Como cada vez que visito
esta ciudad que amo, desde hace algunos años es un ritual encontrarnos un grupo
de amigos-colegas para comer, beber vinos del país e intercambiar novedades de
índole literaria. Este domingo celebramos el cumpleaños de la poeta colombiana
Lauren Mendinueta, junto con Antonio Sarabia, el poeta
portugués Nuno Júdice y Manuela, su esposa y directora de la Casa de América.
Leímos sonetos clásicos del padre de la poesía portuguesa, Luis de Camões
(1524-1580), y comentamos con humor la estupidez de ciertos organizadores de
ferias de libros, como los que vetaron la presencia de Lauren en la próxima
Feria de Bogotá, este año dedicada a Portugal. A despecho de que ella lleva
años viviendo en Lisboa, ha traducido en ambos sentidos a poetas colombianos y
portugueses, y es autora de varias antologías publicadas en ambas capitales,
fue puntualmente marginada. Una típica miseria de los mundillos literarios.
Para los lectores de este blog traduzco ahora un poema de
Nuno y copio otro de Lauren.
Poeta (De
Nuno Júcide)
Trabaja ahora en importación
y exportación. Importa
metáforas, exporta alegorías.
por cuenta propia,
uno de esos que llenan y rellenan
cuadernos de hojas blancas y azules
con
números
en el debe y el haber. De hecho, lo que
debe son palabras. Y lo que tiene
es ese vacío de frases que le
sucede cuando se recuesta
contra el vidrio, en el invierno, y la lluvia cae
del otro lado. Entonces, piensa
que podría importar sol
y exportar nubes.
Podría ser
un trabajador del tiempo. Mas,
en cierto modo, su
práctica se confunde con la de un
escultor del movimiento. Hiere,
con la piedra del instante, lo que
va camino
de la eternidad;
suspende el gesto que sueña el cielo;
Y fija, en la dureza de la
noche,
el batir de las alas, el
azul y la sabia
El espejo que huye (De Lauren
Mendinueta)
En la orilla de las aguas inmemoriales,
junto al abandono de la contemplación,
mi tristeza se desliza hasta tocar lo puro,
lo inmaculado de esas aguas rebeldes
donde el reflejo de mi rostro me observa.
Estoy sola, contemplada por mí misma,
juzgada y condenada a existir ahora,
más triste que nunca en la certeza
de que me he negado el perdón. •
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