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viernes, 25 de febrero de 2011

Leyendo a Paz en Boston y escribiendo Santo Oficio

El laberinto y el hilo


Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)

Copio lo apuntado en una libreta de la época de Boston: "En la generación anterior —dice Octavio Paz— se usó y abusó de una propiedad mágica del lenguaje: la ambigüedad". Y dice después que en su propia generación, y refiriéndose específicamente a la poesía mexicana, le parece que la palabra clave es “indeterminación”.

El apunte tiene poco más de veinte años. Me deja pensando...

Porque ahora me parece que nosotros fuimos testigos (en tanto lectores) de esa ambigüedad y aun de algunas indeterminaciones (el amor y el espanto que les produjo el realismo socialista, por ejemplo, que era una estética, si le cabe el término, siempre pronta para maniatar la libertad del escritor y someterlo a premisas extraliterarias). Y otras más, seguramente debidas, casi todas, a las pujas ideológicas de la época de la Guerra Fría.

Pero la pregunta clave ahora, me parece, sería: ¿cuál es nuestra palabra clave? Quizás una preposición, pensaba yo hace veinte años: reviso los mismos apuntes y encuentro esto: "...para nosotros la escritura no se hace desde, o para, o por, o según, sino con. Creo que dada la arbitrariedad de los medios de comunicación y de cierto periodismo cultural, así como la soledad y el aislamiento en que nos sumieron los exilios (extramuros o interiores), nuestra necesidad de escribir es con el lector. Ni ambigüedad ni indeterminación: unidad, suma, fraternidad y comunicación".

Leo esto ahora y me parece que aunque no estaba mal, era inocente, pero era lo que pensaba hace veinte años. No suelo practicar la autoindulgencia.

Decía también Paz que lo que distingue a su generación de la de Borges y Neruda “no es únicamente el estilo sino la concepción misma del lenguaje y de la obra”. Me encanta esa idea de "otra" generación, aunque es cierto que él debió verse así. Borges era de 1899 y Neruda de 1904, mientras que Paz, igual que Cortázar, nació en 1914.

Yo creo que algo de eso hay también entre nosotros (y cuando digo nosotros digo mi generación, los nacidos entre el 45 y el 55, por decir una década): el posboom también se diferenció del boom por el estilo, y además por la concepción del lenguaje y de la obra toda, por las tramas no exóticas y sobre todo por el drástico abandono del realismo mágico. Al menos en la Argentina, donde lo real-maravilloso nunca hizo pie. A Dios gracias.

Hoy me atrevería a decir que a cada generación le pasa lo mismo, con lo que se podría arribar a la conclusión de que la idea de Paz es casi una obviedad. Y es que cada ruptura es así, cada generación necesita quebrar lazos con la anterior. Nuestras propuestas íntimas, nuestros deseos, nuestro vínculo con el lector, a mediados de los 80 eran distintos de los de 20 años antes, y eso es natural y lógico. Hoy mismo, en 2011, ni se digan las diferencias que tienen los jóvenes con nosotros los veteranos, e incluso nosotros con nosotros mismos, los que éramos entonces.

Y dentro de 20 años ocurrirá lo mismo.

Se trata, entonces, de diferencias tan insoslayables como estimulantes. Que es como quiero ver este asunto. Para que de ningún modo se autorice a pensar que cada generación es mejor ni peor.

Lo que dificulta algunas comprensiones en materia literaria, me parece, es esa especie de obsesión que tienen algunos autores, y muchísimos críticos, que pretenden tantas veces establecer cánones provisorios como si fueran definitivos. Hablan de sus propias generaciones como si se tratase de cumbres, como si buscaran una forzada canonización de ellos mismos y de sus camaradas de época. Y muchos críticos, pobrecitos, se quedan así anclados en lo que leyeron o les enseñaron, y entonces lo creen y enseñan, repetidamente y hasta con pretensión de eternidad.

Bien podrían irse a la mierda los que hacen eso, porque hacen mucho daño a la literatura. La recortan, la municipalizan, que es lo que siempre digo que le pasa al canon académico argentino, que de hecho es un canon porteño. El de la UBA, concretamente, así como el de varias otras universidades en cuyas facultades o escuelas de Literatura se siguen sus pasos colonizadamente. Así resulta que muchos/as jóvenes profes parecen no querer ver, después, que a todo canon lo sucederá un quiebre, ineludiblemente, y que eso es lo más seguro, lo eterno y lo mejor en materia de arte. Pero muchos/as ya están ciegos para entonces.

Para el corcho en la pared (papeles encontrados en una vieja caja de zapatos)

Una de Canetti:

En "El suplicio de las moscas" (Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1994, pág. 121), Elías Canetti escribe: “Escuchar durante horas a una persona con la firme intención de no atender a sus ruegos, oírla salir en defensa de su vida, uno mismo sereno, seguro, radiante. ¿Acaso hay algo más abyecto?”

Lo que me impresiona es que en esas 33 palabras está todo el nazismo; todos los aparatos represivos que han sido y son en el mundo, caben allí. Quizás ésta sea la más perfecta descripción de la actitud nazi. En esta joya de síntesis cabe el nazismo y cualquier otra de las innmerables represiones a la especie humana.

Escuchado a Antonio Sarabia en Monterey, México, en 2000:

Porque como la paga el vulgo, es justo

hablarle en necio, y darle el gusto.

Lope de Vega


Cae el huevo contra la piedra. Pobre huevo.

Cae la piedra sobre el huevo. Pobre huevo.

Precioso proverbio chipriota

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