Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)
Hasta donde sé, quienes fueron mis candidatos aquel año han seguido escribiendo. Eduardo García Aguilar se fue de Colombia y creo que vive en España. Nunca supe de él. En cambio, Armando Romero vive en los Estados Unidos y enseña en la Universidad de Cincinnati.
No me resisto a reproducir algunas citas que tomé entonces de sus libros. Por alguna razón me interesaron y las transcribí:
De la novela de Eduardo García Aguilar:
“Perdóneme, pero estoy convencido de que los hombres más ilustres de un país son sus escritores. Sin escritores ninguna nación existiría, ningún país tendría nombre. A ellos y no a los políticos se debe la existencia de las nacionalidades”.
“La despreciable casta de los homenajeadores está compuesta por aspirantes a puestos públicos y sus actos merecen la reprobación de quienes de verdad dan su sangre por la obra... Los escritores deben alejarse de los funcionarios como si fueran leprosos”.
De la novela de Armando Romero:
“Era joven, muy joven, todavía no sabía nada de la muerte”.
“-Voy a decirte una cosa -dijo ella-. Vos nunca has sido lo que creés que sos. Toda tu apariencia de maldito se cae cuando te acercás a alguien o a algo. Sos bueno y por eso sufrís. Querés ser malo para vengarte de todos los que han hecho de este país y esta ciudad lo que es, pero no podés, por eso escribís con tanto dolor”.
“Ahora, según dicen, se compran más jueces y carceleros que antes. No se sabe si es que los jueces son más baratos o que la gente tiene más plata”.
Variopintismo de aquel año en Caracas.
En ocasión de la reunión del Jurado del Rómulo Gallegos 1995, el poeta Enrique Hernández D’Jesús, conocido popularmente como “El Catire”, me pide un texto para un cuaderno-libro que prepara y cuyo título es “El gusto”. Pide poemas, acrósticos, lo que uno quiera. Escribo para él:
G orda lengua pluriforme
U na y múltiple, expedicionaria,
S erpenteante por valles vaginales.
T opografía del sabor
O del espanto.
Me preguntan por qué mi costumbre de situar y fechar todos mis textos. La explicación que doy es que me gusta subrayar la idea del tiempo aplicado al trabajo literario; quizá también, para mis alumnos, es una manera de decirles que la literatura no es impulso, no es brote instantáneo.
Leo al final del hermoso prólogo de Gastón Baquero a “Tanatorio”, poemas de Carlos Contramaestre, la frase: “Otoño y Madrid, 1991”. Me encanta la idea y la adopto. Conste.
Soy un contrabandista: a mi regreso he pasado por la Aduana de Ezeiza un chaguaramo chiquito (es un palmera semejante a la pindó chaqueña, pero más orgullosa) y dos pitoquitos de cocoteros caribeños. Voy a plantarlos en mi casa de Paso de la Patria.
Para el corcho en la pared:
* Una de Bertrand Russell: “William James solía predicar la ‘voluntad de creer’. Yo por mi parte, quisiera predicar la ‘voluntad de dudar’. Lo que se persigue no es la voluntad de creer, sino el deseo de descubrir, que es exactamente lo opuesto”. En Sceptical Essays (1928).
* Neurosis argentina: no saber callar. Hablar y hablar, y emitir opinión sobre todas las cosas.
* Un hallazgo intraducible: el verbo mexicano "apapachar". Precioso.
* Al salir de la cárcel en el 83, después de diez años adentro, un tipo funda el Club de Subversivos Melancólicos y convoca a otros ex presos. La condición —dispone— es haber estado en cana durante la Dictadura y no haber entregado el alma.
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