Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)
Ante todo, disculpas, disculpas... Hace como un mes que no actualizo este blog y espero no haber perdido el favor de mis lectores. La razón de la demora: estoy sumergido en un libro, un ensayo que me propusieron, que dudé en aceptar y que ahora me tiene completamente apasionado y nervioso. Y me absorbe el tiempo como una aspiradora de minutos.
Me pasé todo el mes de Septiembre en esta tarea, y abandoné este Cosario y ahora siento culpa. Porque me parece una descortesía para los que eligieron ser seguidores y porque me gusta este diálogo implícito que permite la web.
Punto y recupero estos apuntes, revisando papeles al azar.
Viaje de Madrid a Salamanca en tren el 5 de octubre de 2005. Mirando el paisaje castellano recuerdo que muchas veces intenté escribir notas sobre "Don Quijote de la Mancha". No soy experto en la obra de Cervantes, pero lo leo cada tanto y, casi es una cábala, en mis viajes suelo llevar alguno de los tomos de las varias ediciones que poseo. Particularmente hay una, cubana, en cuatro volumenes, que está muy bien como Quijote portátil si uno lo lleva libro por libro. Pero desde el Congreso de la Lengua en Rosario, viajo con la edición de Alfaguara que es una maravilla aunque es muy pesada e incómoda porque no cabe en valija alguna. (Ahora en 2011 lo que llevo es la preciosa versión que se baja gratuitamente para el iPhone).
Hace poco, para la apertura del 10º Foro (me refiero al de 2005) dediqué el discurso como siempre a las políticas de lectura, o la falta de ellas, y hablé de la ilusión que todos tenemos de haber leído Don Quijote. Al menos en la Argentina es muy notable la ignorancia cervantiana, aunque muchos tienen la ilusión de haber leído, o de conocer, las andanzas del hidalgo. Y sin embargo es sólo eso: ilusión. Derivada de tener una vaga idea argumental del libro y de acaso haber leido algún fragmento en la Secundaria.
Ahora viajo a Salamanca precisamente para participar del congreso "Utopías Americanas", que organiza la universidad de esta ciudad inigualable, y que en ocasión del cuarto centenario de esta magna obra precisamente intenta algo así como hacer un repaso de lecturas del Quijote, por parte de autores americanos y españoles. Me toca el cierre, el viernes 7, compartiendo el estrado con un joven escritor español, dicen que muy de moda y muy facha, que se llama Juan Manuel Prada. Veremos qué tal, pienso y me río pensando que quizás al tipo le han dicho que compartirá el estrado con un veterano escritor argentino, no tan de moda y más bien de izquierdas. Pelotudeces de los mundillos literarios (y/o académicos).
Finalmente, cuando llega el dia cada uno a lo suyo, educados y cordiales, y si te he visto etc, etc, etc.
En otro apunte del mismo viaje leo que anoche —supongo que de la misma semana— estuve pensando en lo que le conté a Natalia por la tarde, saliendo del Parque del Retiro. Anduvimos caminando por Madrid desde el mediodía, con la intención de terminar la tarde en el Museo Reina Sofía (después descubrimos, al llegar, que por ser martes estaba cerrado), y entonces se me ocurrió hacer lo que nunca hago: contarle el argumento de un texto, quizás una novela que jamás escribiré, ese tipo de cosas que siempre se me ocurren y que, caramba, si la literatura se hiciera con el recuento de las ocurrencias yo tendría ya una vasta obra completa.
La idea está asociada al Quijote y al hecho de que Cervantes escribió una novela en la que hay un loco por la lectura de libros de caballería, a los que ama y cita y emula. Pero el Quijote no es un libro de caballería sino que es una parodia de los libros de caballería. Y tan sutilmente feroz que en menos de un siglo desaparecieron los libros de caballería, que eran una literatura menor, pasatista, popular pero sin más contenido que la acción y el heroísmo forzado de héroes poco verosímiles. Entonces, se me ocurre escribir una novela con un loco de la lectura pero de nuestro tiempo, uno que ama y cita y emula los libros de autoayuda, autoconocimiento y automasturbación (¡y vaya que cabe esta redundancia!). Este loco, de tanto leerlos y amarlos, los destruye paródicamente, y entonces la novela, que se burla de todos los libros de Coelho, Osho, Bucay, Mandino, Narosky y un montón más incluyendo los de Juan Salvador Gaviota, alguno de Hesse, los de Jalil Gibrán y otros por el estilo que estuvieron de moda en las últimas décadas del Siglo Veinte, acaba siendo la novela de defunción de este género.
Me gusta la idea, pero, ¿cómo escribir esa novela? Pienso si el narrador debería ser un editor, un traductor, un escritor o un librero, en fin, ¿tiene que ser gente de letras? ¿O mejor un simple lector, un excéntrico Quijote que ama esos textos y quiere simplemente emularlos y para ello sale al mundo a predicar sus disparatadas, propias ideas, que no son sino reciclajes de las mismas de todos los libros de automasturbación?
Naufrago como cuando pienso en libros que sé que nunca escribiré. Sin demasiada angustia, eso sí.
Otro apunte me pregunta: ¿De dónde habrás sacado ciertos dichos, tú? La respuesta es que muchos derivan de Don Quijote. Es notable cómo casi toda la gente repite dichos, proverbios y sentencias cervantinos sin tener ni la menor sospecha de a quién se los deben. Se me ocurre dar ejemplos, pero no los encuentro. Está claro que yo no leo para memorizar, y ahora lo lamento. Jamás conseguí recordar un poema, ni siquiera una serie de diez versos.
Mientras ande con este libro a cuestas, no escribo ni para los diarios en los que escribo. Seguirá revisando apuntes, ocasionalmente.
Gracias por la paciencia.
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