* Tod@ buen@ lector@ tiene su estilo, sus costumbres, sus modos. Entre los míos figura la siempre inexplicable decisión, siempre espontánea, de por qué leer este libro y no aquél. Así me sucede que textos que recién me llegan los leo inmediatamente, mientras a otros los mantengo en espera y como aletargados, aguardando en mi mesa de luz o en mi escritorio. Son decenas de libros que forman altas pilas y me miran expectantes, diría, entre ansiosos, reprochones y algunos agresivos. Convivo con ellos, a algunos les prometo en secreto pronta lectura y eso es todo porque ya, a mis años, creo haber aprendido a sobrellevar algunas ansiedades y obligaciones. ¡Que yo leo por puras ganas, vamos! Y sobre todo por el placer que los libros me deparan, cuando me deparan. Por lo que si un libro no me enamora desde el vamos, o no es capaz de un encantamiento lento pero sostenido y creciente, suelo abandonarlos sin culpa alguna.
Esta divagación, que l@s lectores de este Lecturariodisculparán, viene a cuento de una novela de cuya existencia tengo noticias desde hace años, escrita por un queridísimo amigo y colega de quien he leído muchos otros textos, pero a la cual no sé por qué vine demorando mi sumersión en ella. Y ahora que durante un viaje en avión decidí leerla y me entregué a su encanto, la recomiendo con entusiasmo.
Se trata de "Alivio de luto", del narrador uruguayo Mario Delgado Aparaín. Un libro fascinante, conmovedor y encima escrito como me gusta: con intensidad, pausa, sabiduría, gracia, ritmo. Una lectura atrapante y de crescendo emotivo, siguiendo la peripecia de Gregorio Esnal, un profesor aficionado a “los hechos inservibles de la historia universal y a las emisiones radiales de onda corta” que, en un imaginario pueblo del Uruguay profundo llamado Mosquitos, narra una especie de Historia Desconocida de la Humanidad a un público compuesto por vigilantes señoras burguesas, esposas de oficiales del ejército, poetisas alucinadas, espías y delatores, arriesgando su vida para salvar la dignidad y el honor de una adolescente que carga con el
estigma de su padre, que está en prisión por conspirar contra los dictadores.
Se trata de "Alivio de luto", del narrador uruguayo Mario Delgado Aparaín. Un libro fascinante, conmovedor y encima escrito como me gusta: con intensidad, pausa, sabiduría, gracia, ritmo. Una lectura atrapante y de crescendo emotivo, siguiendo la peripecia de Gregorio Esnal, un profesor aficionado a “los hechos inservibles de la historia universal y a las emisiones radiales de onda corta” que, en un imaginario pueblo del Uruguay profundo llamado Mosquitos, narra una especie de Historia Desconocida de la Humanidad a un público compuesto por vigilantes señoras burguesas, esposas de oficiales del ejército, poetisas alucinadas, espías y delatores, arriesgando su vida para salvar la dignidad y el honor de una adolescente que carga con el
estigma de su padre, que está en prisión por conspirar contra los dictadores.
Con una prosa por momentos deslumbrante, esta obra fue saludada hace años por el enorme escritor mexicano Carlos Fuentes como “una de las grandes novelas latinoamericanas de las últimas décadas” .
Yo conocía otras obras de Mario, como “La balada de Johnny Sosa”, “No robarás las botas de los muertos” y, entre las últimas, "El hombre de Bruselas".Pero “Alivio de luto”, esta novela para mí inolvidableme parece, y por lejos, algo así como el libro definitivo de Delgado Aparaín. Búsquenlo y léanlo. Y gózenlo. (Alfaguara).
* También con creciente regocijo leo "Ángeles y hombres", extraordinario libro de cuentos de William Goyen (1915-1983), un extraordinario escritor norteamericano comparable con Faulkner, Caldwell, Steinbeck, Fizgerald, McCullers o Capote. Y a quien no me explico cómo es que no conocí antes, lo que me hace constatar una vez más mi ignorancia. Porque todo lo que narra Goyen es tan riguroso, tan original, tan profundo y tan maravillosamente visual que me he quedado con una sensación extraña, como de hallazgo y lejanía. Quizás también el encanto de este libro se deba a que ha sido traducido por una escritora notable, Esther Cross, y eso se nota. Siempre se nota cuando uno lee "como si" estuviese leyendo el libro en su lengua original.
Los cuentos de Goyen que ofrece este libro son todos impresionantes, desde "El camino de Rhody" y "El huésped" hasta la implacable historia final que da título al libro y es una verdadera clase de estilo narrativo, precisión descriptiva y acercamiento a las profundidades de cada personaje. Y hay otro texto en particular, el del ermitaño en la torre, que es particularmente inquietante. Tanto como esa otra historia, de guerra y que transcurre en un hospital en Inglaterra, en la que la amputación de piernas y otras desdichas conlleva una profunda reflexión sobre la naturaleza humana.
Este "Ángeles y hombres" es en suma una delicia y su colofón es el notable Posfacio de Marcelo Figueras, que echa luz sobre puntos oscuros, da relieve a los mejores rasgos y entusiasma porque invita a buscar y leer más cuentos de Goyen. Y cabe destacar también la edición, a cargo de una casa argentina de exquisito catálogo y notables traducciones de clásicos y modernos, que dirige el también narrador Eduardo Berti. (La Compañía).
* Otro libro que me deparó horas de estupenda lectura fue "La conspiración de los mediocres", de Ernesto Mallo, competente narrador argentino del género negro radicado desde hace años en Barcelona. Su detective El Perro Lascano, que en esta novela es un policía todavía joven, es enviado por sus jefes –oficiales corruptos de la Federal de tiempos de José López Rega– a investigar la muerte de un marginal anciano alemán. Con mano firme y certera, Mallo logra una novela intensa y atractiva, de esas que no se pueden abandonar, cuya trama recorre y evidencia las mugres policiales argentinas de los años 70 del siglo pasado, los subsuelos de los nazis venidos a nuestras pampas y las miserias y rencores clandestinos de posguerra. Y por si fuera poco esta novela narra también una conmovedora historia de amor. El menú completo de este género tan popular, bien servido. (Grijalbo).
* Quienes siguen estas meditaciones literarias saben, a estas alturas, que soy un lector variado, que es lo que en mi opinión somos l@s bibliófil@s. Así fue como una noche en un hotel me sumergí en la lectura de un interesantísimo libro de Sara Ortelli, historiadora y cientista social tandilense, egresada de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNCPBA) y doctorada en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Su extraño y para mí heterodoxo título: "Trama de una guerra conveniente. Nueva Vizcaya y la sombra de los apaches (1748-1790)".
Lectura inesperada, entré a este libro desde mi ignorancia absoluta y me encontré con una narración fascinante, que entrecruza usos y costumbres de uno de los pueblos originarios más rebeldes de toda América. En estas páginas reviven la España conquistadora y su orden colonial, sus corruptelas y las guerras por el ganado, el abigeato y en general los negocios espurios de sus funcionarios. Una narración no demasiado ardua, que por momentos te deja la boca seca y es en todo momento sorprendente. Si todas las investigaciones académicas tuviesen este tono, seríamos much@s más l@s lector@s de esta literatura. (El Colegio de México).
* En reciente visita a Lisboa, mi otra ciudad en el mundo, tuve la oportunidad de conocer a Juan Vicente Piqueras, uno de los poetas más apreciados de España hoy, un hombre de buena labia, expansivo y encantador, especie de enorme muchachón en camino de veteranía. Pero sobre todo poeta, y de los buenos. Y no por la fama que me anticiparon y acaso exageraron amigos comunes, sino porque lo leo y releo y me rindo a sus versos. "Instrucciones para atravesar el desierto" es el título de esta atractiva antología bilingüe de poemas de Piqueras, tomados de media docena de sus libros y traducidos al portugués por João Duarte Rodrigues y Manuel Alberto Valente.
Un libro denso, que exige lectura lenta y en el que me fascinan poemas como "Manchas de voz", "Dieta lingüística" y el sutil "La manga", que no me resisto a leer en voz alta:
El día que yo me fui
tendida en la terraza,
blanca, al sol,
la camisa de mi padre
levantaba una manga.
¿Me llamaba?
¿Se despedía de mí?
¿Me estaba diciendo ven?
¿Me estaba diciendo vete?
¿O simplemente la movía el viento?
(Assirio & Alvim. Porto Editora).
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