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domingo, 31 de julio de 2011

El voto, los días por venir, el periodismo argentino y la literatura que no cesa

Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)

El voto, los días por venir, el periodismo argentino y la literatura que no cesa

Mañana se vota en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Segunda vuelta, ballotage y mi amigo Daniel en la picota. Admirable lo suyo, bancarse todo esto, el jaleo, el manoseo, las difamaciones... Hay que tener el cuero muy duro para la política argentina. Esa selva feroz.

Daniel va a perder mañana, todo lo indica, aunque desde cierto punto de vista va a salir ganando. La familia, los buenos amigos, los que lo queremos y respetamos como persona honorable y decente, de ninguna manera vamos a sentir que él ha sido derrotado. Sí da un poco de fastidio que vaya a ser electo un tipo tan mediocre como su rival, un hijo de papi rico, uno que anda con un sujeto atrás que le susurra lo que tiene que decir. Es más que patético; es bastante despreciable. Y acaso por eso mismo es también un posible presidente de este país, por qué no pensarlo, si aquí fueron presidentes Menem y De la Rúa, y el Adolfo y Duhalde de manera irregular, y antes una caterva de milicos obtusos, vaya, la verdad es que cualquiera puede llegar a la Casa Rosada... Y no crean que lo escribo con ironía; más bien con dolor. Amo a mi país, aunque también me enoja cuando es tan pobrecito, tan frágil como es a veces... Como un país que estuviera todavía en el primer día de la Creación.

Mejor la Literatura, qué duda cabe.

Aunque no he podido sustraerme a los tironeos del periodismo que ejerzo, debo confesarlo. Últimamente vivo un tironeo curioso, inesperado y que, ciertamente, implica un desafío que decidí asumir. Después de 24 años de escribir con cierta regularidad en el diario Página/12, he sido convocado por el diario opuesto, el conservador La Nación. Y como ninguno me paga la exclusividad, pues ahí estoy, en ambos, escribiendo lo que se me da la gana, escogiendo temas a mi absoluta voluntad y con una libertad irreprochable en ambos medios.

Por eso acepté, desde luego. En Página/12 ésa es la historia de mi vida periodística: jamás una sugerencia, apenas alguna observación pero siempre respetado en cada punto de vista que quise escribir, y no sólo en los textos de tesitura literaria sino también en los de índole política. Y ahora en La Nación también, no tengo dudas. Al menos conmigo, siempre me distinguieron pidiéndome artículos, opiniones, de poco o mucho desarrollo pero siempre con garantizado respeto. Habla bien de ellos: quizás soy el columnista más a la izquierda que La Nación puede tolerar, como sin dudas soy el pro-kirchnerista menos ortodoxo y más tirado a la derecha para el gusto de Página/12. Y está bien, es obvio que por esto acepté el reto. En Clarín, por ejemplo, no hubiera aceptado escribir como columnista por ninguna paga. Alguna vez publiqué artículos en ese diario, desde luego, y acaso podría volver a hacerlo si me invitaran y a mí me interesase, de igual modo que voy a los programas del multimedios Canal 13 y TN cuando me invitan y yo quiero, pero hoy no aceptaría ser columnista semanal ni a sueldo de ellos. Ni loco.

¿Y a qué viene todo esto? Hummm, creo que a que esta semana fue peculiar, porque escribí sendos artículos en los dos diarios en los que colaboro, y me da gracia observar la opuestísima repercusión que obtuvieron. En Página/12 publiqué una nota titulada Lo vimos: Reflexión respetuosa y extramuros para compartir con los que votaron a Macri. Y allí, como siempre, la devolución general estuvo teñida de un sentimiento amistoso, de familiaridad, casi con espíritu de cuerpo. No sólo porque el diario adscribe ahora a los lineamientos generales del gobierno nacional, y apoya decididamente a la Presidenta —lo cual yo comparto— sino porque siempre ha sido así: una especie de cruzada intelectual de centro-izquierda, eso que ahora algunos llaman "progresismo", terreno de ideas y debates cuya amalgama ha sido y es la concordancia en ciertas causas, una ética común, una visión de la Argentina y de Latinoamérica como una tarea de todos y en la que todos y todas estamos embarcados para hacer de estos territorios el paraíso de igualdad, fraternidad, equidad, libertad y justicia social que soñamos. Idealismo puro, desde ya. ¿Y por qué no? ¿Qué tiene de malo? Si después de todo, lo mejor de la Humanidad se logró, siempre, gracias al idealismo. Del mismo y simétrico modo que lo peor se lo debemos siempre al realismo, el pragmatismo y la puta madre que los parió. ¿No?

Lo peculiar de esta semana, decía, fue que escribí dos artículos que apuntaban a lo mismo, aunque uno, el de La Nación, titulado Elogio de la doble moral argentina y la no sanción en el todos contra todos, me impuso un costo bastante alto. La cantidad de puteadas que recibí llegó apenas a 500 comentarios caníbales, lo cual es inferior a los casi 2.500 que merecieron cada uno de mis artículos de las últimas dos semanas (Elogio del vocablo "asco" mientras disparan contra Fito y El "desastre" del Teatro Colón y el estado de las antigüedades). Pero tan duras, casi atemorizantes.

En ambos casos las devoluciones de los lectores (¿supuestos? Quién lo sabe; el anonimato lo permite todo) fueron de trinar. Pero en esta ocasión, parece que mi reflexión sobre la doble moral argentina los volvió más locos que de costumbre. Y así, siendo muchos menos en cantidad, la ferocidad de los comentarios fue abrumadora.

A mí lo que me llama la atención de esa horda es la furia desatada, ese resentimiento insujetable que supera la media argentina, que ya es altísima. Tipos y tipas, digo —si es que realmente existen— que te comen vivo si te tienen al lado...

Y que leen mal, pobrecitos, o directamente no leen; nomás se lanzan a vituperar, descalificar, insultar, sin ocuparse de lo que uno ha escrito. Más bien se afanan por desfibrilarte a modo de picana de entrecasa y, por supuesto, escondida en el anonimato.

En el de Página/12, en realidad, todo lo que quise fue enumerar las razones por las cuales yo no votaría jamás por ese candidato. Y no sólo por mi amistad con Daniel Filmus y mi obvia simpatía con las candidaturas kirchneristas de este tiempo, sino más precisamente porque amo también a esa ciudad hoy ensombrecida, desesperanzada y furibunda.

Mañana domingo se vota y bueno, yo estoy a más de mil kilómetros y mi turno democrático, como el del millón de chaqueños, está fijado para más adelante. Pero qué pena me da, qué ansiedad siento por la suerte porteña, esa indeterminación que prefigura, en cierto modo, una mirada inquietante sobre el futuro de esta patria mía.

Por suerte para mí ahí está la Literatura. Acabo de terminar una novela y me siento bien con ella, tengo interiormente la sensación de que he logrado un texto original, no adocenado, no usual, no a la moda de nada. Y creo que divertido, y a la vez profundo. No es poco. Y acaso no está bien que lo diga yo, vamos, pero bueno, me lo disculpan, me lo bancan y a otra cosa. Para eso son ustedes los lectores de este blog, que, en cierto modo, es una forma moderna de la intimidad en exposición moderada.

Los votos pasan, los candidatos también. El periodismo se avejenta a poco de escrito y publicado.

Es la literatura, diría yo parafraseando a Miguel Hernández, el rayo que no cesa.

Bendita sea.

domingo, 24 de julio de 2011

Revisando papeles

Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)

De regreso del congreso de hispanistas brasileños en la Universidad Federal Fluminense, en Niterói, Rio de Janeiro, organizo mis cosas antes de una semana en la que debo hacerme algunos chequeos de salud.

Curiosamente, encuentro una anotación de Agosto del ‘94, que dice así: "Un miedo y un desasosiego como el que se siente cuando en una pesadilla estás por gritar y no podés; es una impotencia feroz, un pánico que te gobierna el cuerpo y te paraliza como en las peores pesadillas. Pero todo en vigilia. Así imagino la muerte de mi hermana mientras la operan del corazón".

Celebro íntimamente el recuerdo del buen resultado de aquella intervención.

En un registro completamente distinto, encuentro otro apunte, del mismo año 94:

"Reflexión sobre los transexuales de la Calle del Pinar, en Madrid. No son travestis. Son sonrisas que caminan, seres que se pintan los rostros como para ocultar su desesperación. Puedo estar equivocado, pero no los veo felices. O no comprendo el significado de las pinturas. ¿Son pinturas de guerra? Quién sabe... La visión madrileña me lleva de regreso al Chaco, como en un salto atlántico. Una muchacha que fue mi amiga durante una temporada me contó que tiene un hermano taxi-boy. Fue violado por el padrastro de ambos, en San Luis. Ella zafó de ser a su vez violada por el mismo sujeto, de la manera más insólita: ante el ataque del miserable lo pateó en los testículos con toda la fuerza de su desesperación, lo que le permitió salir corriendo, en la noche. La salvó en medio de la noche un camionero, que la llevó hasta más allá de Córdoba. Lo que no le perdonará jamás a su madre, dice, es que sabía todo pero no hizo nada. Ahora el chico, su hermano, vive un delicado amor —así lo define mi amiga— en un pueblo del norte de Santa Fe. Es un chico suavecito, una monada de persona. Qué difícil ser transexual en Resistencia y alrededores".

Sobras de mi nueva novela...

Creo que lo dije en otro posteo: he terminado una nueva novela. No diré el título, por pura cábala. Digo simplemente que la terminé, y ahora habrá que ver qué pasa. No quiero ni pensar en el futuro. Los libros se abren camino por sí solos. Siempre fue así...

Pero rescato ahora algunos fragmentos, textos que pensé incluir pero que a último momento quité del cuerpo de la novela. Y como siempre me sucedió, después no sé qué hacer con ellos. Así que esta vez rescato aquí algunos pensamientos de uno de los personajes, aunque sea para no tirarlos al cesto de la basura.

"...como en una representación de teatro isabelino, esas de escenario abierto".

"...aunque sólo fuera cierto en un plano formal que suena a lugar común dado que es un lugar común".

"Fastidiar no sólo por autodefensa sino para escarnio de idiotas. Como el Roquentin de Sartre, que estaba harto de todo eso mismo, digo fastidiar no por actitud existencial sino como burla superadora. No sé por qué me acuerdo de ese tipo justo ahora. Jamás comulgué en nada con ese comunista, pero me viene a la mente, en este instante preciso, esa idea del fastidio, por el asco ante la hipocresía y la insustancialidad".

En la noche del domingo

Seguidamente encuentro otro papelito, éste redactado en 1993. Lo escribí en algún bar, porque está en papel manchado de algo que parece vino, o gaseosa, y dice lo siguiente: "La sociedad ganó la democracia en 1983; la estabilidad en 1990; y ahora le toca el turno a la ética y la justicia social. Esto es: la sociedad va construyendo lo urgente, lo importante y lo necesario en cada turno". Anotado al margen en agosto de 1995: "Se ha perdido el último turno. Como en el juego de la oca, retrocedimos un montón de casilleros". Anotado en otro papelito en los Estados Unidos, a comienzos de 2011: "¿Y si se viene un nuevo suicidio social argentino? Este año habrá que considerar esta posibiidad y mantener los dedos cruzados".

Escribo este posteo en la noche del domingo 24, cuando se conoce la impresionante cantidad de votos que obtuvo el cómico Miguel del Sel en la Provincia de Santa Fe, lo cual yo veía venir desde hace dos semanas, mientras mis íntimos se burlaban de mí, asegurando que exageraba... Los cómputos me recuerdan que es la misma provincia que votó a Vernet, a Reviglio, a Vanrell, a Reutemann y a Obeid varias veces. Nada quisiera más que admitir un día mi equivocación...

Pero no consigo despejar mi tristeza porque amo a Santa Fe.

martes, 19 de julio de 2011

La saludable dispersión de ciertos días

Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)

¿No les pasa que hay días en que uno está disperso, y se va por las ramas y cuesta concentrarse? A mí me atacó hoy, y tan lejos de mi casa, mi mundo... Estoy en Sao Paulo, Brasil, encerrado voluntariamente en un precioso hotel, el Ceasar Business, y no he salido a la calle en todo el día. Me pasé horas y horas escribiendo, pero todas cosas inconexas, necesarias sí, urgentes algunas, pero que no tienen nada que ver unas con otras. No bajé ni a almorzar, ni me apetece caminar por esta ciudad gigantesca, desmesurada, que por otra parte ya conozco. Entonces leo un poco, trabajo el texto de la conferencia que voy a pronunciar dentro de dos días en Río de Janeiro, en la Universidad de Niteroi, bajo unos mailes, veo con espanto que hace dos semanas que no posteo nada en mi Cosario... Ay!

Tengo muchas excusas, así que pido disculpas. Después de las elecciones porteñas escribí un artículo en La Nación acerca del exabrupto de Fito Páez. Me llovieron puteadas. No me importan tanto en lo afectivo ni en el orgullo; tengo el cuero duro. Pero... qué mal lee la gente... Qué difícil se le hace a muchos leer sin el prejuicio por delante. Se les obnubila la vista. Entonces simplemente no alcanzan a comprender lo que está escrito, y como sí vislumbran que el autor está en la vereda opuesta, entonces lo putean.
Que es como no haber leído. No se puede intercambiar, así. Una pena.

También preparé esta conferencia que menciono y que voy a leer este viernes en Río, en el marco del XIV Congreso Brasileño de las Asociaciones de Profesores de Español.

Y preparé en mi Molekhine unos apuntes para hoy, aquí en Sao Paulo. En dos horas más tengo un diálogo público en el Instituto Cervantes con José Castilho, editor jefe de la UNESP (Universidad del Estado de Sao Paulo) y hasta hace muy poquito director general del Plan Nacional del LIbro y la Lectura de este inmenso país. Una autoridad latinoamericana en Pedagogía de la Lectura, José. Y amigo querido, además.

Pero ya me voy por las ramas, disculpas, disculpas...

Quizás lo que sucede es que este libro (porque este blog es un libro que escribo libremente, como sin proyecto; este "Cosario" de hecho lo es), se me ocurre, digo, que quizás este libro va dejando de ser una memoria personal más o menos cronológica. Para ser quién sabe qué... Me inquieta no saber a dónde va lo que escribo. Pero así es la cosa, también, así fue siempre.

Sí, ha de ser eso. Y todo lo que sucede es que ahora, aquí, mientras cae la tarde sobre un horizonte que me es ajeno, el no tener a mano mis apuntes, mis libretas, las agendas del Año de Ñaupa que curioseo al azar últimamente, me resulta inquietante. Como un bailarín profesional que de pronto está solo en el baño y no tiene mejor cosa que hacer que brincar como jugando y por las puras ganas.

En fin, ya me concentraré nuevamente. Tengo textos a montones para trabajar. Debo enviar una nota al diario (el Página/12, mi diario); responderle a Pepe Eliaschev una estupidez que escribió en Perfil; tengo un cuento a terminar; y un nuevo proyecto de novela; y un libro ensayístico que me propusieron y es urgente... En fin, ahora mejor posteo algo y cierro. Sólo quiero simplemente compartir algunas cosas que vengo pensando/recordando...

Gran año el 93

Viajé mucho ese año, 1993, después de recibir el Rómulo Gallegos en Caracas. Una amiga mexicana, Laura Fierro, me contó por aquellos días, una noche en Querétaro, una trama fascinante que luego determinó uno de los cuentos que está en mi libro "Soñario".

Otra amiga, Daniela Engelhardt, desde Mainz, Alemania, y por carta (entonces no teníamos mailes) me cuenta que estuvo de vacaciones en Río de Janeiro y conoció a una millonaria norteamericana cuya frase predilecta era: “I hate kids, specially Argentine kids”. Es una delicia que desde entonces busco descubrir cómo incluirla en una próxima novela, lo que seguramente ya no haré.

En Octubre y con otra amiga queridísima y además colega, la escritora española Laura Freixas, en la catedral de Segovia y después de almorzar un fabuloso lechal bajo el acueducto, descubrimos a San Gerotero, el ateniense que fue primer obispo de Segovia. Murió decapitado, cuenta la historia, pero con la cabeza en la mano seguía predicando. ¿No es maravilloso? Pavada de fe la de ese hombre. Años después soñé con él y escribí un texto, que está también en "Soñario".

Creo que ése 1993 fue, también, el año de mi debate con Osvaldo Bayer. O fue el 94, no me acuerdo. Debería confirmarlo y reproducirlo aquí, se me ocurre ahora. Aunque quizás no, sería un plomazo. Y a ver si el querido Osvaldo se enoja de nuevo...

Ya veré, pero ahora mejor termino, posteo y sigo trabajando. Les dejo, porque no sé por qué, acaso porque es un día heterodoxo, un poema. Es una excepción, claro, pero digamos que lo posteo porque hace poquito, en Abril pasado, le gustó mucho a Edward Stanton, cuando lo leí en un recital que dimos en Lexington, Kentucky, durante la mayor y más tradicional conferencia literaria del mundo académico norteamericano.

En la próxima lo quito, o les cuento la génesis del poema.

Oda al camarada corcho

Oh corcho, camarada, a veces me pregunto

si el siempre amable vino ha de inspirarte.

O acaso la uva irreductible, vencedora de eternidades

—como el gusano y la abeja, y como la leche, los besos y la poesía—,

que sueña su sueño bajo tu compacta, nunca estéril existencia.

Expresión minimalista del pródigo árbol ibérico,

en mi país te reclaman los vinos de los Andes,

criados entre piedras y vientos milenarios

para quemar malos humores, los alientos febriles del ocaso y

los venenos de la sangre,

y buenos para aligerar el ánimo en los nobles combates:

el amor, la literatura, la amistad

y el ocio fraternos.

Hermano corcho

que resistes el paso de los años y

no te inquietan el gas ni el pervertido lúpulo,

el azúcar indomable ni la propaganda,

y cada día, todos los días, cumples tu misión liberadora

de darle aire al vino y recomponer su gloria,

yo te canto porque la tuya es leve pero perdurable

y vive en la estación más recóndita del alma, la poesía,

domicilio de la metáfora,

sendero ineluctable y destino final de la humanidad.

Yo te canto, corcho, compañero,

guardián del néctar de la vida, jardinero del Paraíso,

protagonista de ajenas alegrías

que desatas la lengua de los mudos

y te quedas, desolado e inútil, al costado de las botellas vacías.

Como efímero suspiro de Dios.

jueves, 7 de julio de 2011

Los que no fueron en el 95

Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)

Hasta donde sé, quienes fueron mis candidatos aquel año han seguido escribiendo. Eduardo García Aguilar se fue de Colombia y creo que vive en España. Nunca supe de él. En cambio, Armando Romero vive en los Estados Unidos y enseña en la Universidad de Cincinnati.

No me resisto a reproducir algunas citas que tomé entonces de sus libros. Por alguna razón me interesaron y las transcribí:

De la novela de Eduardo García Aguilar:

“Perdóneme, pero estoy convencido de que los hombres más ilustres de un país son sus escritores. Sin escritores ninguna nación existiría, ningún país tendría nombre. A ellos y no a los políticos se debe la existencia de las nacionalidades”.

“La despreciable casta de los homenajeadores está compuesta por aspirantes a puestos públicos y sus actos merecen la reprobación de quienes de verdad dan su sangre por la obra... Los escritores deben alejarse de los funcionarios como si fueran leprosos”.

De la novela de Armando Romero:

“Era joven, muy joven, todavía no sabía nada de la muerte”.

“-Voy a decirte una cosa -dijo ella-. Vos nunca has sido lo que creés que sos. Toda tu apariencia de maldito se cae cuando te acercás a alguien o a algo. Sos bueno y por eso sufrís. Querés ser malo para vengarte de todos los que han hecho de este país y esta ciudad lo que es, pero no podés, por eso escribís con tanto dolor”.

“Ahora, según dicen, se compran más jueces y carceleros que antes. No se sabe si es que los jueces son más baratos o que la gente tiene más plata”.

Variopintismo de aquel año en Caracas.

En ocasión de la reunión del Jurado del Rómulo Gallegos 1995, el poeta Enrique Hernández D’Jesús, conocido popularmente como “El Catire”, me pide un texto para un cuaderno-libro que prepara y cuyo título es “El gusto”. Pide poemas, acrósticos, lo que uno quiera. Escribo para él:

G orda lengua pluriforme

U na y múltiple, expedicionaria,

S erpenteante por valles vaginales.

T opografía del sabor

O del espanto.

Me preguntan por qué mi costumbre de situar y fechar todos mis textos. La explicación que doy es que me gusta subrayar la idea del tiempo aplicado al trabajo literario; quizá también, para mis alumnos, es una manera de decirles que la literatura no es impulso, no es brote instantáneo.

Leo al final del hermoso prólogo de Gastón Baquero a “Tanatorio”, poemas de Carlos Contramaestre, la frase: “Otoño y Madrid, 1991”. Me encanta la idea y la adopto. Conste.

Soy un contrabandista: a mi regreso he pasado por la Aduana de Ezeiza un chaguaramo chiquito (es un palmera semejante a la pindó chaqueña, pero más orgullosa) y dos pitoquitos de cocoteros caribeños. Voy a plantarlos en mi casa de Paso de la Patria.

Para el corcho en la pared:

* Una de Bertrand Russell: “William James solía predicar la ‘voluntad de creer’. Yo por mi parte, quisiera predicar la ‘voluntad de dudar’. Lo que se persigue no es la voluntad de creer, sino el deseo de descubrir, que es exactamente lo opuesto”. En Sceptical Essays (1928).

* Neurosis argentina: no saber callar. Hablar y hablar, y emitir opinión sobre todas las cosas.

* Un hallazgo intraducible: el verbo mexicano "apapachar". Precioso.

* Al salir de la cárcel en el 83, después de diez años adentro, un tipo funda el Club de Subversivos Melancólicos y convoca a otros ex presos. La condición —dispone— es haber estado en cana durante la Dictadura y no haber entregado el alma.

lunes, 4 de julio de 2011

Intimidades del Rómulo. El jurado del 95

Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)

En mi primer posteo sobre el Premio Rómulo Gallegos, hace un par de semanas, dije saber por experiencia que cuando se otorga esa distinción no se premia solamente un libro, sino toda una obra. Y es así, aunque eso contraría la recomendación de los organizadores, el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), que con toda precisión recomienda a los jurados que deben premiar una obra reciente y no una trayectoria. Así fue como grandes novelas como "La casa verde" y "Cien años de soledad" recibieron el Rómulo y marcaron una tendencia.

Pero no es eso lo que siempre sucede. Porque las trayectorias importan e influyen en los jurados, y a mí me parece que está bien reconocerlo, más allá de que hay libros excepcionaes que merecen galardones. Pensemos, por ejemplo, que si el joven Juan Rulfo hubiese presentado "Pedro Páramo" a un concurso de novelas en el que sólo importaban las trayectorias, seguramente no hubiese ganado nada.

Desde luego que el compromiso que asumen los jurados es enorme, y ése fue mi caso en 1995, cuando dos años después de recibir el galardón integré el jurado y me encontré en una difícil situación. En mis apuntes de entonces, escribí esto, que reproduzco textualmente:

"Qué jodido es estar solo, y sentirse solo, en la literatura. El Jurado del Rómulo me enfrenta a Julio Ortega y Antonio López Ortega, a quienes no sólo une un apellido sino también cierto temor reverencial: a toda costa quieren premiar a Bioy Casares (que ha escrito la peor novela de su vida) o a Alvaro Mutis (que no presentó novela, sino un libro con tres cuentos). Otro jurado, Elena Poniatowska, quiere premiar a Mary Cruz, una cubana viejita, autora de una novela para mí infumable sobre Cristóbal Colón, e ilegible porque remeda el castellano antiguo; un plomazo... El cuarto jurado es Luis Goytisolo, que no vino pero mandó su voto por escrito.

"De pronto Elena se pliega a los Ortega, y al menos confiesa honestamente su temor reverencial: ¿cómo no premiar a Bioy o Mutis, que son dos grandes?

"Mi argumento es precisamente que no estamos evaluando trayectorias, sino novelas del bienio. Me planto en que las obras de ABC y AM son menores e incluso desdorosas de sus propias, enormes trayectorias. Convenzo a Elenita. Pero los Ortega, entonces, proponen al español Javier Marías. Está bien su novela, "Mañana en la batalla piensa en mí" pero no la tengo entre mis favoritas. Mis candidatos son dos colombianos: Eduardo García Aguilar y/o Armando Romero. También podría votar a Carmen Boullosa (sería la primera vez que una mujer reciba el Rómulo Gallegos). Pero para mi sorpresa Elena dice que “todavía está verde y tendrá oportunidades más adelante”. Claro que también se resiste a votar la novela de Marías, y entonces la cosa parece quedar dos a dos. Julio Ortega nos incita a votar al español y lentamente convence a Elena, y a mí me dice que sería “lindo y elegante” plegarme al voto de la mayoría. Respondo que lamento no ser lindo ni elegante, y que yo estoy premiando literatura. Y planteo que si esa mayoría existe, pues adelante, yo haré público mi voto en disidencia y chau, cada uno en lo suyo.

"Pero siento que estoy solo y eso me abruma. ¿Debo exponerme tanto por ser consecuente con mis lecturas? Yo sí me leí todas las obras que llegaron, y no sé si así lo hicieron todos ellos. Me parece obvio que Goytisolo no: mandó una lista con 5 españoles sobre 10 candidatos, y los 5 no españoles eran nombres famosos de países americanos con prestigio literario: Argentina, Colombia, México, Perú y Venezuela. Ninguna escritora. Me doy cuenta de que la mano viene cantada, y mañana se anuncia el Premio. Bull shit."

Hasta aquí mis apuntes.

Al día siguiente, después de la ceremonia de anuncio, hago pública esta declaración, publicada en los diarios de Caracas:

“Terminada la votación del Premio Rómulo Gallegos 1995, que por cuatro votos a uno decidió otorgar el galardón al escritor español Javier Marías por su novela 'Mañana en la batalla piensa en mí', me siento en el deber de aclarar lealmente, y para evitar erróneas interpretaciones, que el único voto diferente ha sido el mío.

‘He leído la totalidad de las obras presentadas (146). Lo hice durante los últimos seis meses, procurando encontrar novelas que significaran un aporte novedoso a la narrativa hispanoamericana; que inauguraran caminos; que se alejaran de modas y tendencias conocidas; que aludieran a la tremenda crisis de nuestro tiempo; y que tuvieran posibilidades de continentalizarse por la calidad de su escritura, sus temáticas, sus audacias narrativas y su accesibilidad literaria y editorial. También hubiese querido que por primera vez se premiara a una mujer, reconociendo así el avance de la escritura firmada por mujeres en Hispanoamérica. Y además debí alejarme de todo temor reverencial ante la presencia de grandes nombres de figuras consagradas, maestros de mi generación, pues la consigna del CELARG era precisa: no se premian trayectorias sino obras del bienio pasado.

“Por lo tanto, me dejé seducir sólo por los textos, y por aquellos que reunían -en mi falible opinión- las antedichas condiciones. Del conjunto de valiosas novelas, entre las cuales sin duda estaba la ahora premiada, preferí seleccionar las siguientes: "El viaje triunfal", de Eduardo García Aguilar; "Un día entre las cruces", de Armando Romero; "Un amor imprudente", de Pedro Ogambide, "Por favor, rebobinar", de Alberto Fuguet; "Dos horas al sol", de José Agustín; "Duerme", de Carmen Boullosa; y "Los días de la Señora K", de Ana María del Río. También fueron mis candidatas las novelas de Gabriel Báñez, Fernando Butazzoni, Ramón Díaz Eterovic, Bárbara Jacobs, Eduardo Mendicutti, Adriano González León, Guillermo Morón, Denzil Romero y Enriquillo Sánchez. E incluso estuve abierto a otras novelas que me impactaron, de varios países, por ejemplo las de Napoleón Baccino Ponce de León, Carlos Liscano, Hernán Rivera Letelier, Ignacio Solares, Daniel Sada, Carlos Cerca, Cristina Policastro y Sergio Gómez. Allí estaba -y está, a mi juicio- mucho de lo mejor de nuestra nueva y pujante narrativa.

“Pero un jurado es un colectivo, y si los demás colegas pensaron diferente, yo respeto sus puntos de vista y acato su decisión democráticamente mayoritaria.

“La novela premiada está llena de méritos, y las tres lecturas que le dediqué me convencieron de sus valores. Simplemente no era una de mis favoritas, y opté por insistir en las que me parecieron sobresalientes. No hacerlo hubiera sido traicionar mis principios.

“En Caracas, Venezuela, a 26 de Julio de 1995”.

Pensamiento mexicano que me asalta en los días posteriores y en el viaje de regreso a mi país: Hay que haber estado en mi pinche cuero para entender lo que fue mi pinche sensación de pinche soledad.