Mi nota de hoy domingo en el diario The Buenos Aires Herald
Y aquí la versión en castellano:
Como en los viejos, y mejor
sería decir superados tiempos, los saqueos regresaron a la Argentina, concretamente a Córdoba y en circunstancias desdichadas, trágicas, con dos muertos, un
centenar de heridos, absurdas disputas políticas y un exasperante resentimiento
social que ya es piel de esta nación.
Ahora en Córdoba, y por la
impericia evidente del gobernador José Manuel De la Sota, en la que acaso sea
la segunda ciudad del país se vivieron horas de una zozobra y angustia que no
condicen con el estado general de la Argentina.
Y es que el gobernador no
sólo ha venido silenciando inexplicablemente la crisis, sino que no aceptó dar
necesarios aumentos salariales a los uniformados de su provincia ni advirtió la gravedad
del acuartelamiento que derivó después en repudiables saqueos y un vandalismo insólito.
Y para colmo dejó hacer a los vándalos, que por supuesto nadie sabe si
estaban organizados por la izquierda loca o por la derecha idem, o por ambas.
Gravísimo todo, y especialmente si se toma en cuenta la denuncia del periodista
Tomás Méndez, que fue quien destapó hace un par de meses el narcoescándalo en
esa provincia que años atrás se autoconsideraba "la docta" o "la
culta" y ahora es una especie de bestiario ejemplar de esta república:
"La protesta policial cordobesa fue por falta de los sueldos en negro que
surgían del narcotráfico", disparó Méndez.
Tal atribución hiela la sangre de la sociedad, si es
que se toma como hecho natural un reclamo de aumento salarial por parte de un
sistema oficial de policías —el de la segunda provincia del país, nada menos— motivado
en la inaceptable razón de que "había un sueldo en negro que surgía del
delito y que no está más porque las investigaciones pusieron en jaque a los
altos jefes. Entonces, las tropas piden un aumento absolutamente desmedido
porque no está más esa plata".
Y no fue todo lo que dijo Méndez, cuya conclusión es igual de escalofriante:
"En la Policía provincial hay una metodología que es delictiva y los
policías, en muchos casos, se han convertido en delincuentes".
En ese contexto el senador
Luis Juez, que es el más duro opositor al gobierno cordobés y extrañamente
también al gobierno nacional por razones de pura torpeza —pudo ser un
importante aliado del kirchnerismo, que lo desatendió y dejó a la deriva—, dijo
con su habitual estilo campechano que el problema policial cordobés "se
hubiera arreglado 72 horas antes con dos monedas".
Difícil saber si el senador
Juez tuvo razón, pero es altamente sospechoso que De la Sota, al volver urgido
desde Panamá y hacerse cargo del desastre, supuestamente “arregló” la
sublevación con un aumento de casi el 300% y la aceptación de una cantidad
asombrosa de reivindicaciones gremiales. La pregunta cae de madura: ¿Por qué no
lo hizo antes del horror? ¿Y por qué prefirió derivar las responsabilidades en
el gobierno nacional, algo a la vez tan inútil como necio?
Seguramente por eso el Secretario
de Seguridad Sergio Berni calificó de "payasada" el pedido de auxilio
que hizo De la Sota al gobierno nacional, un calificativo que compartieron de
hecho el jefe de gabinete Jorge Capitanich e incluso el ministro del Interior
Florencio Randazzo, quien acusó al gobernador cordobés de tener una
"actitud mezquina e irresponsable".
Lo que parece estar en el
fondo es también, y así quedó como suspendida en el aire, la sensación de
inmanejabilidad que ha venido ganando a la república en materia del poder
narco. Sin dudas a eso se debe que, en medio del fuego graneado, el chaqueño
Capitanich está convocando a los 24 gobernadores uno tras otro y con cierta
urgencia. La semana que hoy acaba recibió al porteño Mauricio Macri y al
santafesino Antonio Bonfatti. Y el martes de esta semana que hoy se inicia le
toca el turno a De la Sota, por cierto.
Y así él, el ya popularizado
"Coqui" Capitanich, sigue mostrándose como un Jefe de Gabinete
diferente, sí que a la vez recibiendo aprobaciones inesperadas. Aunque es
difícil dilucidar si su estrategia es propia o más bien, como él mismo ha
dicho, sólo cumple órdenes de la Presidenta, quien felizmente se ha llamado a
silencio y al menos por ahora cuida un poco su imagen. Algo opinable, desde ya,
pero que siempre ha merecido atención y fue factor principalísimo de la
política argentina de por lo menos el último año.
Y es que algo, bastante,
parece haber cambiado en el ambiente político nacional, y conviene destacarlo. No
sólo porque fue interesante ver a Macri con Capitanich y ambos de buen humor y con
más coincidencias que diferencias, sino porque también se conocieron
declaraciones de bienes (de riquezas, mejor dicho) del propio Macri y de su
gabinete, en el que son todos millonarios (el jefe de gobierno declaró 30
millones de pesos y siete millones de dólares). Sería de esperar entonces que,
en adelante, no sean las especulaciones inmobiliarias las que determinen sus
políticas para la destrozada capital de esta república.
Y en ese contexto, se eligió
nuevo rector en la Universidad de Buenos Aires, una de las más numerosas del
mundo con más de 300.000 estudiantes. Resultó el economista Alberto Barbieri,
hasta ahora vicerrector, y todo en medio del desorden ya habitual provocado por
grupos de izquierda que intentaron, por suerte en vano, impedir y/o condicionar
la asamblea universitaria.
Y por si todo ello fuera
poco, parece cerrarse la brecha entre el dólar ilegal (románticamente llamado blue) y el oficial que empezó a moverse
hacia arriba. Nadie sabe si esto frenará la inflación, pero seguro calmará algunas
ansiedades como también es seguro que no modificará las perversas costumbres de
esa detestable porción de argentinos especuladores que, con razones o sin
ellas, llevan décadas dañando al país.
Y entre tanto, y en las
sombras, el gran enemigo sigue acechando y de él casi no se habla: el Narcopoder
que está entre nosotros y del que se habla poco y se combate —pero en serio y
de a deveras— muchísimo menos. *
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