Saliendo de Lisboa, pienso en algo que me
recordó Antonio Sarabia durante las lecturas de poemas que compartimos el
domingo pasado como sobremesa. Hace varios años me invitó a la presentación de su
novela "Amarilis", en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, en el norte
de México. No sé dónde andaba yo entonces, pero lo cierto es que no pude estar
presente, por lo que le mandé un soneto que él leyó en la presentación. Después
del almuerzo, revisé arduamente mi ordenador y lo encontré. Es de Abril de 1999
y aunque sé que es un soneto muy modesto aquí lo comparto con ustedes.
Soneto para Antonio Sarabia
El grave maestro Sarabia, Antonio,
el que escribió de Moebius una Banda
y del Volcán los Condenados, ¡coño!
ahora en Ciudad Regia, Dios lo manda,
presenta su Amarilis, libro grato
colmado de vértigo y sabrosura,
lleno de ciencia y ritmo todo el rato.
Y como siempre en él, con prosa pura,
Sarabia cuenta historias hábilmente.
Manjar de Francia el aire de su prosa
aunque son puro México el torrente,
el prodigio narrativo y otras cosas.
Sarabia y Amarilis, quede escrito,
uno solo son: alma, pasión, grito. •
Mempo querido, como dice aquella vieja canción de Raiger y Robin "Gracias por el Recuerdo". En mi memoria, sin embargo, la anécdota es todavía más entrañable. Permíteme narrarla como se me grabó a mí en el corazón y en la cabeza. Yo no te invité a presentar Amarilis, aunque me habría encantado, porque tú estabas en esos días en la Argentina y yo al norte de México, en los extremos opuestos del continente. La presentación de mi libro estaba a cargo de dos buenos escritores locales, Hugo Valdez y Pedro de Isla. Pedro había sido más de una vez nuestro compañero de dominó durante aquellos encuentros internacionales de literatura que se celebraban cada año, con mucho éxito, en Monterrey, y se carteaba contigo. Fue él quien te avisó del evento y tú le mandaste por email el soneto para darme una sorpresa. Y vaya que me la diste. Al terminar ellos su presentación, justo cuando me tocaba a mí tomar la palabra, Pedro me interrumpió para decir al público que tenía algo más que añadir. Sacó el papelito y leyó, sin más, tu poema. Al final no mencionó tu nombre, sólo dijo "El Chaco" y la fecha y la fecha en que lo escribiste. Yo, te lo confieso, ahora, me sentí profundamente conmovido por tu gesto. El público lo notó de inmediato. El sentido del poema saltaba a la vista pero ¿quién era el autor y que significaba aquello de El Chaco? Yo tomé entonces la palabra para decirles que se trataba de ti y explicarles el guiño. Recibiste una ovación sin encontrarte presente.
ResponderEliminarPor cierto, hay un pequeño error en esta transcripción del poema. El original decía, ya que te refieres a mi novela Los Convidados del Volcán en el tercer verso de la primera estrofa, "y del volcán los convidados, ¡coño!". Habrá que corregir la del blog.
Gracias por el Recuerdo.
Con el abrazo fraternal de siempre.