Pero yo creo que el debate no es Vargas Llosa sí o no. En un país democrático y donde sí impera la libertad de expresión está bien que venga y diga lo que quiera. Lo cuestionable, en mi opinión, serían ciertas posibles intencionalidades inconfesadas, detrás de la invitación. He aquí mi nota publicada hoy en la contratapa del diario Página/12.
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jueves, 3 de marzo de 2011
Vargas Llosa en la Feria del Libro de Buenos Aires
La invitación a Mario Vargas Llosa para inaugurar la próxima Feria del Libro de Buenos Aires viene levantando polvareda... Y es comprensible: se trata de un grande de la literatura y su presencia y sus palabras nunca pasan inadvertidas.
Pero yo creo que el debate no es Vargas Llosa sí o no. En un país democrático y donde sí impera la libertad de expresión está bien que venga y diga lo que quiera. Lo cuestionable, en mi opinión, serían ciertas posibles intencionalidades inconfesadas, detrás de la invitación. He aquí mi nota publicada hoy en la contratapa del diario Página/12.
Pero yo creo que el debate no es Vargas Llosa sí o no. En un país democrático y donde sí impera la libertad de expresión está bien que venga y diga lo que quiera. Lo cuestionable, en mi opinión, serían ciertas posibles intencionalidades inconfesadas, detrás de la invitación. He aquí mi nota publicada hoy en la contratapa del diario Página/12.
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Estoy de acuerdo con Mempo. Sin embargo, creo que debería haber algo que como ciudadanos argentinos podamos hacer. Sin caer en bajezas, algo que le dejara claro que esta sociedad a él y a los "dueños de la Feria" no los acompaña.
ResponderEliminarAbrazo Mempo, como de costumbre, nada que agregar. Todo dicho.
ResponderEliminarEL MUNDO DE MARIO
ResponderEliminarJuan Carlos Ansin
Como si no faltara materia, en Argentina se ha desatado otra polémica, una más en un país que polemiza hasta con su sombra. Mario Vargas Llosa, merecido ganador del último Premio Nobel de Literatura, fue invitado por los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires a su inauguración. Un grupo de intelectuales aborígenes, consideró que este escritor español nacido en Perú y residente en Londres, que ha escrito en acicalado castellano la prosa más versátil que el boom latinoamericano ha dado al mundo globalizado, no era decían, el personaje adecuado.
Las razones no fueron literarias, las que el mundo le reconoce, eran por sus ideas políticas, que desde la compartida izquierda de su juventud, pasaron al neoliberalismo utópico actual. Una ideología tan falsa como la primera y tan descarnada como la vejez. El error consistió en no pedir al genio de Aladino, un debate público, arma eficaz de la dialéctica izquierdista que quizás los aborígenes olvidaron por escribir con el cuchillo entre los dientes. En cambio se limitaron a borrar a don Mario del programa. Por suerte la señora presidenta quitó los puntos sobre la íes y escribió: ¡Yes! Mario va.
Sus contrincantes se rectificaron tardía y tontamente. Ya la guerra fue avisada y el peruano parlanchín ha sacado ventaja, sabe a quien atacar, además de los pingües beneficios que tal promoción le reditúa tanto al bolsillo como al culto de su personalidad, en un mundo –el de Mario- donde los ideales están sitiados por el utilitarismo cínico de moda, que los mercantilistas defienden ciegamente desde la academia o el púlpito.
Los escasos autores apegados a la literatura comprometida del siglo XX, no le van a perdonar a don Mario su transfuguismo ideológico. Tal vez porque no hay peor fanatismo que el de los conversos. El mundo socialista de los modelos rusos y cubanos que Don Mario defendió en su madurez, se fundió como los reactores nucleares, desde adentro. Pero el mundo donde Mario vive ahora no es aquel de Vargas Llosa. Es el de la aldea global, el de la gente que olvida sus raíces y donde las masas flotantes que por el mundo fluyen, en busca de pan y justicia, reciben en cambio discursos sobre la libertad en la literatura del realismo fantástico, mientras en Macondo cada hijo nace más endeudado que sus padres y donde para competir se debe tener diploma, menos para gobernar. Una libertad mentirosa como el PBI, sometida al capricho y a la inflación, que empieza en la teta materna, pasa por la Justicia corrupta y termina por un señor que nos habla en nombre de Dios. En ese mundo fariseo donde el individuo prevalece sobre la sociedad que lo premia, el mundo cínico de Mario, no cabe el mundo real, el de la humanidad existencial. La libertad que habla don Mario, como el amor y la felicidad, son conquistas de una lucha perpetua con el lobo con piel de oveja que llevamos dentro. Y con el de Mario.