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miércoles, 25 de julio de 2018

Lecturario # 60. Salinas Basave, Sodero, Enriquez, Toscana, Rozenfeld, Claudel, Perina

Voy a reivindicar, ante todo, el sentido de esta serie que bauticé, hace años, "Lecturario", y que me gusta e inquieta, me genera autoreproches y también reafirmaciones, y sobre todo me agrada sentir que es una especie de tardío recuento de lecturas, o, mejor dicho, acaso el simple recuento de mis lecturas de veteranía. De hecho inicié esta serie, si mal no recuerdo, después de cumplir 60 años, por lo que se trata, obviamente, de mis lecturas últimas, diríanse finales de una vida en la que hice muchas cosas, quizás demasiadas y demasiado variadas (teatro, música, literatura, docencia, política, ensayo, culto de la amistad con pocas buenas y definitivas personas) pero una sola de ellas inclaudicable, irrenunciable y definitiva: la lectura, mi única pasión indeclinable.
            Es curioso el número antedicho, además, porque redacto estos pensamientos en ocasión de cumplir 60 Lecturarios. Y en la certeza –o mejor, la esperanza– de que habrá más, y espero que muchos más puesto que mi plan secreto es vivir muchos años y todos leyendo a lo bestia y enseñando a amar la lectura y a ser lector@s.

• Este año he sido jurado de la segunda edición del Premio Literario de la Fundación El Libro, junto a queridos amigos como Ana María Shúa y el primer editor que tuve en mi vida: Jorge Lafforgue, y con ellos el colega puertorriqueño y Premio Rómulo Gallegos, Eduardo Lalo, y el narrador Carlos Gamerro a quien había leído pero no conocía personalmente. 
            Fue una tarea muy agradable, que con rápida unanimidad nos llevó a premiar dos libros estupendos, tan buenos que decidimos declarar desierto el tercer premio. Ambos son excelentes y nosotros los jurados sentimos una rica sensación de felicidad porque las dos colecciones de cuentos tienen méritos parejos y sus autores son jóvenes narradores latinoamericanos de la generación que hoy bordea los 40 años de edad.
            El primer premio fue para el mexicano Daniel Salinas Basave (1974), natural de Monterey, Nuevo León, pero avecindado desde hace veinte años en la ciudad de Tijuana, punto emblemático e híperconflictivo de la extensa frontera méxico-norteamericana. El libro se titula "Juglares del Bordo"y es una colección preciosa e intensa de cuentos que yo incluiría perfectamente en el género negro. Historias duras de gente dura, con un romanticismo jamás forzado y personajes tiernos y nobles que sobrellevan la dura vida cotidiana de esa región, una de las más violentas de toda nuestra América. 
            El volumen consta de nueve cuentos de ambiente periodístico en esa frontera diariamente sacudida, cuentos que cuentan el dolor de la dura vida en Tijuana, y cuentos preñados de códigos periodísticos pues "El Bordo" es el nombre del periódico en que se referencian casi todos los relatos. Son además destacables por la ambientación y la riqueza lingüística, y traslucen una valentía cívica notable y un aire romántico por momentos conmovedor. 
            El otro libro premiado se titula "Animal"y su autor es César Sodero, un patagónico rionegrino nacido en 1977 en Sierra Grande y autor de un cuento memorable, quizás el mejor que todos coincidimos haber leído como jurados en los últimos años. Un cuentazo que por sí solo ameritaba ser premiado. 
            Ambos libros han sido ya publicados por la Fundación El Libro. 

• Y a propósito de este autor, déjenme contarles que mi entusiasmo lo motivó a enviarme poco después, y por correo postal, su primer y hasta ahora único libro publicado: un cuentario titulado "Sierra Grande", que leí sin parar, apasionado por historias patagónicas marginales y de prosa contundente, y que hoy para mí es de lo mejor que leí de un joven autor argentino en los últimos tiempos. 
            Una joyita de libro, éste de César Sodero. Vayan y búsquenlo, y lean "Los rusos", lean "Los castigos", lean "Los extraterrestres", y sobre todo lean "Odisea", un cuento que ya querrían escribir much@s narrador@s de renombre. Y es que el tono natural, los diálogos manejados con soltura y verosimilitud, la riqueza de imágenes y la controlada pero suave firmeza de este notable narrador, auguran una obra renovadora y original, si bien Sodero tendrá que cuidarse de comentarios como éste y de muchos otros halagos que sin dudas recibirá, para nunca dejar de tener los dos pies bien plantados en la LIteratura y en ninguna otra cosa. El desafío es grande, pero creo que tiene con qué. (Alto pogo).

• Tengo demorados muchos comentarios de libros leídos en los últimos tiempos y tengo claro que a algunos los dejo pasar azarosamente. Pero no quiero que me suceda con "Los peligros de fumar en la cama", de Mariana Enriquez, una docena de cuentos notables, claramente inscriptos en el género gótico, originales casi todos por inesperados y por la prosa seca que los hermana. Y que no dejan de lado aristas graciosas, sutiles ironías y, en muchos, ese tono casual de las primeras voces potentes que son ideales para abordar lo sobrenatural. En la línea de su anterior libro de cuentos, el consagratorio "Las cosas que perdimos en el fuego", la narrativa de Enriquez respresenta un aire saludablemente renovador para una cuentística –como la argentina, y la porteña en particular– que es tan parecida a sí misma desde Borges, Cortázar, Ocampo y tant@s más. Yo creo que ahí, en lo desusado, lo inhabitual, está su mérito mayor. (Anagrama).

• Y ahora comento dos novelas: una que desde hace tiempo tenía sin terminar y cuyo autor es un amigo que aprecio, también mexicano de Monterey que vivió varios años en Polonia y luego se radicó en Tarifa, frente al Peñón de Gibraltar. David Toscana es su nombre y en esta novela, "El ejército iluminado", su imaginación se desborda en un relato con personajes entre exóticos, delirantes y grotescos que deliran alrededor de la idea de reconquistar Texas, ese inmenso territorio perdido en la guerra de 1845-47.
            Como en otras novelas fronterizas (Monterrey, Nuevo León, es el ámbito ideal para el neonacionalismo mexicano hoy en boga en la literatura del norte de México), ésta también logra un clima envolvente de deseos estrambóticos, fantasías y delirios. Un tanto pausada la prosa, y como de ritmo cansino por momentos, la pintura de personajes es sabrosa y convincente. (Alfaguara). 

• Leo también "El informe de Brodeck", enigmática y atrapante novela del muy promocionado narrador francés Philippe Claudel (1963), un interesante narrador del que tenía vagas noticias y que me agradó seguir en esta saga sobre un hombre extraño en un pueblo extraño de la que yo llamaría Alemania profunda, ésa que al terminar la Segunda Guerra Mundial se ocupó de restañar heridas y recuerdos y culpas, pero nunca del todo. Un tipo, Brodeck (me choca un poco la cercanía del título con "El Informe de Brodie" borgeano) se ocupa de investigar en forma amateur un asesinato inconveniente, cuya develación parece incomodar a todo el pueblo, empezando por el propio Brodeck. Bien armada y de ritmo intenso y buena pluma (es notable la traducción, de José Antonio Soriano Marco), puede inscribirse en el género negro contemporáneo, esa moda. (Salamandra).

• Aunque fuera de mi línea habitual de lecturas, leo "La resiliencia: esa posición subjetiva ante la adversidad", interesante trabajo de la psicoanalista y académica porteña Ana Rozenfeld. No es mi especialidad, pero la lectura me resulta reveladora de un –diría yo– fenómeno que empezó a estudiarse, creo, muy recientemente. Recomendable. (Letra Viva).

• Y otra lectura heterodoxa, que leí con sostenido interés y curiosidad, es "Una mujer pionera. La Jueza Lucas, su vida y sus tiempos", notable biografía de María Luisa Lucas, jurista y militante política de mi provincia, quien a sus casi 90 años preside aún el Superior Tribunal de Justicia del Chaco. Escrita por su sobrino, Rubén Miguel Perina, quien es académico de ciencias políticas radicado en los Estados Unidos y ex alto funcionario de la OEA, es ésta una biografía interesante y complaciente pero bien documentada y de muy amena lectura. (ConTexto). 

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