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viernes, 18 de diciembre de 2020

Apuntes de la Errancia / 34 Las Malvinas y una Nueva Constitución

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Apuntes de la Errancia / 34

Las Malvinas y una Nueva Constitución

Jorge Francisco Cholvis, que es uno de los más competentes constitucionalistas de nuestro país, enseña que ni la Constitución Nacional de 1853 ni la de 1949 (o sea la fundante y la última verdaderamente irreprochable) indicaron la extensión ni los límites de nuestro territorio nacional. 

Constituciones de otros países sí delimitan con detalle sus territorios, como la Constitución de México de 1917, la Bolivariana de Venezuela de 1999 o la Ecuador en 2008. Pero lo que sí hizo Argentina en la Constitución de 1949 fue institucionalizar con precisión el concepto de soberanía, derivado de la conciencia que tenía Arturo Sampay, jurista entrerriano que fue el padre de la Constitución de 1949, quien definió que los ríos interiores debían ser de "inalienable soberanía argentina", subrayando así el derecho de libre navegación, pero condicionado "a la decisión del Estado argentino”.

Como tod@s sabemos, la Constitución de 1949 fue derogada en 1956 (luego de feroces bombardeos y cientos de civiles muertos) mediante un grotesco decreto militar que retrocedió casi 100 años al restablecer la de 1853. 

La historia constitucional argentina está llena de contrasentidos. Casi 40 años después de aquella anulación autoritaria fruto de un golpe de estado, la reforma del 94 emparchó la cuestión al establecer que “La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional”. 


Pero ahora, un cuarto de siglo después, Cholvis nos enseña que tampoco ese objetivo se pudo alcanzar. Porque "el invasor inglés –dice él– mantiene y agiganta su presencia en los espacios terrestres y marítimos que ocupa". Y se niega a entablar conversaciones sobre soberanía y no respeta las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Entre ellas, y fundamental, la resolución 2065 establecida por dicha asamblea hace más de 50 años.

Es curiosa y muy llamativa, en mi opinión, la falta de conciencia y conocimiento que hay hoy en la población argentina respecto de todo esto.

Sí se recuerda “la guerra de Malvinas” y la efímera recuperación en 1982. Pero no hay claridad acerca de los reclamos de soberanía y el verdadero estado colonial de hecho, ni mucho menos hay conciencia de las erráticas políticas que algunos gobiernos argentinos instrumentaron en nuestro perjuicio. Y a estas cosas hay que decirlas aunque duelan, porque más allá del heroísmo de muchos de nuestros soldades, el retroceso posterior a la guerra del 82 fue muy grande. Hoy solamente se han consolidado los supuestos derechos de Inglaterra, no los nuestros.

Y es que los gobiernos democráticos argentinos insistieron con los reclamos de soberanía, es verdad, y aprobaron leyes para penalizar operaciones petroleras y el tráfico marítimo, pero Inglaterra jamás aceptó condición alguna. Ni las acepta ahora, y menos después de los infames retrocesos de lo que Cholvis llama "la línea capituladora", o sea traidora, que encabezaron desde 1990 Carlos Menem y Mauricio Macri, con sus cancilleres Domingo Cavallo, Susana Malcorra y Jorge Faurie.

El acuerdo firmado el 13 de septiembre de 2016 entre Malcorra y el vicecanciller inglés Alan Duncan, satisface todas los exigencias de la Corona Británica para explotar recursos, pesca, hidrocarburos, vuelos aéreos, y no contempla ningún beneficio para la Argentina. Esto es tremendo, y fue ocultado por el gobierno macrista cuando la canciller Malcorra, en el Congreso, hizo el cuento de poner “bajo un paraguas” la discusión de la soberanía, lo que era contrario a la resolución 2065 que el gobierno de Arturo Illia había logrado.

Así volvimos a ese viejo “paraguas” de la época menemista, que permitió el avance británico sobre el Atlántico Sur, aprovechando, de hecho, la renuncia argentina a la soberanía sobre recursos y territorios. "Con esta declaración –dice Cholvis– se entregó todo a Londres, a cambio de nada".

Desde entonces Inglaterra se aseguró la exploración y explotación de todos los recursos, y encima con nosotros cooperando para que ellos desarrollen sus actividades en forma pacífica y sin mención alguna a la soberanía como punto de negociación. Omisión que según Cholvis generó "una inaceptable renuncia tácita del gobierno argentino no sólo a Malvinas sino al reclamo soberano del Atlántico Sur".

Algunos pueden no gustar de estas palabras, pero en la práctica hoy Gran Bretaña controla casi dos millones de kilómetros cuadrados, incluyendo pesca y exploración petrolera. Y para colmo, ahora los malvinenses son parte de las conversaciones y acuerdos sobre exploración y explotación, como si fueran un Estado. Esa fue la traidora política de Malcorra y Macri, que significó, como dijo Alicia Castro, ex embajadora argentina en Londres, un “enorme retroceso” en soberanía y en no denunciar la “creciente militarización” y el usufructo de recursos naturales nuestros, pero que explotan ellos.

Y todo lo cual sólo ahora, y con lucidez y buen tino, está reparando el gobierno nacional.

Arturo Sampay decía que las naciones son "estructuras colectivas vitales", que a diferencia de las individuales, no están sometidas a decrepitud y muerte biológica. Sólo una Nueva Constitución nos asegurará un Estado capaz de apuntalar nuestros derechos. Por eso Cholvis sostiene que en la futura Nueva Constitución el tema Malvinas deberá figurar "desde el nuevo Preámbulo, y en normas claras, absolutas y unívocas para ser cumplidas" por todo gobierno futuro. @

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