Posteado aquí con demora, porque olvidé hacerlo hace un mes, cuando sí lo posteé en mi FB.
• He declarado más de una vez más –y lo escribí en Lecturarios anteriores– que leo mucha poesía. En cambio escribo poca, poquísima, y casi no publico. En mi vida adulta apenas publiqué algunos poemas en antologías compartidas, casi todas en el extranjero, y un único poemario, titulado "Tanta noche", que en marzo de este año publicó en España la editorial valenciana Calambur.
No voy a referirme ahora a mis trajines poéticos, pero sí quiero comentar –este Lecturario no es sino una sucesión de comentarios del lector que soy– que suelo entrar en casi todos los poemarios que me llegan, y me llegan muchísimos. Trato de por lo menos hojearlos, y leo y leo con variados entusiasmos o enfados.
Así, tarde o temprano incursiono en los libros no solicitados que me llegan, que son muchísimos. Curioso o escéptico, sobrevuelo esa vasta producción irregular (no podría ser de otra manera) que se intenta en el mundo y que no tiene mercado. Lo cual yo celebro, porque si hay algo que si es valioso es seguro que jamás tendrá mercado, eso es la poesía. De ahí que no deja de ser interesante que las grandes editoriales del mundo no se interesen por publicar este género. De lo contrario, el desastre sería inevitable.
Por eso, muy pocas veces me rindo ante poemarios que me cautivan. Y eso es todo, y estimo que mi actitud no es censurable. Para mí la poesía es la esencia misma de lo que suele llamarse Gran Literatura: esa que te deja la boca seca y enciende tu capacidad de asombro y admiración.
Cuando eso no sucede, afortunada y simplemente es mejor el silencio.
• Siempre he pensado que la poesía es a la vez susurro y grito. Al menos en mi pequeña producción lo siento así y lo he observado en muchos poetas que leo y respeto desde siempre: Ezra Pound, Czeslaw Milosz, Mariángeles Pérez López, Juanele Ortíz, Antonio Machado, Olga Orozco, el gran Federico y el siempre intenso y con tan mala prensa Mario Benedetti. Susurran, como si te hablaran al oído, pero a la vez sus versos son gritos, advertencias, filosofía y ardor en estado puro.
Y es eso, susurro y grito, lo que me impresiona de la poesía de Claudia Masin, chaqueña como yo, que acaba de publicar su notable antología "La desobediencia. Poesía reunida". En la que me parece advertir huellas de Alfredo Veiravé, que es como decir reminiscencias indirectas de Juanele Ortíz. Y eso es bueno porque quién, qué poeta permanece inmutable, quién puede seguir igual de alma después de leer a Juanele. Y veo aires también, o vientecitos, de Adolfina Mondín y Sylvia Lesa, dos poetas pioneras de estas tierras feroces que sólo amamos quienes las padecemos. Quizás porque querer es también un modo amable del verbo soportar. Y en esta vasta antología poética de Masin veo también, acaso más nítido, el aura de Eduardo Fracchia, nuestro poeta y filósofo que en sus "Antipoemas" dejó huellas decisivas para la antropología poética chaquense.
En Masin creo verlo: "Cada muerte deja sobre ellas un dibujo diferente" dice Claudia de las piedras labradas por el viento. Y también nombra "el desconcierto de quien no cree en las palabras, pero teme al silencio".
Hay una sólida conciencia lírica y también una firme conciencia feminista en esta poeta. Allí las mujeres son, como en la vida, protagonistas. "Algunas tienen cuerpos, y otras cuentan". En cambio la figura masculina por antonomasia, el padre, está desdibujado, apenas sujeto de dolorosa presencia.
En esta obra completa hasta aquí, como diría Isidoro Blaisten, impera la letanía constante de la infancia, tratada como territorio de ensoñaciones: "La memoria de la infancia es un continente en miniatura que, como la Atlántida, espera la creciente para ser olvidada".
Susurro y grito de lo que está pasando aunque no lo veamos y no queramos ver, pero sucede: "No hay olvido. La memoria del daño, como la memoria del placer, nunca termina". (ConTexto Editorial).
• Menciono a Fracchia, a mi amigo de infancia Eduardo Antonio Fracchia (1945-1999), camarada de siestas y descubrimientos, luego filósofo audaz y notable, catedrático de la Universidad Nacional del Nordeste, y cuya obra singular algún día la Argentina toda reconocerá. Recomiendo la edición completa de sus "Antipoemas" que acaba de publicar la muy chaqueña y audaz Editorial ConTexto.
• Declaro asimismo otra sorpresa: los poemas de Luisa Peluffo, reconocida narradora patagónica (nacida en Buenos Aires, pero radicada en Bariloche desde 1977), de quien leo un libro notable: "Fotografías".
Ignoraba el trabajo poético de esta sólida novelista de perfil bajo y consistente trayectoria, y quizás por eso me asombró este hallazgo, que se caracteriza por la delicada sensibilidad que gobierna un poemario que se lee con placer y subrayando, lapiz en mano, y en el que destaco especialmente versos sugerentes como estos, que prefiguraron la tragedia de Santiago Maldonado y en particular de Rafael Nahuel:
yo supe ser un lonko
hijo de esta patria
y del cacique huincahual
los blancos
me quitaron la tierra y el río
mataron a mis hermanos
robaron mis caballos
la tristeza me echó al suelo
yo no tengo dos pensamientos
me quité la pilcha del huinca
y hablé la lengua de nosotros:
mas itainko xaleshem.
• Quiero dar cuenta también de otros poemarios que leí en los últimos meses, obras de poetas que estimo, que admiro o que voy descubriendo porque sus versos son necesarios. Entre ellos el más reciente poemario de Fernando Operé, madrileño afincado en los Estados Unidos desde hace 40 años, catedrático en la Universidad de Virginia y hermano que la vida me regaló. "Pureza demolida" es el título de esta rigurosa y sensible obra poética que se suma a su sólida cosecha, también publicada por la valenciana Calambur. Casa editora que lleva de la mano otro poeta original y de voz poderosa llamado Sergio Arlandis, a quien es una pena que se le ignore –todavía– en Argentina y Nuestra América, y cuya última obra es un poemario titulado"(In)verso", libro experimental y arriesgado por su propuesta, lenguaje y tono.
• Y como en otros Lecturarios, destaco la reciente producción de una de las poetas que más admiro: la salmantina Maríángeles Pérez López, quien es en mi opinión una de las grandes voces poéticas de la lengua castellana actual, y además catedrática de la Universidad de Salamanca. Conozco, creo, casi toda su obra, que ella gentilmente me hace llegar con puntualidad . Ahora es el turno de "Fiebre y compasión de los metales"(Vaso Roto Ediciones), notable festival de endecasílabos brillantes, precisos, originales:
El sol es una herida transparente
incisión que suturan las abejas
con su amor al hexágono y al polen.
Y también:
En la imaginación del cereal
la hoz no se reduce a una herramienta.
Media luna que canta en el centeno
su amor diseminado en cada corte,
la violencia más dulce del verano.
• Una sorpresa y de las más agradables, y en este caso para mí inesperada, es "Balada del aullador", poemario póstumo de Gustavo Roldán (1935-2012). Otro paisano chaqueño, aporteñado por la vida, que llegó a ser un grande de la literatura para niños de este país. Respetada y elogiada con justicia, la obra de Gustavo ocupa un lugar destacadísimo en la literatura argentina, pero yo confieso que no conocía su obra poética, que ahora me llena de gozo, ternura y nostalgia en cada verso de este libro (Calibroscopio).
Vean este poema, titulado "Palabras":
Digo agua y el agua
moja las plazas y los patios
Digo viento
y los veleros
se alejan de los muelles
hasta ser un punto en la distancia.
Digo sol
y mi sombra dormida
se despierta y se alarga
sobre el piso y la pena.
Digo tu nombre
y la palabra
en vano
resuena en la ventana.
• Leo con curiosidad y entusiasmo creciente otro poemario inesperado: "Poesía reunida", antología más que personal, diríase íntima, de la producción casi secreta del editor y poeta portugués Manuel Valente. A quien conozco desde hace más de veinte años y, aunque ignoraba sus poemas, sé que vive rodeado de poesía. De hecho su pareja es la gran poeta portuguesa Rosario Pedreira, de quien ya he comentado un par de libros en estos Lecturarios.
Y pues ahora Manuel me envía, con elogiable modestia, este libro cuyo subtítulo reza: "Un poco que sobró de casi nada". Ejercicio de modestia, claro, porque ni los poemas son sobrantes ni la subvaloración se justifica, si bien el tono del poemario es de recato. Como en el inicio de "Telegrama":
"Estoy bien y continúo / resisto / cuesta más de mañana / cuando me visto / meto en el bolso la esperanza / y asisto / a un día más"
Retratos de amor a Lisboa, versos encendidos de pasadas ilusiones políticas, poesía militante y militancia de amor, más una notable y acertada colección de sonetos perfectos y de impecable sonoridad, todo eso da, me parece, la bienvenida a un editor de oficio que es a la vez poeta con beneficio. (Quetzal Editora, Lisboa).
• Y hay más poemarios que me interesaron en los últimos meses, digamos lo que va del año, entre ellos "Mapa al corazón del hombre", de Carlos Roberto Gómez Beras, poeta dominicano radicado en Puerto Rico, donde dirige una editorial estupenda: Isla Negra Editores. Y libro éste que dispara directo y sin concesiones a las emociones de cada lector/ora.
• Y también, claro, destaco la muy recomendable "Poesía elegida", de Aledo Luis Meloni (1912-2016), hermosa antología del querido vate chaqueño, maestro mío y de cuanto escribidor hubo y hay en esta partecita del mundo. Desde "Tierra ceñida a mi costado"(1965), Aledo impactó por su talento coplero y su calidad humana excepcional, ahora reluciente en este libro adorable. (ConTexto).
• Y dejo para el final un libro muy especial, atado a una anécdota inesperada. Hace un par de meses, en una peña folkórico-política en Caseros, Provincia de Buenos Aires, una amabilísima mujer me entrega un libro de edición de autor. Es un episodio muy común, y que generalmente me incomoda, porque me siento obligado a por lo menos hojear libros que dudo mucho que me interesarán. Pero esta vez la sorpresa es grata. "El ánfora de la playa"es el título de este notable poemario de Juan Carlos Guastoni, de quien el libro no trae dato alguno pero a quien imagino un hombre mayor y lector avezado. Casi todos los poemas de este libro son sólidos, bien pulidos, de buen tono y acertadas rimas, y además denotan una obsesión marina muy interesante. La mayoría son sonetos endecasílabos perfectos, que evocan a Paul Valery y Rafael Alberti. @
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