• Quiero rendir un homenaje a
Carlos Noguera (1943-2015), novelista, editor y amigo que acaba de fallecer en
Caracas, siendo presidente de la Editorial Monte Avila, la más importante de
Venezuela desde hace décadas.
De su obra dijo Judit Gerendas, que es la académica más
reconocida del hermano país: "En la literatura venezolana
existen muchas líneas, muchas divergencias, una heterogeneidad inevitable y necesaria, una riqueza valiosa. Hay en
esta literatura nostalgia y desarraigo, humor e ironía, y subversión y
cuestionamiento de los valores (...) Una de las novelas más interesantes que se
han publicado en Venezuela en la década del noventa, "Juegos bajo la luna",
de Carlos Noguera (...) renueva significativamente a la narrativa venezolana
actual. En la fluidez y el desparpajo de este texto se materializa el don de
narrar de un escritor maduro, capaz de hacernos sentir su propio placer de
contar (...) Se trata de la historia de unos adolescentes cuyo devenir vital no
se observa con una mirada transida de nostalgia; todo lo contrario, se ha producido
un espacio para permitir desplegarse el humor juvenil de los personajes, su
espíritu de guasa, material tratado por el narrador con un humor a la vez agudo
e intelectual y, al mismo tiempo, cargado de ternura y de una suave ironía
(...) A partir de la constante universal que caracteriza a los adolescentes, a
saber, el intenso deseo de pertenecer a un grupo en el que se postula como uno
de los valores más altos el de la amistad, tiene lugar el transcurrir vital de
estos muchachos caraqueños, para quienes el sentimiento fraterno constituye el
espíritu dominante. Representan a un sector de la juventud (... que) más que
objetivos políticos o éticos, se propone el fin estético y cultural de combatir
la cursilería".
Carlos
Noguera fue el introductor de mi obra en Venezuela. Editó para Monte Avila mi
libro de cuentos más popular, titulado "Luminoso amarillo y otros
cuentos", y también mi novela "Santo Oficio de la Memoria" en
una edición preciosa y de notable circulación. Hace unos años me visitó en
Resistencia, donde todavía algunos recuerdan su brillante exposición en el Foro
Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura. Que esté bien en el viaje
que ha emprendido.
• Leo, después de años de resistirme,
"Muchacha Punk", de Rodolfo Enrique Fogwill (1941-2010). Una buena nouvelle, que resiste airosa el paso del
tiempo y para mí es mejor incluso que su más conocida "Los
Pichiciegos". La resistencia que declaro, por cierto, obedece a
comentarios públicos muy desagradables que él me dispensó hace años. No entro
en detalles ahora por pura discreción. Sólo diré que siempre lo consideré un
escritor muy interesante por encima de sus groserías y su desesperada necesidad
de sobresalir construyendo su propio mito. Esas cosas, en literatura, sólo
empequeñecen. (Mini letras, Kliczkowski, España).
* Leo también "Hacete
hombre", del joven y talentoso Gonzalo Garcés (1974). Un texto que desde
lo narrativo remite a lo autobiográfico, en onda psicoanálisis y parricidio, con
buen humor y elegante escritura. No es un libro para todo el mundo, ni es lo
mejor de GG, quien fue precoz autor de una interesante novela, "Los impacientes",
que en 2000 o 2001 recibió el Premo Biblioteca Breve en España. Pero quizás este
libro, como suele sucedernos a muchos, corresponde a una etapa de la vida de
este narrador. Del que mucho se hablará todavía. O al menos yo lo leí desde esa
perspectiva. (Marea Editorial).
• "Todos éramos
hijos" es el título de la última novela de la notable y prolífica
narradora María Rosa Lojo (1954). Además académica y periodista, en mi opinión es
autora de una de las mejores novelas históricas de la Argentina contemporánea:
"La pasión de los nómades" (creo que de 1997 o 98) en la que narra a un
Lucio V. Mansilla maravilloso, en un texto que dialoga con inteligencia, saber
y sabor con "Una excursión a los Indios Ranqueles".
Hay otros libros de Lojo que también aprecio mucho, como
las narraciones breves de "Historias ocultas de la Recoleta" y la
conmovedora novela "Finisterre" (2005) sobre la inmigración gallega a
nuestro país. Por eso Lojo, precisamente de familia gallega y ya multipremiada
por su sólida obra literaria, junto con Rodolfo Alonso representa lo mejor de
la cultura gallega arribada a estas tierras. Y ahora aparece nuevamente esa
"galleguidad" —si me permiten el neologismo— en esta novela
"Todos éramos hijos". Una historia que no me deslumbró como otras de
esta autora, quizás porque narra segmentos de la vida nacional que yo conozco y
he vivido: la tragedia de una generación idealista, pletórica de jóvenes que
protagonizaron los años 70, en este caso (este texto) desde una perspectiva de
lo que se llamó la Teología de la Liberación. La novela sigue a Frik, una chica
de férrea y clásica educación católica de comienzos de los 70, en su derrotero
de amistades, amor, lecturas, teatro y sueños en el paso de la débil democracia
previa al golpe de estado de marzo de 1976 a la feroz dictadura criminal que
siguió. Un libro que recomiendo sin dudas para jóvenes lectores/as, sí que
también lleno de piedad y comprensión pero no por ello complacencia. Un libro
que conmoverá a más de uno/a, y que prologan Adolfo Pérez Esquival y Graciela
Fernández Meijide. (Sudamericana).
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