El laberinto y el hilo
Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)
En cuanto la terminé, y lo anuncié a la Agencia Balcells, sucedió que en un diario mexicano leí la página de convocatorias a concursos que hacía el INBA todos los meses. Creo que era mayo o junio del 83 y decidí mandar las copias correspondientes.
Por cierto, México es un país siempre generoso en concursos y premios, y no tienen prejuicio alguno con los extranjeros, su apertura es fenomenal. Por aquellos años era común que exiliados chilenos, argentinos, uruguayos, nicaragüenses o de donde fuere resultasen premiados. Entre los argentinos era fama que Humberto "Cacho" Costantini se la pasaba ganando premios en concursos de cuentos, e incluso se decía que vivía de eso. Lo cual no era verdad, desde luego, pero sirve para dar una idea de la amplitud y generosidad de la cultura mexicana. También el chileno Poli Délano, o el uruguayo Carlos Martínez Moreno, entre muchos otros, eran frecuentes premiados.
A mí, que solamente había participado de un concurso de becas del que ya hablé en este relato, me daba mucho miedo aspirar a un galardón de tan pomposo título: Premio Nacional de Novela. Pero confiaba en mi novelita, a la que —cabe aclararlo— siempre pensé en diminutivo por dos razones: primero porque sus escasas 120 cuartillas mecanografiadas a doble espacio obligaban a considerarla en el límite entre novela y nouvelle (esa categoría que en Francés define a las novelas breves, y cuya traducción literal sería algo así como "noveleta"); y segundo porque en 1984, apenas regresado a la Argentina y cuando LUNA CALIENTE se convirtió en best-seller del año, en un encuentro literario al que asistí y del que no recuerdo ni motivo ni lugar, alguien me presentó a Jorge Asís, por entonces uno de los autores más leidos de Buenos Aires, quien con absoluta y graciosa malicia me palmeó la espalda diciendo: "Ah, ché, leí tu novelita, está muy bien".
Tras un segundo de desconcierto, me largué a reir y no devolví el mandoble. Y después fuimos amigos. Yo había leido varios de sus libros, apreciaba mucho "La manifestación", "Fe de ratas" y sobre todo la entonces reciente "Flores robadas en los jardines de Quilmes" (¡qué titulazo, por otra parte!) y siempre pensé que era un tipo talentoso más allá de sus características de primadonna. Lástima que después derrapó tan penosamente hacia el menemismo y hacia caricaturas de periodismo.
Y sí, me fui por las ramas, disculpen pero me pareció pertinente... Decía que me lancé nomás con mi novelita y mandé también copias a España, donde siempre me dio gusto que en las vidrieras de Carmen Balcells hayan estando los originales de ésta y otras obras mías, encuadernadas en rojo y en la misma letra G un poco más allá de las del Maestro García Márquez.
Y quería decir también que en cierto modo olvidé mi participación en ese concurso, que se laudaría meses después en la Ciudad de Querétaro. Eso sucedió exactamente el 2 de agosto, que es el día de mi cumpleaños. Al caer la tarde me llamaron del INBA para comunicarme que mi LUNA CALIENTE había sido premiada por el jurado, que hasta entones no se conocía y que habían integrado dos novelistas mexicanos (Luisa Josefina Hernández y Carlos Montemayor) y el argentino Noé Jitrik. Lo cual fue una doble sorpresa, porque no conocía a los jurados locales y siempre había pensado que Noé no apreciaba mi trabajo literario.
Fue un cumpleaños asombroso. Llamé a algunos cuates y lo celebramos en grande esa misma noche.
La entrega del premio, semanas después en el Palacio de Gobierno del Estado de Querétaro, acompañado de muchos amigos/as que viajaron desde el Distrito Federal, y con mis hijas por ahí de lo más emocionadas, y encima con las noticias de la Argentina que eran alentadoras —la dictadura se caía a pedazos después de la Guerra de Malvinas, y la campaña electoral para las elecciones del 30 de Octubre de ese 1983 resultaba apasionante— fue un momento sublime para mí.
Lo que lamento ahora es no encontrar el texto del discurso de aceptación del Premio Nacional de Novela, que por primera vez se otorgaba a un extranjero. Me parece que las palabras que pronuncié aquella noche intentaron ser un homenaje a la Literatura, al país que nos había acogido tan generosa y amorosamente, a nuestra comunidad de exiliados y al futuro democrático que entonces muchos compatriotas vislumbrábamos. Pero no lo encuentro entre mis papeles. De modo que ya revisaré algunas carpetas más y, si aparece, veré de reproducirlo aquí.
Y en la próxima entrega, además, les contaré lo que dijo Juan Rulfo de todo esto.
Muchas gracias por compartir todas estas historias tan personales; desde que lo descubrí gracias a Sandro Cohen y a su maravilloso "Décimo Infierno" (cuando entré a la universidad en 1999) ha sido increíblemente grato seguir su trayectoria.
ResponderEliminarMéxico ama a personas como usted porque enriquecen la cultura del país, gracias maestro!
Mempo, sos un groso!
ResponderEliminarLeí un par de cuentos tuyos y me parecen maravillosos...
Saludos desde el interior de Córdoba, Villa María.