porque jamás tuvieron nada, y se concentran extramuros de las grandes ciudades. He ahí la carne de cañón del narcopoder, de las malditas policías, del clientelismo vil de las barriadas pobrísimas y de los horribles dirigentes que los incitan a saqueos, piquetes y desmanes. Nada más sencillo que echar alcohol al fuego para que el fastidio se generalice y devenga destituyente. Porque con votos, como se hace en democracia, no parece que consigan jamás llegar al poder.
Lo cierto es que a la infinita retahíla de recursos para generar el caos, al que siempre contribuyen algunos grandes diarios y la telebasura informativa, ahora se sumó la crisis energética. Al alcanzarse consumos record, nunca antes vistos porque la venta de electrodomésticos creció verticalmente en todo el país, los cortes sirvieron para alimentar la furia de lo que el macrismo llama "la gente".
Por eso el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, denunció primero una "estrategia comunicacional para responsabilizar al Gobierno". Y enseguida advirtió a las empresas productoras y transportadoras de energía eléctrica, en particular Edenor y Edesur, que "si no están dispuestos a prestar el servicio, estamos dispuestos nosotros a hacernos cargo". Y agregó: "Nos cansamos de las excusas. Las dos empresas deben cumplir el contrato, invertir y comunicarse con sus usuarios".
Esas declaraciones no sería aconsejable que sean leídas como meras amenazas, puesto que el kirchnerismo —se piense de ellos lo que se quiera— ha mostrado su capacidad de decisión cuando de nacionalizar pésimos servicios públicos se trata. Ahí están las Aguas Corrientes, el Correo, Aerolíneas Argentinas, YPF y más recientemente el Ferrocarril Sarmiento, como muestras de esa vocación.
Por supuesto, las empresas se defendieron con un buen argumento: que las tarifas en la ciudad de Buenos Aires y el área metropolitana son "las más bajas de toda América latina" y hacen "muy difícil prestar un servicio de calidad".
Por su parte, el secretario general del Sindicato Luz y Fuerza, Rafael Mancuso, denunció que las principales razones de los cortes de energía eléctrica son "la falta de inversión de las empresas" y la "falta de cuadrillas de trabajadores". Y advirtió que si el Gobierno estatiza la distribución de energía el sindicato apoyará la decisión. Al cierre de este artículo la cuestión todavía estaba abierta.
Por cierto, los ruidos de la semana se completaron con el ascenso del jefe del Ejército, César Milani, a teniente general, que es el máximo grado militar de este país. Por 39 votos contra 30, el Senado accedió a la propuesta del Poder Ejecutivo aun en contra de algunos pocos dirigentes de Derechos Humanos y del Centro de Estudios Legales y Técnicos (CELS), máximo organismo referencial en la materia. El CELS insistió en su demanda de pasar a retiro a Milani, acusado de participar en la desaparición del conscripto Alberto Ledo, en La Rioja en los años 70.
Más allá de la gravedad del caso, que marca un serio resquebrajamiento en los organismos de DDHH, no dejaron de resultar patéticas las acusaciones y la calificación de "genocida" al jefe del Ejército por parte de algunos senadores de la oposición que jamás defendieron causa alguna en favor de los DDHH y —algunos— consintieron las políticas de olvido y "reconciliación" que imperaron en la Argentina hasta 2003.
El debate en el Senado, por cierto, ofreció una pelea entre dos senadores: el veterano kirchnerista Aníbal Fernández y el debutante macrista Diego Santilli se cruzaron a gritos cuando el primero recordó las causas penales por escuchas ilegales en que está involucrado el señor Mauricio Macri. Todo ello, a propósito del posible tratamiento en sesiones extraordinarias del proyecto de ley que penaliza a los miembros de las fuerzas de seguridad que abandonen su tarea. La idea es trascendente: los policías no pueden dejar sus puestos por ninguna razón, y si hacerlo provoca daños materiales, lesiones o muertes, las penas deben agravarse.
En ese contexto, tuvo menos sonoridad el compromiso para establecer políticas públicas en contra del narcotráfico, firmado por la jerarquía católica (la Conferencia Episcopal que preside monseñor Jorge Lozano) y una especie de seleccionado de la oposición integrado por los señores Macri, Massa, Stolbizer, Binner, Sanz y Pino Solanas, entre otros. Lo curioso fue que aunque no hubo representantes del oficialismo, el gobernador Daniel Scioli adhirió a la idea.
Cabe mencionar también, como aporte a la búsqueda del caos, la amenaza del gobernador de Corrientes, Ricardo Colombi, de crear una cuasimoneda como en 2001 para afrontar aumentos y situaciones críticas. Colombi, único gobernador radical de la Argentina, declaró que tiene "todo planificado" y aseguró que otros gobiernos provinciales analizan medidas similares.
Y a todo esto, por debajo de la alfombra hay un fantasma que recorre el país silenciosamente: los sindicatos policiales que en varias provincias se estarían organizando, y en particular en la Provincia de B.Aires. Ante la aparente, inexplicable distracción de la inmensa mayoría de la clase política, casi todos los que dirigen esas intentonas sindicales son ex policías de pésimos antecedentes, exonerados de las fuerzas y/o implicados en brutales atentados contra los derechos humanos.
Las alertas amarillas siguen en el aire. •
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