Quienes deseen leer el texto completo de esta memoria personal, lo encontrarán en "EL LABERINTO y EL HILO" (completo)
Hace poco menos de un mes posteé mi lectura de "Blanco nocturno", la última, notable novela de Ricardo Piglia. Luego, la semana pasada, se conoció la noticia de que Piglia fue galardonado con el Premio Rómulo Gallegos 2011 por esta novela, aunque yo sé por experiencia que cuando se otorga esa distinción no se premia solamente un libro, sino toda una obra.
Para celebrarlo, puesto que la noticia me pareció un acto de justicia literaria, le envié un mail con el Subject: "Bienvenido al Club". "Querido Ricardo: Leo con enorme alegría que te otorgaron el Rómulo. Era hora de que volviese a tocar a un argentino, y a un gran escritor, y ninguno mejor que vos. 'Bienvenido al club', como me dijo Carlos Fuentes cuando me premiaron a mí, en el 93. He leído tu “Blanco nocturno” y pienso que es una estupenda novela, que corona una gran obra. Un fuerte abrazo." Él me respondió: "Querido Mempo, muchas gracias. He recordado tu Santo Oficio de la Memoria al hablar del premio. Ya sabés que los de la vieja guardia seguimos siempre en contacto, aunque sea invisible. Un abrazo."
Más allá de la novela, altamente recomendable y acerca de la cual ya expresé alguna opinión en este blog, la noticia me resultó movilizadora de recuerdos, puesto que el 2 de agosto de 1993 me tocó a mí recibir el Premio Rómulo Gallegos en Caracas.
Aunque por razones organizativas se anuncia un par de meses antes, este prestigioso premio literario —para muchos el más importante de América Latina— se entrega cada dos años los 2 de agosto para conmemorar el cumpleaños del autor de "Doña Bárbara". En el 93 los anuncios llegaban todavía por correo postal, o acaso por fax o llamada telefónica. Yo me enteré una mañana escuchando la radio, casi en el mismo momento en que una voz caribeña me lo comunicaba por teléfono, desde Caracas.
Primero pensé que era una broma, desde luego, porque yo ni siquiera sabía que alguien hubiera presentado mi novela como candidata. En esos tiempos, la regla era que al Rómulo Gallegos sólo presentaban candidaturas las editoriales, no los autores/as. Ignoro si esa regla continúa, pero así era.
Dos casualidades concurrieron aquella vez, además, para mi satisfacción: que cumplo años el mismo día que el Maestro Gallegos; y que otro 2 de agosto —diez años antes— me habían otorgado el Premio Nacional de Novela, en México, por "Luna Caliente".
Después viajé a Caracas, y la experiencia fue maravillosa. La ceremonia de premiación del Rómulo Gallegos es la máxima ceremonia cultural de Venezuela, un acto al que asiste una multitud, y la entrega del Premio (diploma, cheque y condecoración) está a cargo del Presidente de la República. En mi caso fue el Presidente Ramón Velázquez, un hombre de gran popularidad, encanto y cultura que precedió a la desdichada última administración de Carlos Andrés Pérez.
Creo que también fue la última vez en mi vida que vestí traje y corbata, y la compañía de mis adolescentes dos hijas mexicanas (María y Guillermina), que me rodearon en todo momento, fue un exquisito reaseguro emocional.
Es notable cómo ahora, pensando que Ricardo Piglia va a estar en ese mismo lugar, que yo creo que él y la literatura argentina merecen, retornan a mí todos tantos gratos recuerdos. Incluso me siento tentado de reproducir el discurso de aceptación que pronuncié entonces, pero no lo encuentro. Quizás está bien así. Salió un resumen en Página/12 y ha de estar en la web.
Volveré sobre este asunto la semana que viene. Pero hoy quería postear esto como público homenaje a uno de los más importantes escritores argentinos vivos.
Mempo, me encantaría (y seguramente a otros seguidores también) leer el discurso que mencionás. En la web de Página, las ediciones anteriores se remontan sólo a 1998. Si lo encontrás o podés pedirlo en el archivo del diario (estoy en La Plata si no iría yo), te lo agradeceré. Saludos, Adriana
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