Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)
¿No les pasa que hay días en que uno está disperso, y se va por las ramas y cuesta concentrarse? A mí me atacó hoy, y tan lejos de mi casa, mi mundo... Estoy en Sao Paulo, Brasil, encerrado voluntariamente en un precioso hotel, el Ceasar Business, y no he salido a la calle en todo el día. Me pasé horas y horas escribiendo, pero todas cosas inconexas, necesarias sí, urgentes algunas, pero que no tienen nada que ver unas con otras. No bajé ni a almorzar, ni me apetece caminar por esta ciudad gigantesca, desmesurada, que por otra parte ya conozco. Entonces leo un poco, trabajo el texto de la conferencia que voy a pronunciar dentro de dos días en Río de Janeiro, en la Universidad de Niteroi, bajo unos mailes, veo con espanto que hace dos semanas que no posteo nada en mi Cosario... Ay!
Tengo muchas excusas, así que pido disculpas. Después de las elecciones porteñas escribí un artículo en La Nación acerca del exabrupto de Fito Páez. Me llovieron puteadas. No me importan tanto en lo afectivo ni en el orgullo; tengo el cuero duro. Pero... qué mal lee la gente... Qué difícil se le hace a muchos leer sin el prejuicio por delante. Se les obnubila la vista. Entonces simplemente no alcanzan a comprender lo que está escrito, y como sí vislumbran que el autor está en la vereda opuesta, entonces lo putean.
Que es como no haber leído. No se puede intercambiar, así. Una pena.
También preparé esta conferencia que menciono y que voy a leer este viernes en Río, en el marco del XIV Congreso Brasileño de las Asociaciones de Profesores de Español.
Y preparé en mi Molekhine unos apuntes para hoy, aquí en Sao Paulo. En dos horas más tengo un diálogo público en el Instituto Cervantes con José Castilho, editor jefe de la UNESP (Universidad del Estado de Sao Paulo) y hasta hace muy poquito director general del Plan Nacional del LIbro y la Lectura de este inmenso país. Una autoridad latinoamericana en Pedagogía de la Lectura, José. Y amigo querido, además.
Pero ya me voy por las ramas, disculpas, disculpas...
Quizás lo que sucede es que este libro (porque este blog es un libro que escribo libremente, como sin proyecto; este "Cosario" de hecho lo es), se me ocurre, digo, que quizás este libro va dejando de ser una memoria personal más o menos cronológica. Para ser quién sabe qué... Me inquieta no saber a dónde va lo que escribo. Pero así es la cosa, también, así fue siempre.
Sí, ha de ser eso. Y todo lo que sucede es que ahora, aquí, mientras cae la tarde sobre un horizonte que me es ajeno, el no tener a mano mis apuntes, mis libretas, las agendas del Año de Ñaupa que curioseo al azar últimamente, me resulta inquietante. Como un bailarín profesional que de pronto está solo en el baño y no tiene mejor cosa que hacer que brincar como jugando y por las puras ganas.
En fin, ya me concentraré nuevamente. Tengo textos a montones para trabajar. Debo enviar una nota al diario (el Página/12, mi diario); responderle a Pepe Eliaschev una estupidez que escribió en Perfil; tengo un cuento a terminar; y un nuevo proyecto de novela; y un libro ensayístico que me propusieron y es urgente... En fin, ahora mejor posteo algo y cierro. Sólo quiero simplemente compartir algunas cosas que vengo pensando/recordando...
Gran año el 93
Viajé mucho ese año, 1993, después de recibir el Rómulo Gallegos en Caracas. Una amiga mexicana, Laura Fierro, me contó por aquellos días, una noche en Querétaro, una trama fascinante que luego determinó uno de los cuentos que está en mi libro "Soñario".
Otra amiga, Daniela Engelhardt, desde Mainz, Alemania, y por carta (entonces no teníamos mailes) me cuenta que estuvo de vacaciones en Río de Janeiro y conoció a una millonaria norteamericana cuya frase predilecta era: “I hate kids, specially Argentine kids”. Es una delicia que desde entonces busco descubrir cómo incluirla en una próxima novela, lo que seguramente ya no haré.
En Octubre y con otra amiga queridísima y además colega, la escritora española Laura Freixas, en la catedral de Segovia y después de almorzar un fabuloso lechal bajo el acueducto, descubrimos a San Gerotero, el ateniense que fue primer obispo de Segovia. Murió decapitado, cuenta la historia, pero con la cabeza en la mano seguía predicando. ¿No es maravilloso? Pavada de fe la de ese hombre. Años después soñé con él y escribí un texto, que está también en "Soñario".
Creo que ése 1993 fue, también, el año de mi debate con Osvaldo Bayer. O fue el 94, no me acuerdo. Debería confirmarlo y reproducirlo aquí, se me ocurre ahora. Aunque quizás no, sería un plomazo. Y a ver si el querido Osvaldo se enoja de nuevo...
Ya veré, pero ahora mejor termino, posteo y sigo trabajando. Les dejo, porque no sé por qué, acaso porque es un día heterodoxo, un poema. Es una excepción, claro, pero digamos que lo posteo porque hace poquito, en Abril pasado, le gustó mucho a Edward Stanton, cuando lo leí en un recital que dimos en Lexington, Kentucky, durante la mayor y más tradicional conferencia literaria del mundo académico norteamericano.
En la próxima lo quito, o les cuento la génesis del poema.
Oda al camarada corcho
Oh corcho, camarada, a veces me pregunto
si el siempre amable vino ha de inspirarte.
O acaso la uva irreductible, vencedora de eternidades
—como el gusano y la abeja, y como la leche, los besos y la poesía—,
que sueña su sueño bajo tu compacta, nunca estéril existencia.
Expresión minimalista del pródigo árbol ibérico,
en mi país te reclaman los vinos de los Andes,
criados entre piedras y vientos milenarios
para quemar malos humores, los alientos febriles del ocaso y
los venenos de la sangre,
y buenos para aligerar el ánimo en los nobles combates:
el amor, la literatura, la amistad
y el ocio fraternos.
Hermano corcho
que resistes el paso de los años y
no te inquietan el gas ni el pervertido lúpulo,
el azúcar indomable ni la propaganda,
y cada día, todos los días, cumples tu misión liberadora
de darle aire al vino y recomponer su gloria,
yo te canto porque la tuya es leve pero perdurable
y vive en la estación más recóndita del alma, la poesía,
domicilio de la metáfora,
sendero ineluctable y destino final de la humanidad.
Yo te canto, corcho, compañero,
guardián del néctar de la vida, jardinero del Paraíso,
protagonista de ajenas alegrías
que desatas la lengua de los mudos
y te quedas, desolado e inútil, al costado de las botellas vacías.
Como efímero suspiro de Dios.
quiero decirle que desde que lei el cuento Yarara como manguera me comenzo a gustar su obra...
ResponderEliminarLo invito a ver nuestro blog, somos escritores Chaqueños
http://vestigiosaviaterai.blogspot.com
Queria felicitarte por no caer en la vereda opuesta y sin embargo tener una mirada critica, respetada por mi como periodista. Últimamente, me esta dando bastante pena vivir en buenos aires, y ver como no se objetivizan los periodistas al escribir. Asi, que desde el alma, enserio GRACIAS.
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