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sábado, 28 de junio de 2014

LECTURARIO # 24. Nabokov, Ospina, Almada, Havilio y más


• Durante otro largo vuelo reciente, leo los cuentos de Vladimir Nabokov (1899-1977) reunidos bajo el título "Una belleza rusa y otros cuentos" para la reconocica y ya popular colección de Anagrama. Algunos son deslumbrantes todavía, con notables pinturas de época de ese mundo de ilusiones en el que vivían los exiliados rusos. Hay allí una melancólicas señoritas y un inolvidable escritor mediocre que es víctima de su propia ingenuidad, pero también hay textos que envejecieron y hoy me parecen deslucidos por el paso del tiempo.             
            De todos modos, la obra de un gran escritor ya clásico como Nabokov, ícono del Siglo XX, siempre es una fuente a la que se puede retornar sin temores. Yo adoré, como millones de lectores en todo el mundo y todas las lenguas, su inolvidable "Lolita" (novela que sobre mi propia obra ejerció una influencia determinante). Escrita en 1955 cuando Nabokov era ya un veterano profesor universitario, encandiló al mundo y dejó estampado en la literatura un modelo de niña entre candorosa y perversa, hoy un ícono frecuente, casi un lugar común de la pedorra modernidad marketinera.
            De Nabokov son también memorables sus "Clases de Literatura Rusa", que leí hace años, cuando tuve la oportunidad de enseñar durante un semestre en Wellesley College, la misma universidad de Boston, Estados Unidos, en la que él trabajó, enseñó y escribió.
            No sé por qué, la relectura de estos cuentos me sumió en una inexplicable melancolía. Por suerte el vuelo no fue demasiado largo y llegamos pronto a destino.

• Me conmueve la lectura de "Pa que se acabe la vaina", vibrante y conmovedor ensayo del gran escritor colombiano William Ospina. Un libro que es a la vez literatura, y de la buena, porque su poética incluye a cualquier lector no colombiano y convoca mediante bellas y constantes alusiones a la empatía latinoamericana. Después de todo, nuestros países son todos parecidos en sus taras, sus abusos y traiciones dirigenciales, sus historias absurdas, su racismo y mucho más, la lista es larguísima. Ospina ama desesperadamente a su patria, y es el dolor y la postración colombiana lo que lo lleva a este canto en prosa que es a la vez ejercicio de meditación histórica y de abrumadora sensatez. Me hizo acordar poderosamente de cuando en los años 90, aquí en la Argentina, yo escribí "El país de las maravillas". Leyendo a mi amigo William sentí que nos hermanábamos como si su patria y la mía fueran­ —como en verdad son— una misma patria expoliada por sus propios hijos feroces, colonizados y embrutecidos por religiosidades antediluvianas encaramadas en el poder.
            Soy un declarado admirador de la obra de William, de quien leí hace años sus admirables traducciones al castellano de los sonetos de Shakespeare. Y leí también su poemario "El país del viento" y su "Poesía" reunida en 2007. Y también ensayos como "Las auroras de sangre", que en cierto modo prefigura este libro que comento, y desde luego su novela "El país de la canela" con la que mereció el Premio Rómulo Gallegos 2009 y que narra magistralmente el descubrimiento del río Amazonas (Planeta).

• Leo también "Ladrilleros", de Selva Almada, una especie de contrapunto feroz en un vecindario marginal de provincia, con personajes rústicos, mañosos y violentos como desdichadamente abundan hoy en la Argentina. Ese solo planteo es interesante y amerita la lectura, aunque a mí esta novela me gustó menos que la primera de Almada, "El viento que arrasa". En aquella había un clima más ominoso por menos evidente, y la relación entre el reverendo y su hija, en el contexto desolado de un taller mecánico en un borroso pueblo presuntamente chaqueño, me pareció más atractiva. Pero bueno, es sólo mi opinión. Lo interesante de SA es que los universos marginales que narra impactan por la habilidad en el manejo de materiales tan argentinos de estos tiempos como el odio, el resentimiento y la venganza (Mardulce Editora).

• Luego de escribir el párrafo anterior me quedo pensando en este fenómeno —no sé cómo llamarlo mejor— de que los primeros textos de muchos escritores/as suelen ser mejor considerados que los siguientes. Es algo que se repite en infinidad de casos, en todas las literaturas. En la nuestra, sin ir muy lejos, ahí están las primeras obras de Roberto Arlt, Silvina Ocampo, Julio Cortázar u Osvaldo Soriano, para mí superiores a las que ellos mismos escribieron después, siendo todas, se entiende, de altísima calidad. Y pienso también que lo que ahora me pasa con Almada, me pasó esta misma semana con Iosi Havilio. Ya he comentado en otros Lecturarios, y elogiosamente, sus dos primeras novelas —"Paraísos" y "Opendoor"—, pero ahora su última, reciente "La Serenidad" no me gustó nada. Me dejó completamente afuera. O quizás no la entendí porque pretende ser experimental. Pero en todo caso un experimento que no me interesó en absoluto.
            Algo similar me sucedió hace poco, también, con mis paisanos Miguel Ángel Molfino y Mariano Quirós, e incluso con narradoras consagradas como María Teresa Andruetto, o Perla Suez: me entusiasmaron sus primeras novelas, e incluso adoré más de una, pero no tanto las siguientes. Sé que son procesos, claro, porque yo mismo los he vivido. Todavía hoy me encuentro con lectores y críticos que dicen que lo mejor que escribí fue "La revolución en bicicleta" o "Luna caliente", que son obras de hace treinta años. Y quizás tengan razón y es uno, nomás, que no se da cuenta de que todo lo que escribió después fue inferior. ¿Por qué no? Así al menos uno aprende que no se responde a los lectores ni a los críticos, piense uno que tienen razón o que no. Simplemente se les agradece la lectura y se acepta lo dicho en silencio, serena y discretamente, que es como se deben recibir los comentarios de los lectores. Nada más.

martes, 24 de junio de 2014

UN REGALO, UN HONOR... y MI AGRADECIMIENTO

Desde hoy, el Jardín Maternal y de Infantes Nº 136, del Barrio Villa Nueva, de esta Ciudad de Resistencia, lleva mi nombre.
Fue una decisión democrática de la comunidad educativa, que hizo la gestión ante el Ministerio de Educación de la provincia.
Yo no sabía nada de esto, y fue una maravillosa sorpresa cuando la semana pasada me convocaron a un acto público que se celebró hoy en Villa Nueva, uno de los barrios socioeconómicamente más postergados de la ciudad. Una docena de maestras jardineras, personal no docente, 220 chicos y padres y madres del vecindario, se dieron cita en un acto sencillo, emotivo y encantador en el que un grupo de chiquitos "actuó" mi cuento "Celeste y la dinosauria en el jardín".
Todavía a estas horas, siendo ya noche, estoy conmocionado, honrado y profundamente agradecido.


                                   



martes, 10 de junio de 2014

LECTURARIO # 23

Lecturario # 23

* Disculpen si vengo retrasado, pero eso de escribir artículos en dos diarios todas las semanas es por demás exigente. Y si encima uno —que vengo a ser yo— quiere seguir escribiendo ficciones, y además de ademases como dicen en México uno viaja mucho... Bueno, es así que este Lecturario es de hace más de un mes. Ya me pondré al día...

* Por cierto, ahora quiero comentarles que devoré "El malentendido", de la para mí ya entrañable Irene Némirovsky. Ya he comentado aquí otros libros de ella, que es una escritora que a mí me gusta mucho. Cada uno de sus títulos tiene mucho encanto, pero éste, escrito en 1926, es muy particular. La autora tenía sólo 23 años cuando publicó esta novela en una revista francesa, y nada hacía prever su tragedia posterior.
            Como novela juvenil, "El malentendido" es magnífica. Llena de intuición e incluso sabiduría, esa combinación es el secreto de esta historia en la que una joven de la rica burguesía francesa de la primera posguerra, casada y madre de una niña adorable, se enamora de un joven que está un par de peldaños más abajo en la escala social. Ella burguesa y dueña de su tiempo, él empleado y esclavo de su salario, el resultado es un drama que por momentos parece una remanida novelita rosa, pero que nunca derrapa y en cambio alcanza vuelos notables en la comprensión y exposición de ese eternamente indescifrable enigma que se conoce como "el alma femenina".
            En este desencuentro amoroso, por cierto, no son los hechos lo relevante, ni es la narración de las circunstancias lo que sorprende, sino la agudeza de la autora para tratar la complejidad de sentimientos de dos seres desiguales. Se trata, en fin, de un texto breve y sutil que si por mí fuera debieran leer millones de mujeres de este y de todos los tiempos. Que es lo que hace grande a la pequeña y desdichada Irene. (Salamandra-Edhasa).

• Justo antes de viajar a París al Salón del Libro, leí con alguna desconfianza "Una felicidad repulsiva", el nuevo libro de cuentos de Guillermo Martínez. Él es mi amigo y acaso la más fuerte apuesta que se puede hacer en la literatura argentina de la transición del Siglo XX al XXI. Admiro y conozco toda su novelística, que es original, sugerente y de prosa impecable. Y admito que quizás por eso no tenía demasiada confianza en éste, su retorno al género cuento. O quizás porque conocí a Guillermo hace muchos años, con algunos de sus primeros cuentos. Como "Infierno grande", que publiqué en la revista Puro Cuento. Donde publiqué también "Baile en el Marconi", un texto notable.
            De manera que leí este libro con algunas reservas. Y qué bueno, porque por eso mismo la sorpresa fue tan agradable, ya que se trata de un libro estupendo. Lo leí en perfecto desorden (desechando el índice) e hice el licuado de textos que suelo preferir, guiado por el puro azar. Y me encantó, en el más amplio sentido del vocablo encantamiento. El relato que da título al libro y "Un gato muerto", por ejemplo, marcan un cierto compás. El tenis, el sexo, las relaciones tensas y las resoluciones inesperadas son ya como marcas de fábrica en Guillermo. Cada uno de los diez cuentos es un buen logro, y su casi novela, o novela breve "Una madre protectora" cierra el libro como desplazándose de un hallazgo a otro. Ya lo creo que corresponde celebrar la madurez narrativa de este autor. (Planeta).

• Acabo de terminar "Los dos espejos", notable última novela del sólido narrador mexicano Antonio Sarabia. Aparente continuación de "Los convidados del volcán", que publicó hace varios años, en ésta la trama combina elementos del género policial con una fuerte, indesmentible influencia rulfiana a la que se suman dos factores decisivos: el humor, que en Sarabia es fino y sutil; y una prosa impecable, para mí de las más cuidadas y elegantes de la literatura mexicana contemporánea.
            La trama de la novela es un tanto excesivamente compleja, lo que hace algo ardua la lectura, pero hay allí una galería de personajes encantadores y misteriosos, como Blanca Rentería, que luego deviene Sor Constancia de la Fe, o el mismo Gerardo, cuya vida constituye la trama central de la novela, e incluso cuando muere su fantasma deviene igualmente protagónico. Un libro muy recomendable, para lectores avezados y para gozar despacito, como todos los de Sarabia. Y un libro, además, que en mi opinión debiera circular cuanto antes en la Argentina, donde todavía la literatura mexicana es leída con rótulos de hace algunas décadas. (Planeta).

* Dejo para el final un comentario extraliterario pero necesariamente libresco: he leído "Huellas 1" y "Huellas 2", dos libros sobrecogedores que incluyen los testimonios de cientos de víctimas (asesinados y desaparecidos) de la tragedia padecida durante el terrorismo de Estado en las décadas de 1970 y 1980. La edición, a cargo de la Universidad Nacional de La Plata, recoge testimonios y evocaciones de familiares y amigos de aquellos militantes en su mayoría jóvenes y universitarios que fueron arrasados por el autoritarismo, la intolerancia y la bestialidad que imperaron en aquellos años. La lectura de estos dos libros resulta absolutamente conmovedora, tanto que muchas personas rechazarían sumergirse en estos textos por la indesmentible razón de que el dolor y la memoria, a veces, pueden resultar insoportables. Y es que no es un libro bello, pero es un libro necesario. Eso mismo que sucede con la memoria.

martes, 27 de mayo de 2014

IMPORTANTE: Ante una nota de Jorge Lanata en Clarín, la Fundación aclara...

COMUNICADO de la FUNDACION MEMPO GIARDINELLI:

El periodista Jorge Lanata, en el diario Clarín del sábado 24 de Mayo, sección Opinión (http://www.clarin.com/opinion/Feria-Libro-dividida-Gobierno_0_1144085672.html) en su artículo titulado "La Feria del Libro, dividida por el Gobierno" se refiere al Encuentro Federal de la Palabra realizado en Tecnópolis entre el 9 y el 20 de abril pasados, y lo termina con estas palabras:

"...Todas las editoriales que participaron de la única librería del predio, donde no había stands, le vendieron a EUDEBA sus títulos al 50% del precio de mercado, lo que posibilitó que la Unidad Bicentenario organizadara de la feria, entregara al público una tarjeta con el 20% de descuento, y donara el 10% de las ventas a la Fundación Mempo Giardinelli que desarrolla planes de lectura en el Chaco".

Según el pie de la nota, la investigación fue realizada por "JL/María Eugenia Duffard/Amelia Cole".

Por tratarse de una información equivocada, la FMG se ve en la necesidad de aclarar:

1- La FMG fue invitada a participar del Encuentro Federal de la Palabra en Tecnópolis, según se nos dijo, por ser una respetada institución del interior del país con casi veinte años de labor. Se nos ofreció participar de una experiencia de comercialización de libros, la cual preferimos amablemente no aceptar porque somos una entidad pequeña y sin experiencia ni capacidad para controlar la operatividad y trasparencia de una tercerización comercial. 

2- Ante nuestra respuesta, que fue bien comprendida por las autoridades del Encuentro, se nos dijo que, de ser posible y en reconocimiento a la ya larga labor de fomento de la lectura y de práctica solidaria, la Fundación recibiría una donación. 

3- Respondimos agradeciendo el gesto y señalamos que, de concretarse la donación, la FMG entregaría el recibo oficial correspondiente —como hacemos con todos nuestros donantes y mecenas— y seguramente aplicaríamos el monto de la misma, cualquiera fuese, a nuestros programas de apoyo a comedores infantiles y de padrinazgo a bibliotecas de la Provincia del Chaco y el NEA, los que venimos desarrollando sistemáticamente desde Julio de 2002.

4- La donación no se produjo hasta el día de la fecha, y tampoco la esperamos y mucho menos la reclamamos, como corresponde hacer ante posibles donantes. Y eso es todo. 

Es la segunda vez que en el diario Clarín se publica este error informativo respecto de la FMG. La primera fue una nota del 9 de Abril pasado ("Abrió el festival oficial para competir con la Feria del Libro") en la que se anunciaba que la FMG recibiría el 10% de las ventas de Tecnópolis. Preferimos entonces no darle importancia al error, que ahora se repite.

La FMG reitera que es una organización sin fines de lucro, económica y políticamente independiente, que no acepta subsidios de gobiernos ni aportes de partidos políticos y se financia con sus actividades específicas y con el aporte de individuos, argentinos y de todo el mundo.

Resistencia, 26 de Mayo de 2014.

martes, 29 de abril de 2014

LECTURARIO # 22. Fernández Díaz, Osorio, Andruetto, Roth

* "Las mujeres más solas del mundo" es un buen libro de cuentos que se presenta como suma de relatos, crónicas o misceláneas. Su autor es el conocido periodista Jorge Fernández Díaz, que aquí compone una galería del asombro de lo cotidiano que resulta una estupenda incursión en la mejor literatura fantástica (que en mi opinión es la que no se nota; la que no se impone como tal). Es obvio que lo elogio declarando, a la vez, que estoy a años luz de sus posiciones políticas, pero lo que me importa, como lector, es que en este libro hay decenas de narraciones y algunos microrelatos de la mejor estirpe, que hacen de la lectura de esta antología personal una delicia. Lo que me lleva a preguntar una vez más por qué será que hay tantas resistencias académicas a admitir a las mejores plumas del periodismo argentino en el olimpo literario. Me parece que el caso de JFD es uno de esos. (Capital Intelectual).

* También leí "Mika", la notable novela de Elsa Osorio que recupera la vida de una mujer absolutamente impar, que protagonizó el Siglo XX y, como militante revolucionaria, llegó a ser capitana del famoso POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) durante la Guerra Civil Española. Nacida en Argentina y casi desconocida, este libro la rescata del olvido. Claro que no es una biografía, es una novela, que ineludiblemente compone una existencia de fábula. Cierto que la lectura se hace un tanto fatigosa por momentos, pero el interés no decae porque lo sostiene la permanente peripecia de esa asombrosa mujer nacida en 1902 y fallecida en 1992, de la que poco o nada se sabía (al menos yo lo ignoraba todo) y sin embargo había tanto y tan literario por saber. (Seix Barral).

* De la consagrada María Teresa Andruetto, ganadora en 2012 del Premio Hans Christian Andersen que otorga el IBBY y que es considerado el mayor reconocimiento a la así llamada (a mí no me gusta ese nombre) "literatura infantil", leo durante un fin de semana "Huellas en la arena". Se trata de un conjunto armónico y sutil de relatos cortos, muchos de ellos con reminiscencias de las Mil y Una Noches y ciertas tradiciones de Medio Oriente. Desiertos, camellos, visires, sultanes, adivinos y dragones recorren estas páginas, plenos de encanto y paradojas, conviviendo con algunos textos americanísimos, e incluso cordobeses como la autora. No es lo mejor de Andruetto (que escribió textos memorables como "Lengua madre" y el delicioso "El árbol de lilas") pero seguro interesará, sobre todo, creo, a jóvenes lectores que estén entrando en la adolescencia. (SM, El barco de vapor).


* De Joseph Roth leo, llegando a París, "La leyenda del santo bebedor". Una hermosa novela, ya clásica del Siglo XX y que no había leído. Justo la terminé cuando el avión aterrizaba en París y me encantó la coincidencia porque París está en el centro mismo de ese texto y yo no lo sabía. Me encantó conversar de esta novela, además, con Noé y Tununa mientras nos llevaban en una camioneta hacia el hotel, en el centro de París. Pasaron casi ochenta años y sin embargo la novela se mantiene vigente y poética. El azaroso encanto que gobierna la vida del choclard polaco anclado en París sigue siendo envolvente, y no tiene ninguna importancia el hecho de que, es cierto, se le nota un lenguaje un tanto anquilosado, envejecido. Aunque quizás sea la traducción la enmohecida, no lo sé. No obstante, y como fuere, es un libro inolvidable que viene, de paso, a ratificar la fabulosa vastedad de la Literatura, ésa que garantiza que siempre habrá un libro, muchos libros, para fascinar a quien quiera leer. (Anagrama).

domingo, 13 de abril de 2014

Los EUFEMISMOS, la VIOLENCIA y el PELIGRO

Mi artículo de hoy en el diario The Buenos Aires Herald:

http://buenosairesherald.com/article/156873/euphemisms-violence-and-danger

Y en Castellano, en el diario Página 12:

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-244134-2014-04-15.html

Y para matizar, dos fotos que me envían de mis charlas en las universidades de Tallin y de Riga esta semana:

miércoles, 9 de abril de 2014

En Estonia, Letonia y Finlandia

Esta semana la he pasado viajando por el Mar Báltico. Una maravilla para mí, que vengo de tierras tropicales, porque aquí es primavera y los hielos se derriten y todos los árboles empiezan a mostrar brotes y también floran los tulipanes en las plazas.
   Aunque llueve a diario y hace muchísimo frío, y la claridad dura poco, los paisajes son encantadores y he conocido —confesión hecha de mi absoluta ignorancia hasta ahora— dos de las ciudades más bellas del mundo. Tallin, la capital de Estonia, una ciudad medieval deliciosa, pequeña y limpia, con una carga cultural impactante. Y también Riga, capital de Letonia, aunque ésta un poco más ecléctica y más compleja puesto que es la ciudad más grande y populosa de la región.
   Las dos ciudades son patrimonio cultural de la humanidad, y están cuidadas como los tesoros que son y no se les toca ni un adoquín puesto que aquí no hay imbéciles munícipes con ansias pavimentadoras como tanto abundan, por desgracia, en Argentina
   No quiero aburrirlos, pero les sugiero consultar la Wikipedia. Se sorprenderán de la historia que se encierra aquí, de la extraordinaria cultura de estos pueblos y —sobre todo— se maravillarán de la infinita sobrevivencia de estos pueblos que desde los siglos XI y XII han sido invadidos y sometidos sucesivamente por daneses, suecos y holandeses, y alemanes y rusos durante todo el Siglo XX, y cuyas independencias fueron siempre pisoteadas y ofendidas. Y sin embargo aquí están ellos, humildes y orgullosos, menos de un millón y medio de estonios y poco más de dos millones de letones, emergiendo como nuevas naciones de la comunidad europea y con un bagaje cultural impresionante.
   He tenido el privilegio, y la inmensa fortuna, de ser invitado a estos países en los que el Castellano es exótico y toda la literatura latinoamericana que se conoce es algún texto de Borges y los cien años de García Márquez. El lunes a la tarde di una charla en la Universidad de Tallin ante una treintena de personas, la mayoría estudiantes y profesores de Literatura, y había allí dos argentinos (de los apenas cinco que, me dicen, hay en este país) que me resultaron tan conmovedores como Ruth, la joven estonia que es profesora de castellano y lo habla con precioso acento e inflexiones mexicanas porque su compañero es michoacano.
   Y ayer martes, en Riga, otra charla en la Universidad local —que aquí es gratuita, como en la Argentina— ante menos de cuarenta estudiantes y profes. Y entre ellos tres sorpresas: una mujer muy mayor que habló en un muy decente castellano de una emigración de letones a la Argentina hace noventa años, y un argentino y un cubano emocionados porque, dijeron, nunca antes había visitado esta casa un escritor latinoamericano.
   Anoche terminé en la Radio Nacional de Letonia (foto) y hoy miércoles vuelo a Helsinki, Finlandia, donde tengo actividades programadas para mañana y pasado. Supongo que viviré nuevas experiencias, pero no quería dejar de compartir estas impresiones.

domingo, 6 de abril de 2014

VOLANTE de PUBLICIDAD de LIBREROS en ESPAÑA



Los libreros y libreras recomendamos para este mes de Abril LUNA CALIENTE

MEMPO GIARDINELLI
EDITADO POR ALIANZA

la aventura criminal de Ramiro Bernárdez, joven argentino de familia acomodada que vuelve de estudiar en el extranjero, en Francia, a un país donde se le abren las mejores perspectivas. Sin embargo, pronto se ve envuelto en una situación inesperada que acaba sobrepasándole y haciendo naufragar su existencia. Sumido en una atmósfera plagada de presencias ominosas -el calor húmedo del Chaco, la inquietante Araceli Tennenbaum, la dictadura militar argentina de finales de los setenta, la noche, una luna que, como una deidad primordial e indiferente, preside la acción.

domingo, 30 de marzo de 2014

Del SALON del LIBRO de PARIS a un Simposio en MARSELLA y una cena en LISBOA


Toda la experiencia del Salon du Livre de París fue maravillosa, y en gran parte por el estupendo grupo de colegas que convocaron la Secretaría de Cultura de la Nación y la Cancillería Argentina. También destaco la buena onda general, la calidad y seriedad de las mesas, la asombrosa cantidad de público que nos acompañó cada día y las ventas record de libros en dicho Salón, según la FNAC, librería encargada de las ventas.

Al día siguiente del cierre del Salón, viajé a Marsella en el fantástico TGV francés. Me encantó esta ciudad, en la que había estado muy fugazmente hace muchos años. Ahora, además, me sentí muy honrado por la realización —el miércoles 26— de un simposio sobre mi obra en la Unidad de Investigaciones Literarias de la Universidad de Aix en Provence. Participaron críticos de varias universidades del país (París, Lyon, Marsella) y obviamente fue, para mí, una experiencia interesantísima, sobre todo por el nivel de las ponencias y porque se realizó en el centro de investigaciones literarias más moderno de Francia, inaugurado hace poco por el primer ministro.

         
De Marsella volé ayer sábado a Lisboa, y anoche mismo, cenando en casa de los colegas José Manuel Fajardo y Karla Suárez, me reencontré con varios amigos, entre ellos el gran poeta colombiano Juan Manuel Roca, quien me obsequió sus poemas traducidos al portugués. Por cierto el traductor fue otro poetazo, Nuno Judice, y el prólogo lo escribió Lauren Mendinueta, también presentes en la cena. Los tres me dedicaron este libro bellísimo, que va a enriquecer la Biblioteca de nuestra Fundación.


martes, 18 de marzo de 2014

LECTURARIO # 21

Tenía listo mi lecturario habitual, que renuevo cada tanto, pero cuando lo estaba revisando y editando para subirlo al blog y a mi FB, se me cruzó esta reflexión, que es también un lecturario y que ahora comparto.

• A punto de partir hacia Francia, invitado al Salón del Libro de París (este año la Argentina es país invitado) pienso que el grupo de escritores e intelectuales que somos estamos yendo hacia donde nos leen o queremos que nos lean. No está mal, eso es incuestionable. Sin embargo, yo estoy déle pensar en lo que he leído de literatura francesa y en lo que recuerdo como formativo, pero, sobre todo, en que me remuerde un poco imaginar todo lo que no he leído de esa gran literatura, y sobre todo últimamente. Y el asunto no deja de sonarme un poco, y a mi pesar, como si yo formara parte de una especie de seleccionado en el que hay mucho talento, sin dudas, pero también hay como un runrún de narcisismo colectivo, plural o como quieran llamarlo.
            Como sea, me sereno pensando que, a mis años, de todos modos algo he leído de esa gran literatura, aunque también sé que leí poco, menos de lo que hubiera debido. Y sobre todo, reitero, de la última producción. Porque sí le entré a alguna novela de la muy promocionada Amélie Nothomb, así como disfruto siempre de las exquisitas novelas de Irene Némirovsky (1903-1942, de quien llevo la última, que acaba de publicar Edhasa, para leer en el viaje) y tengo en mi corazón algunos textos como los siempre sabrosos y estimulantes ensayos de Michel Foucault (hace muchos años "Las palabras y las cosas" me marcó profundamente), de Pierre Bourdie, de Baudrillard y hasta un par de novelas para mí sobrevaloradas de Houellebecq.
            También debo mencionar a Maryse Renaud, narradora y académica de relieve nacida en la Martinica, o sea francesa afrocaribeña, de la que estoy terminando de leer su obra casi completa. Y digo "casi" porque sólo conozco dos novelas —la poderosa "La mano en el canal", que transcurre en la Argentina, y "El cuaderno granate", un texto entre humorístico y desafinado— así como su notable libro de cuentos "En Abril, infancias mil", que creo haber ya comentado en un Lecturario anterior. (Las tres, publicadas en nuestro país por Corregidor).
            Pero sé que todo esto es poco para decir que uno "conoce" una literatura. Por lo que debo confesar, algo avergonzado, que yo no pude o no supe ir más allá de estos autores contemporáneos, si bien leí muchos libros de autores clásicos franceses porque en mi infancia y adolescencia mi mamá era fanática de algunos de ellos. Quizás no sea gran cosa mi conocimiento de la literatura clásica francesa, pero todo lo que leí se lo debo a ella y a mi hermana. Romain Rolland, André Gide (al que ellas devoraban), François Mauriac, algunas novelas de Colette y por supuesto el siempre cuesta arriba Marcel Proust, de quien nunca pude terminar su saga completa aunque sí los dos primeros tomos, que supongo me enseñaron mucho pero me dejaron exhausto.
            Por mi parte, y ya adulto, me encantó el largo viaje hacia la noche de Louis-Ferdinand Céline (1894-1961) y me volvieron loco las insuperables novelas de Albert Camus (1913-1960), cuyo "L'etranger" fue tan definitorio para mi escritura como las obras enteras de Juan Rulfo, García Márquez o Julio Cortázar. También adoré, como al maestro del género negro que fue, a ese corso enorme llamado José Giovani (1923-2004) y desde luego a Boris Vian (1920-1959), cuyo "Escupiré sobre tu tumba" y los cuentos de "El hombre lobo" todavía releo cada tanto. Y desde luego también debo decir que fui fan, acaso epocal, de varios ensayos de Sartre y sobre todo de la narrativa de Simone de Beauvoir que me encandiló lo suficiente como para, quizás, no advertir todo lo que se creaba entonces a su alrededor. O para seguir de largo como me pasó cuando intenté leer a Nathalie Sarraute, de la que todo el mundo hablaba y a mí me pareció soporífera. Y todo lo anterior matizado con los dramas de Eugene Ionesco y de Beckett (ese fabuloso irlandés al que muchos consideran francés) y con la incesante lectura de poesía, que en Francia es leer por lo menos lo que va de Antonin Artaud y Paul Valéry a Saint-John Perse y Jacques Prevért (quien, por cierto, fue una especie de mentor poético de mi adolescencia).
            No puedo soslayar en este recuento improvisado algunas novelas experimentales de Raymond Queneau, como "Pierrot, le fou", y las ardorosas ficciones de la exquisita y conmocionante Marguerite Duras. Y claro, "El correo del Sur" y "Vuelo nocturno" de Antoine de Saint-Exupery, a quien en mi casa, de muchacho, llamábamos "Sentex" con atrevida familiaridad. Y paro de contar porque de las nuevas generaciones, queda dicho, he leído muy poco y me he llevado una que otra decepción que prefiero mantener en reserva.
            Dejo para un párrafo aparte y final a ese monje irreverente y loco como un montón de cabras que fue François Rabelais (1494-1553), de quien leí con inolvidable goce sus "Gargantúa" y "Pantagruel", a punto tal que fueron mis modelos para la construcción de la Nona de mi "Santo Oficio de la Memoria".
            De manera que así voy a París. No tanto a mostrar sino más bien, como corresponde, a seguir aprendiendo de esa insuperable cultura, y ojalá, también, de escritores/as que yo ignoro y que seguramente han de valer la pena. Hasta la próxima. • 

jueves, 6 de marzo de 2014

domingo, 23 de febrero de 2014

LA ADOLORIDA VENEZUELA

Hoy domingo se publican dos artículos míos en los diarios en que habitualmente escribo:

En Página/12 se titula: "La adolorida Venezuela y una tarea":
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-240404-2014-02-23.html

En The Buenos Aires Herald, mi nota editorial dominical se titula: "El estado de la nación y la adolorida Venezuela"
http://buenosairesherald.com/article/152791/state-of-the-nation-and-bleeding-venezuela

jueves, 13 de febrero de 2014

EL AMIGO JULIO

Hoy publiqué este artículo en la contratapa del diario Página/12, con motivo del 30º aniversario del fallecimiento de Julio Cortázar:
Desde Final de juego y Bestiario hasta 62/Modelo para armar, que leo a la par de Rayuela durante el servicio militar, mi juventud está dominada por la literatura de Julio Cortázar. Lo imito, lo contrarío, lo reescribo, lo desdeño, me propongo superarlo, me rindo ante su maestría y todo sin saber que en cada texto me está dando cátedra.
Mi primer encuentro con él se produce en Chile en algún mes de 1970 o 71. Creo que es septiembre del ’70, cuando Salvador Allende asume la presidencia. O quizá meses más tarde, cuando la visita de Fidel Castro a Chile. Lo cierto es que hay en Santiago un clima de fiesta latinoamericana y el joven periodista que soy tiene la suerte de ser enviado a cubrir el acontecimiento para un conocido semanario porteño: la revista Siete Días.
Me alojo en un hotel cuyo nombre no recuerdo, cerca del Palacio de La Moneda, y la primera noche, en el ascensor que me lleva al restaurante me topo, en el octavo piso, con Julio Cortázar en persona.
Es joven y alto, de larga barba y cabellera negras, y viste una guayabera crema que le cae como una túnica de la que asoman, abajo, los pantalones negros y unos enormes zapatos de suela Gomicuer. Me abatato por completo, según decimos acá, pero como por unos pocos segundos estamos solos él, yo y el fotógrafo que me acompaña, le pido entrevistarlo en algún momento, quizá mañana a la mañana después del desayuno.
Cortázar impide que el fotógrafo disponga su equipo y pregunta de qué medio somos. Se lo digo y me responde que no, que lo siente pero no piensa hablar con ningún hebdomadario argentino porque todos son colaboracionistas con el gobierno militar. En eso se abren las puertas y él sale primero, sin saludar y dejándonos petrificados. Y yo sin saber qué quiso decirnos, lo cual dilucido un rato después, cuando pregunto a colegas veteranos y me explican que “hebdomadario” es una palabra francesa que significa revista semanal.
Los días subsiguientes, cada vez que nos vemos, Cortázar me elude. Veo con dolor cómo concede entrevistas a colegas de otros medios, incluso argentinos, y al final de la semana, cuando debemos partir de regreso, le escribo una carta que deslizo bajo la puerta de su habitación. Allí le digo, adolorida y simplemente, que lo he admirado toda mi corta vida pero ahora me ha decepcionado por ese costado prejuicioso que mostró en el elevador. Soy sólo un joven escritor que se gana la vida como periodista y sin dudas seguiré siendo su devoto lector, pero no puedo dejar de advertirle que el medio que me ha enviado no es gubernamental ni responde a la dictadura argentina, y mucho menos los que allí trabajamos merecemos ser condenados ligeramente y en conjunto como “colaboracionistas”.
Un mes después, por correo aéreo ordinario, me llega una carta de él desde París, en la que me pide disculpas por su prejuicio y me ruega que lo comprenda: no quería que palabra alguna por él pronunciada en Chile pudiese ser funcional al régimen militar argentino, y por eso su fuerte decisión, la cual, por supuesto, no debo tomar como algo personal. Me propone, incluso, que lo llame y lo visite cuando pase por París, y se despide amistosamente.
No volvemos a coincidir sino hasta 1977, en la plaza de Coyoacán. Ha venido a México y ofrece un diálogo público, y en medio de la multitud que lo rodea logro acercarme a saludarlo. Me identifico y él sonríe y me dice que lo busque después, que es consciente de que me debe una entrevista. La que sin embargo no se produce jamás.
En 1982 y en la Universidad de Oklahoma, en Stillwater, pronuncio una conferencia que es en realidad un cuento en el que imagino un encuentro con Morelli. Se lo envío a París a la vieja dirección, pero no sé si le llega; él no responde y yo después me entero de que por esos años se ha separado de su mujer lituana, Ugné Karvelis –a la que conoceré años después–, y se ha enamorado de una joven escritora norteamericana: Carol Dunlop.
Sólo responde, podría decirse, el 14 de febrero de 1984. Estoy en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México ante un público numeroso que asiste a la presentación de mi novela Luna Caliente, con la que he recibido meses antes el Premio Nacional de Novela del año anterior. Me acompañan Juan Rulfo, Noé Jitrik y Agustín Monsreal. Al inicio mismo del acto toma el micrófono Juanito y, con un temblor emocionado en su voz pastosa, como jamás antes le he escuchado, dice: “Me acaban de informar que ha muerto Julio Cortázar en París”. Y se pone de pie e inicia un largo aplauso que todos en la sala, sorprendidos, conmovidos y llorosos, prolongamos durante varios minutos.
Casi veinte años después, en París, con mi mujer nos extraviamos buscando su tumba en el cementerio de Montparnasse. Bajo una lluvia implacable, ella deja su sombrerito negro sobre el mármol de la lápida tallada, mientras yo evoco todo esto como si fuera un sueño y pienso cuánto me hubiese gustado ser su amigo.
En 2014, ahora que se cumplen 30 años de su partida y puesto que esta contratapa es casi un espacio íntimo, sirva este texto como modesto homenaje al Maestro.