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jueves, 25 de abril de 2013

Novela Negra en Salamanca


La semana pasada di una conferencia en el 9º Congreso de Novela Negra, evento que anualmente organiza la Universidad de Salamanca. En el contexto precioso de esa clásica casa de estudios castellana, y en esa ciudad entrañable y única, pasé dos días fantásticos gracias a Alex Escribá y Javier Sánchez Zapatero, hacedores del congreso. Entre amables charlas, cañas y jamones, y un afectuoso encuentro con mi admirada poeta Mariángeles Pérez López, también profesora en esa casa, leí ante un nutrido auditorio un texto titulado "Revolución, Democracia y Crisis como motivos del género negro latinoamericano". He aquí los párrafos centrales del mismo, cuya versión completa se publicará en Salamanca el año próximo.
 
"(...) La literatura de crimen o delito, la policiaca, o negra, o como convengamos en llamarla, ha devenido la literatura más leída en toda la América Latina porque es la más directamente alusiva a la suerte o desdicha de nuestros pueblos, y eso es lo que explica que siga gozando de una inmutable popularidad.
            El fenómeno no es nuevo. Quizás suene forzado, pero quiero observar que la literatura argentina canónica, a partir de la Independencia, trajinó este género acaso sin advertirlo conscientemente. Porque el texto que se tiene como inicio mismo de nuestra literatura –el cuento "El matadero", de Esteban Echeverría (1837)– describe la brutalidad de los matarifes de ganado vacuno para el consumo, que deriva en el asesinato de un joven unitario. No es casual que sea ése el cuento fundador de nuestra narrativa, en una línea de trasfondo político, violencia y crisis. Y si además observamos que las otras obras fundamentales que la siguen son: Facundo (de D.F.Sarmiento) y Martín Fierro (de José Hernández), vemos que en ambas, como en "El matadero", la tensión dramática se sostiene alrededor de crímenes y de la tensión delito-legalidad.        
            (...) En mi libro EGN hay un capítulo que titulé "¿Por qué literatura policial negra en América Latina?". Allí cito a Donald Yates, hoy retirado profesor de la Universidad de Michigan, EEUU, como uno de los que primero se ocupó de estudiar el género policiaco en la América hispanoparlante. En 1964 Yates señalaba que en la sociedad hispanoamericana “la autoridad de la fuerza policial y el poder de la justicia se admiran y aceptan menos que en los países anglosajones". Y decía que se trataba "de un tipo de literatura que evita contacto directo con la realidad”. Se refería, desde luego, a la generación que hasta entonces procedía según los cánones clásicos. Así fue como Borges y Bioy Casares crearon a su Isidro Parodi; y Antonio Helú a su mexicanísimo Máximo Roldán; y el chileno Alberto Edwards a su Román Calvo: los hicieron inhibidos de todo cuestionamiento social y aceptando la realidad tal como era concebida desde el poder. En efecto evitaban todo contacto con la realidad y por eso sus detectives, aunque atractivos, nunca dejaban de ser falsos. Porque eran literarios.
            Pero bajo la superficie sucedían otras cosas. Durante las luchas revolucionarias de los años 60 y 70, y luego con las democracias desde mediados de los 80, primero con la censura y luego con el destape, se vio que el género negro era el que mejor describía y cuestionaba la realidad circundante, precisamente porque hacía de ella su materia literaria; y era eje central de sus narraciones la no aceptación del poder policial como sistema de control social. Justamente lo contrario del postulado de Yates y de los autores del policial clásico.          Y es que en América Latina no sólo hay poca confianza en la policía, sino que hay odio y rencor. Las policías existen siempre para custodiar el orden establecido; tienen una misión conservadora por esencia: a través de la defensa de la propiedad (individual o colectiva) tratan de impedir mutaciones que no estén normadas jurídicamente. El rol policial, entonces, es el de conservar un determinado orden. Eso no está mal, per se. Pero en América Latina, desde siempre, el orden a conservar por los servicios policiales es un orden injusto y cuestionado: el orden de las oligarquías, que ejercen el poder político y económico. De donde hace más de 50 años los escritores de ficción policial de nuestros países empezaron a abandonar la ficción clásica para escribir novela negra.
            (...) Quizás el ejemplo más dramático de esa vinculación entre GN y dictaduras sea el de Rodolfo J. Walsh (1927-1977). “Desaparecido” y luego asesinado por comandos militares, Walsh se convirtió en uno de los escritores-símbolo de la lucha contra la última dictadura militar (1976-1983). Periodista, traductor y narrador, había escrito un primer libro policiaco, "Variaciones en rojo", que reúne tres nouvelles de corte clásico y fue publicado en B.Aires por la Librería-Editorial Hachette en 1953. Pero enseguida Walsh devino precursor de un nuevo género literario, el que hoy conocemos como Non fiction novel, con tres obras fundamentales: "Operación Masacre" (de 1958), "¿Quién mató a Rosendo?" (de 1969) y "El caso Satanowsky" (de 1973). También escribió cuentos memorables, entre ellos "Esa mujer", acerca del secuestro del cadáver de Eva Perón, que bien puede ser considerado dentro de este género.
            (...) En esa línea, y de hecho siguiendo las huellas de Walsh conscientemente o no, adoptaron el GN como posibilidad expresiva ante la censura autores como Ricardo Piglia, Beatriz Guido, Juan Martini y Osvaldo Soriano en Argentina, y Rafael Bernal, Paco Taibo y Rafael Ramírez Heredia en México, por lo menos. Y años más adelante, ya en la construcción democrática de los 80, otros autores siguieron esa nueva tradición: mínimamente cabe mencionar a Ramón Díaz Eterovic en Chile y a Santiago Gamboa en Colombia, y en mi país a Juan Sasturain y Guillermo Martínez, entre muchos más.
            Entonces, ¿existe hoy una literatura policial negra en América Latina? Desde luego que sí. El género negro existe en el continente donde vivo y se compone de un cuerpo textual rico y variado, que practican decenas de autores de muchos países. Tiene una consistencia como no tienen otros géneros. Y produjo además un cambio espectacular en el tratamiento del crimen, especialmente porque le reconoce razones, motivos, causas vinculadas con la realidad en que viven los mismos lectores. Hoy sabemos que son circunstancias las que llevan a una persona a cometer un crimen.
            (...) Los que vivimos en Latinoamérica nos hemos visto reflejados en estas novelas, desde hace años (...) El GN es determinante para comprender la literatura latinoamericana contemporánea. Vincula al crimen con la sociedad en que sucede. El delito no es para nosotros un problema matemático, un crucigrama, un desafío al ingenio. Cada delito es producto de relaciones (malas relaciones) entre seres humanos y no hay crimen gratuito como no hay ausencia de causas (individuales o sociales). Ahora hay grupos de sicarios, además, como los Maras centroamericanos, o los chicos gangsters de Colombia, México o Brasil. Todos tienen su autojustificación, y a cualquiera se le puede encargar un crimen. Es barato, incluso, porque hoy todo crimen es barato. El que un jefe de barrio le encarga realizar a un chico semianalfabeto y pasado de paco u otra droga incendiaria; o el que genera sin saberlo cualquier matrimonio europeo de buen corazón que por diez mil dólares compra un bebé paraguayo o del norte argentino que fue robado a sus padres.
            (...) El delito hoy es producto de intereses, casi siempre ligados al poder político y económico, a la trata de personas, el narcotráfico y el narcoconsumo, y otras miserias, muchas de las cuales son alimentadas desde el mundo desarrollado, que fomenta taras, vicios y corrupción en los países subdesarrollados para luego analizarlos "racionalmente" como si fueran de otro planeta y sin asumir responsabilidades.
            Y es que los valores primordiales en que basa su existencia el género negro siguen siendo el poder y el dinero. Uno puede y paga. El otro no tiene y cobra. O padece. ¿Quién de ellos es el criminal...?         
            (...) La novela negra latinoamericana tiene sus ejes en la violencia que generan las contradicciones sociales, el abuso de poder, la narcoindustria, el narcotráfico y el narcoconsumo, la corrupción y la hipocresía. Es la misma violencia que escribieron los maestros del naturalismo y del viejo realismo social, sólo que ahora no desde ideologías revolucionarias, sino desde los códigos y tópicos de una posmodernidad entendida como continuum.
            (...) Hoy sabemos que cada crimen, cada delito menudo, cada acto ilegal tiene, necesariamente, una relación profunda con la sociedad en que se produce. No hay crimen genético, lombrosiano. El crimen es siempre una (mala) conducta social, un reprobable producto de la vida colectiva. Y en la vida colectiva estamos acostumbrados a contemplar intrigas, escándalos políticos y económicos, e incluso guerras dizque justificadas siempre en motivos injustificables. El petróleo, las commodities, la minería a cielo abierto, cualquier ataque financiero desde centros off-shore, el sistema de corrupción político, bancario, sindical, empresarial y etc, etc, es tan variado como retorcido (no quiero decir sofisticado) que sobran los temas para el GN contemporáneo.
            (...) La violencia es la materia esencial del género negro, pero no es una invención de la literatura. El crimen en todas sus formas, como el incesto y la corrupción, por caso, son moneda corriente en toda la sociedad industrial moderna. (...) Entonces deberíamos mirar mejor al crimen literario, como expresión del crimen en la sociedad moderna, pero sin prejuicios y sin condenar a un continente. Y subrayo esto último porque todo discurso etnocéntrico que juzga a las periferias es racista y discriminatorio, aunque no lo sepa o lo niegue. La tragedia centroamericana, como la de Brasil o Colombia, o la de México, son materia de literatura negra porque nosotros, autores latinoamericanos, no queremos silenciarlo. Porque sabemos que en decir y narrar esa violencia estará también nuestra salvación. Pero yo no conozco la novela del hombre que violó y preñó a todas sus hijas y las mantuvo encerradas en un sótano durante veinte años como sucedió aquí cerca, en Austria. Como tampoco conozco la novela del chico que en Virginia Tech University asesinó en diez minutos a más de 30 estudiantes porque se sentía agobiado por problemas familiares...
            Por lo tanto, ¿de qué hablamos cuando hablamos de violencia? ¿De asesinato, robo, ataque físico, acoso sexual, apropiación de niños? ¿Violencia de género, familiar, social, política? Pero acaso ¿Muamar Kadafi era violento pero los bombardeos "civilizadores" sobre Libia no? ¿Y no ocurre lo mismo ahora en Siria? ¿Como antes en Kosovo, Iraq, Afganistán? ¿Y Guantánamo? ¿Por qué no está preso ni un solo banquero irresponsable cuando a media Europa le cortan los salarios? ¿Saben que esta violencia se vivió ya en Argentina en 2001 y fue un desastre? (...) Podría pasarme toda la tarde formulando preguntas de este tipo, todas ellas variaciones sobre la violencia, y materia potencial de novelas negras. (...) Por eso rechazo esa idea establecida de la violencia como signo y marca, única o principal, de la literatura latinoamericana. Propongo en cambio leer la violencia como señal de la bestialidad del ser humano, pero en todas las culturas y en todas las literaturas.
            (...) Y si vamos al cine, género que se afirmó como una nueva expresión de la literatura, en el caso del cine argentino puede decirse que nació con y para este género. El primer filme negro argentino fue "Monte criollo" (de 1935, dirigida por Arturo S. Mom en base a un tango de Homero Manzi) y dos años después, en 1937, la tremenda "Fuera de la Ley", con guión y dirección de Manuel Romero y basada en la historia verídica del niño Eugenio Pereira Iraola –cuyos padres pertenecían a la alta sociedad argentina– quien fue secuestrado y luego asesinado por una banda de maleantes en febrero de ese mismo 1937, hecho que mantuvo en vilo a todo el país. La película se rodó de inmediato y se estrenó en octubre de ese año, y aunque en la ficción la víctima era una niña el público asoció fácilmente el caso y fue un éxito de taquillas fenomenal.
            En cada uno de los últimos 75 años, en mi país no se ha dejado de producir cine negro, y en casi todos los casos basados en cuentos y novelas de autores locales (...) Hoy en la Argentina se producen y filman más de 150 películas por año, y probablemente la mitad son de, o se relacionan con, el género negro. (...) Me parece que son muy pocos los géneros literarios que tienen esta cualidad de representar tan cabalmente los conflictos sociales, los anhelos y frustraciones de las clases populares, la cultura de la marginalidad y el cuestionamiento ideológico al poder establecido.
            (...) Quizás por eso la estimación del GN ha ido en alza (...) y comienza a ser tratado con creciente interés por las academias. Y eso está bueno. Pero también digamos que hasta ahora con poca originalidad. Se repiten conceptos, lugares comunes, se hace mucho copy-paste y no sobra la audacia intelectual. Quizás falten textos renovadores, no lo sé, pero a mí por momentos me da la impresión de que estamos ante un género al borde del agotamiento. Se inventan detectives y argumentos cada vez más disparatados, exóticos o extravagantes, y gran parte de la crítica se dedica a subrayar y aplaudir esas obviedades. Pero a mí me parece, dicho sea con cuidado, que el detective no es una figura con un gran futuro, al menos literario. Quizás porque devino tópico, y a su alrededor se generan temas y tramas, y por ende recursos, que finalmente se reiteran. Yo creo, en cambio, que el futuro del GN está en el hombre o la mujer comunes y sus circunstancias, el hombre mediocre de José Ingenieros, el simple ciudadano que nunca sabrá cómo llegó adonde se encuentra, y no sabe cómo demonios zafar del cepo en que se descubre. El que debe improvisar a cada paso y equivocarse y huir, huir como único destino posible. Y es que la vida siempre va adelante de esta literatura y de cualquier otra. Por eso es verdadero el viejo axioma de que la realidad supera a la ficción.
            (...) La literatura negra ha tenido algo de revolucionaria para las letras latinoamericanas del post-boom, por lo menos, o sea la de los setenta y ochenta del siglo pasado. En esos tiempos de oscuridad y represión en nuestra América, el género negro fue sin dudas un buen refugio para escritores. (...) Hoy, en cambio (...) se relaciona con todo lo que hemos perdido. (...) Es evidente que el sentimiento de pérdida es parte de esta narrativa. Pérdida de valores, desde luego, vinculados a la pérdida de mejores niveles de vida. La miseria social absurda y chocante, la corrupción, el abuso de poder, inevitablemente remiten a tiempos en los que se vivía en paz, con mayor respeto y tranquilidad. El género negro siempre está cuestionando la pérdida de esos valores, porque es un género profundamente moral. (...) La escritura de ficción en Latinoamérica hoy en día tributa en gran medida al género negro, y por eso este género es revolucionario para nuestra narrativa desde que renovó estilo y lenguaje, y lo reconoció como se habla en la calle: violento, duro y machista.
            El escritor latinoamericano, creo yo, es consciente de que el dinero en sus obras es sólo un medio, no fin ni razón. La corrupción no es una desviación; son causas profundas que corregir y casi nunca se corrigen. La Ley y la Policía casi nunca son confiables. El poder no son los tipos que salen en la tele, sino los que están ocultos. Y la literatura, claro, no es sólo evasión y entretenimiento. Es también un recurso, acaso un arma ideológica, para desnudar la verdad mediante maravillosos relatos interminables." •

lunes, 22 de abril de 2013

Más de un domingo con sonetos



Saliendo de Lisboa, pienso en algo que me recordó Antonio Sarabia durante las lecturas de poemas que compartimos el domingo pasado como sobremesa. Hace varios años me invitó a la presentación de su novela "Amarilis", en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, en el norte de México. No sé dónde andaba yo entonces, pero lo cierto es que no pude estar presente, por lo que le mandé un soneto que él leyó en la presentación. Después del almuerzo, revisé arduamente mi ordenador y lo encontré. Es de Abril de 1999 y aunque sé que es un soneto muy modesto aquí lo comparto con ustedes.


Soneto para Antonio Sarabia

El grave maestro Sarabia, Antonio,
el que escribió de Moebius una Banda
y del Volcán los Condenados, ¡coño!
ahora en Ciudad Regia, Dios lo manda,

presenta su Amarilis, libro grato
colmado de vértigo y sabrosura,
lleno de ciencia y ritmo todo el rato.
Y como siempre en él, con prosa pura,

Sarabia cuenta historias hábilmente.
Manjar de Francia el aire de su prosa
aunque son puro México el torrente,

el prodigio narrativo y otras cosas.
Sarabia y Amarilis, quede escrito,
uno solo son: alma, pasión, grito. •

sábado, 20 de abril de 2013

Fiebres monumentales: Las honras, en su lugar

Después de mi artículo pidiendo que no retiren la estatua de Cristóbal Colón de su histórico emplazamiento junto a la Casa Rosada, en Buenos Aires...

Mi artículo de hoy en el diario Página/12:

http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-218394-2013-04-20.html

viernes, 19 de abril de 2013

Reedición de "EL GÉNERO NEGRO"


Orígenes y evolución de la literatura policial y su influencia en 
Latinoamérica

Publicado por Capital Intelectual, en su colección Claves del Arte, 
dice en la contratapa:

Cuando El género negro fue editado por primera vez, promediando los años 80, ganó una legión de adeptos en el mundo de habla hispana. El libro se agotó casi inmediatamente, convirtiéndose en un objeto de culto, inhallable y fotocopiado hasta el hartazgo...

martes, 16 de abril de 2013

Poetas en Lisboa


Como cada vez que visito esta ciudad que amo, desde hace algunos años es un ritual encontrarnos un grupo de amigos-colegas para comer, beber vinos del país e intercambiar novedades de índole literaria. Este domingo celebramos el cumpleaños de la poeta colombiana Lauren Mendinueta, junto con Antonio Sarabia, el poeta portugués Nuno Júdice y Manuela, su esposa y directora de la Casa de América. Leímos sonetos clásicos del padre de la poesía portuguesa, Luis de Camões (1524-1580), y comentamos con humor la estupidez de ciertos organizadores de ferias de libros, como los que vetaron la presencia de Lauren en la próxima Feria de Bogotá, este año dedicada a Portugal. A despecho de que ella lleva años viviendo en Lisboa, ha traducido en ambos sentidos a poetas colombianos y portugueses, y es autora de varias antologías publicadas en ambas capitales, fue puntualmente marginada. Una típica miseria de los mundillos literarios.
            Para los lectores de este blog traduzco ahora un poema de Nuno y copio otro de Lauren.




Poeta (De Nuno Júcide)

Trabaja ahora en importación

y exportación. Importa 

metáforas, exporta alegorías. 

Podría ser un trabajador 

por cuenta propia, 

uno de esos que llenan y rellenan 

cuadernos de hojas blancas y azules
con
números 

en el debe y el haber. De hecho, lo que 

debe son palabras. Y lo que tiene
es ese vacío de frases que le 

sucede cuando se recuesta
contra el vidrio, en el invierno, y la lluvia cae
del otro lado. Entonces, piensa 

que podría importar sol 

y exportar nubes. 

Podría ser 

un trabajador del tiempo. Mas, 

en cierto modo, su
práctica se confunde con la de un

escultor del movimiento. Hiere, 

con la piedra del instante, lo que 

va camino 

de la eternidad; 

suspende el gesto que sueña el cielo; 

Y fija, en la dureza de la noche,
el batir de las alas, el azul y la sabia
interrupción que es la muerte. •


El espejo que huye (De Lauren Mendinueta)

En la orilla de las aguas inmemoriales,

junto al abandono de la contemplación,

mi tristeza se desliza hasta tocar lo puro,

lo inmaculado de esas aguas rebeldes

donde el reflejo de mi rostro me observa.

Estoy sola, contemplada por mí misma,

juzgada y condenada a existir ahora,

más triste que nunca en la certeza

de que me he negado el perdón. •