Soneto para Augusto Roa
Bastos
Esta tierra, señores, es la tierra
de Patiño, del Hombre y de su Hijo,
donde un Yo, Supremo, así lo dijo:
que es suprema idiotez hacer la guerra.
En el Norte del Plata, fulgurante
domicilio del puma y de la garza,
donde duele el amor y a veces se alza
el sol con las guitarras por delante,
no dejaré esperanzas en la entrada.
Son tus libros el canto y el regusto
del bautizo en ríos y cascadas
—Paraguay, y Bermejo, y Pilcomayo—
para cantarte, universal Augusto,
yo que sigo cantando cuando callo.
Resistencia-Asunción, Junio de 2003.
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