Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)
En mi primer posteo sobre el Premio Rómulo Gallegos, hace un par de semanas, dije saber por experiencia que cuando se otorga esa distinción no se premia solamente un libro, sino toda una obra. Y es así, aunque eso contraría la recomendación de los organizadores, el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG), que con toda precisión recomienda a los jurados que deben premiar una obra reciente y no una trayectoria. Así fue como grandes novelas como "La casa verde" y "Cien años de soledad" recibieron el Rómulo y marcaron una tendencia.
Pero no es eso lo que siempre sucede. Porque las trayectorias importan e influyen en los jurados, y a mí me parece que está bien reconocerlo, más allá de que hay libros excepcionaes que merecen galardones. Pensemos, por ejemplo, que si el joven Juan Rulfo hubiese presentado "Pedro Páramo" a un concurso de novelas en el que sólo importaban las trayectorias, seguramente no hubiese ganado nada.
Desde luego que el compromiso que asumen los jurados es enorme, y ése fue mi caso en 1995, cuando dos años después de recibir el galardón integré el jurado y me encontré en una difícil situación. En mis apuntes de entonces, escribí esto, que reproduzco textualmente:
"Qué jodido es estar solo, y sentirse solo, en la literatura. El Jurado del Rómulo me enfrenta a Julio Ortega y Antonio López Ortega, a quienes no sólo une un apellido sino también cierto temor reverencial: a toda costa quieren premiar a Bioy Casares (que ha escrito la peor novela de su vida) o a Alvaro Mutis (que no presentó novela, sino un libro con tres cuentos). Otro jurado, Elena Poniatowska, quiere premiar a Mary Cruz, una cubana viejita, autora de una novela para mí infumable sobre Cristóbal Colón, e ilegible porque remeda el castellano antiguo; un plomazo... El cuarto jurado es Luis Goytisolo, que no vino pero mandó su voto por escrito.
"De pronto Elena se pliega a los Ortega, y al menos confiesa honestamente su temor reverencial: ¿cómo no premiar a Bioy o Mutis, que son dos grandes?
"Mi argumento es precisamente que no estamos evaluando trayectorias, sino novelas del bienio. Me planto en que las obras de ABC y AM son menores e incluso desdorosas de sus propias, enormes trayectorias. Convenzo a Elenita. Pero los Ortega, entonces, proponen al español Javier Marías. Está bien su novela, "Mañana en la batalla piensa en mí" pero no la tengo entre mis favoritas. Mis candidatos son dos colombianos: Eduardo García Aguilar y/o Armando Romero. También podría votar a Carmen Boullosa (sería la primera vez que una mujer reciba el Rómulo Gallegos). Pero para mi sorpresa Elena dice que “todavía está verde y tendrá oportunidades más adelante”. Claro que también se resiste a votar la novela de Marías, y entonces la cosa parece quedar dos a dos. Julio Ortega nos incita a votar al español y lentamente convence a Elena, y a mí me dice que sería “lindo y elegante” plegarme al voto de la mayoría. Respondo que lamento no ser lindo ni elegante, y que yo estoy premiando literatura. Y planteo que si esa mayoría existe, pues adelante, yo haré público mi voto en disidencia y chau, cada uno en lo suyo.
"Pero siento que estoy solo y eso me abruma. ¿Debo exponerme tanto por ser consecuente con mis lecturas? Yo sí me leí todas las obras que llegaron, y no sé si así lo hicieron todos ellos. Me parece obvio que Goytisolo no: mandó una lista con 5 españoles sobre 10 candidatos, y los 5 no españoles eran nombres famosos de países americanos con prestigio literario: Argentina, Colombia, México, Perú y Venezuela. Ninguna escritora. Me doy cuenta de que la mano viene cantada, y mañana se anuncia el Premio. Bull shit."
Hasta aquí mis apuntes.
Al día siguiente, después de la ceremonia de anuncio, hago pública esta declaración, publicada en los diarios de Caracas:
“Terminada la votación del Premio Rómulo Gallegos 1995, que por cuatro votos a uno decidió otorgar el galardón al escritor español Javier Marías por su novela 'Mañana en la batalla piensa en mí', me siento en el deber de aclarar lealmente, y para evitar erróneas interpretaciones, que el único voto diferente ha sido el mío.
‘He leído la totalidad de las obras presentadas (146). Lo hice durante los últimos seis meses, procurando encontrar novelas que significaran un aporte novedoso a la narrativa hispanoamericana; que inauguraran caminos; que se alejaran de modas y tendencias conocidas; que aludieran a la tremenda crisis de nuestro tiempo; y que tuvieran posibilidades de continentalizarse por la calidad de su escritura, sus temáticas, sus audacias narrativas y su accesibilidad literaria y editorial. También hubiese querido que por primera vez se premiara a una mujer, reconociendo así el avance de la escritura firmada por mujeres en Hispanoamérica. Y además debí alejarme de todo temor reverencial ante la presencia de grandes nombres de figuras consagradas, maestros de mi generación, pues la consigna del CELARG era precisa: no se premian trayectorias sino obras del bienio pasado.
“Por lo tanto, me dejé seducir sólo por los textos, y por aquellos que reunían -en mi falible opinión- las antedichas condiciones. Del conjunto de valiosas novelas, entre las cuales sin duda estaba la ahora premiada, preferí seleccionar las siguientes: "El viaje triunfal", de Eduardo García Aguilar; "Un día entre las cruces", de Armando Romero; "Un amor imprudente", de Pedro Ogambide, "Por favor, rebobinar", de Alberto Fuguet; "Dos horas al sol", de José Agustín; "Duerme", de Carmen Boullosa; y "Los días de la Señora K", de Ana María del Río. También fueron mis candidatas las novelas de Gabriel Báñez, Fernando Butazzoni, Ramón Díaz Eterovic, Bárbara Jacobs, Eduardo Mendicutti, Adriano González León, Guillermo Morón, Denzil Romero y Enriquillo Sánchez. E incluso estuve abierto a otras novelas que me impactaron, de varios países, por ejemplo las de Napoleón Baccino Ponce de León, Carlos Liscano, Hernán Rivera Letelier, Ignacio Solares, Daniel Sada, Carlos Cerca, Cristina Policastro y Sergio Gómez. Allí estaba -y está, a mi juicio- mucho de lo mejor de nuestra nueva y pujante narrativa.
“Pero un jurado es un colectivo, y si los demás colegas pensaron diferente, yo respeto sus puntos de vista y acato su decisión democráticamente mayoritaria.
“La novela premiada está llena de méritos, y las tres lecturas que le dediqué me convencieron de sus valores. Simplemente no era una de mis favoritas, y opté por insistir en las que me parecieron sobresalientes. No hacerlo hubiera sido traicionar mis principios.
“En Caracas, Venezuela, a 26 de Julio de 1995”.
Pensamiento mexicano que me asalta en los días posteriores y en el viaje de regreso a mi país: Hay que haber estado en mi pinche cuero para entender lo que fue mi pinche sensación de pinche soledad.
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