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viernes, 15 de enero de 2021


Apuntes de la Errancia / 39


 

El payador de Lugones y el gauchaje manso

 

Por Mempo Giardinelli

 

 

En estos apuntes me ocupé hace un tiempo de Leopoldo Lugones, quien hace un siglo exacto era llamado el "poeta nacional". También ensayista, fue un intelectual original y brillante incluso en sus disparates y miserias. 

 

Esta semana releí "El payador", que es un ensayo literario y político que retrata la vida y las costumbres del gaucho en la pampa, en la magnífica edición crítica de la Biblioteca Nacional, publicada durante la gestión de Horacio González, con ilustraciones de Carlos Nine y estudios de Noé Jitrik, María Pía López, Oscar Terán y Javier Trímboli. Un libro espectacular, en el que Lugones retrata vida y costumbres del gaucho trovador en la inmensidad de la pampa, erigiéndolo como "modelo nacional" con pretensión universal.

 

Leído hoy, resulta asombroso descubrir cómo hace apenas un siglo Lugones instaló la figura del gaucho como tema cultural fundacional e imprescindible de la Argentina, y cómo ahora todo ha cambiado. 

 

En 1913 Lugones pronunció una serie de conferencias sobre el poema "Martín Fierro", de José Hernández, en el hoy desaparecido Teatro Odeón, de la porteña esquina de Corrientes y Esmeralda. Y luego trasladó esas tesis a este libro, "El payador", en 1916. Lo hizo con su retórica engolada y una pretenciosidad sin límites, y desde el vamos declaró que el objeto de su libro era "definir la poesía épica, demostrar que nuestro Martín Fierro pertenece a ella, estudiarlo como tal y determinar simultáneamente, por la naturaleza de sus elementos, la formación de la raza, y con ello formular el secreto de su destino". 

 

En el prólogo, Lugones explica que su propósito es analizar y valorar el "Martín Fierro" como la obra fundacional de la poesía épica argentina, especie de modelo humano de un país que él pretendía cuna de una raza naciente, y excepcional para el mundo. Pero al mismo tiempo expresaba su absoluto rechazo al sufragio universal, que, precisamente ese año, sería llevado a la práctica por primera vez y cuyo resultado fue revolucionario, porque garantizó el triunfo de Hipólito Yrigoyen y el naciente radicalismo como expresión del acceso de las clases populares a una concepción política nacional y antioligárquica. Que después el radicalismo se haya extraviado no disminuye la trascendencia de aquella primera elección democrática.

 

Yo tengo para mí que esa contradicción no sólo definió la vida y la obra de Lugones sino que fue y sigue siendo un tema básico para entender el divorcio social que todavía padecemos: tantas veces se glorifica al gaucho sin precisión alguna y la verdad es que hoy la figura del gaucho ya casi no se ve, salvo en algunos festivales folklóricos del país profundo o una vez al año en la Sociedad Rural, mientras los jóvenes de las burguesías urbanas hablan en inglés, insultan a la Argentina y sueñan con irse del país.

 

Los 54 años entre Pavón 1862 y el primer gobierno de Yrigoyen desde ese 1916, son precisamente los que Lugones glorifica y la literatura argentina canonizó durante décadas. Lugones en "El payador" lo que ha hecho es no sólo legitimar al “Martín Fierro” sino además canonizar a José Hernández. Al primero lo declara “poema nacional” y al segundo héroe de la resignificación del gaucho, figura que de ser enemigo de la civilización pasa, como por arte de magia, a símbolo de la argentinidad. 

 

Y es claro que algo anda mal, y es que entre las conferencias de 1913 y el libro de 1916, esa inesperada reivindicación del gaucho se simboliza en un gaucho reinventado, bueno y dócil, que desplaza la figura del rebelde gaucho matrero. El gaucho lugoniano es, así, una idealización de la obediencia debida al patrón de estancia y al modelo agrario que impusieron Bartolomé Mitre y Julio A. Roca y la oligarquía de la flamante Sociedad Rural, fundada en 1866 por Eduardo Olivera, Mariano Casares y José Toribio Martínez de Hoz, entre otros. 

 

Este manso gaucho literario, como 10 años más tarde el "Segundo Sombra" de Ricardo Güiraldes, desplaza al verdadero gaucho originario, libre y desacatado, rebelde y enemigo social de la "gente bien" que siempre los usó como carne de cañón, y en sus latifundios como sirvientes sumisos o peones ignorantes. 

 

Ese "nuevo gaucho" entre comillas que inventa Lugones, se propagandiza desde la literatura como antítesis del proletario, el extranjero inmigrante, el anarquista y todo otro sujeto potencialmente revolucionario. Entre ese 1916 y 1925 Lugones se radicaliza en su fe reaccionaria, adhiere al fascismo naciente y escribe “La hora de la espada” como propuesta de solución político militar para sostener el orden social conservador. En 1930 es prácticamente el único civil que aparece en las fotografías al lado del primer dictador, el general José Félix Uriburu.

 

Releer hoy el "Martín Fierro", y a la par las teorías de Lugones en "El payador", lleva a reflexionar inevitablemente sobre la Argentina oligárquica. Esa que después de dos derrotas en los campos de batalla (Cepeda y Pavón), se las ingenió para triunfar política y propagandísticamente imponiendo el modelo de país que todavía hoy padecemos: injusto, racista, clasista y resistente a cualquier cambio y a toda igualdad social. Y cuya modernización es apenas tecnológica y solamente si las tecnologías son manejadas desde élites de banqueros, empresarios, latifundistas y agrobandidos. 

 

El país de Mitre y de Roca, salvo la década peronista iniciada en 1945 y aun con todos los errores que también se cometieron, es la Argentina injusta, racista y violenta que padecimos y padecemos desde los bombardeos aéreos a la ciudad de Buenos Aires en junio de 1955. Es el mismo modelo con que la oligarquía sigue manejando hoy este país, ahora mediante un sistema multimediático que controla a la Justicia y pervirtió al periodismo convirtiéndolo en un vulgar servicio de propaganda y chantaje. @

 


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